Las andaluzas como primarias

El más que probable éxito de Juanma Moreno en las inminentes elecciones andaluzas puede dejar al Gobierno socialista tan tocado que el resto de legislatura se convierta en un largo calvario

Pedro Sánchez está en horas bajas y sin hoja de ruta para remontar en los próximos meses. A la renovación del PP, dirigido tras el desastre del mediocre Casado por una inteligencia política de primer orden, le sigue el enfado de ERC porque el CIS, o quien sea, le da munición gratis a JxCat ahora que ya solamente disponía de salvas, y encima con sordina, para disparar contra ellos.

Lo de Junqueras y Rufián, más que escándalo del bueno, de calado, es postureo, dirán no sin razón. Pero atención, el postureo puede convertirse en postura, y pasar así de la amenaza verbal al daño real, cuando los republicanos ven peligrar la hegemonía que se traduce en la presidencia de la Generalitat. Es el caso.

Inesperado flanco abierto para la mayoría gubernamental, y en uno de los peores momentos. Tanto es así que un Sánchez en apuros pide árnica al PP a fin de que le convalide las medidas contra la nueva crisis. Duden sobre el resultado final pero no sobre la disposición y la capacidad de Feijóo de estrujar con una ferocidad bien aderezada los huesos de la mano que Sánchez le tendía primero por cálculo y tras la catástrofe de las escuchas por debilidad.

Por otra parte, están las noticias negativas sobre la progresiva anemia de aquel crecimiento que se preveía espectacular y al paso que vamos quedará como mucho en modosito, que siguen el ritmo cada vez más preocupante de la actualidad internacional. Cuando ya se descuentan los efectos de la guerra de Ucrania, el virus que parecía vencido recobra en China una virulencia cuyos escasos efectos letales entre la población no son nada comparados con una nueva crisis que podría adquirir la altura devastadora de un tsunami global.

Si de puertas afuera nada es halagador y de puertas adentro el rodillo de la mayoría deja como mínimo de rodar fino y empieza a dar tumbos, el más que probable éxito de Juanma Moreno en las inminentes elecciones andaluzas puede dejar al Gobierno socialista tan tocado que el resto de legislatura se convierta en un largo calvario.

Faltará todavía año y medio. En teoría, tiempo sobrado para rehacerse. Pero en la práctica, no se avistan palancas capaces de levantar las perspectivas socialistas y en consecuencia los ánimos. Vean sino cómo el excelente as del límite al precio del gas, ha pasado sin pena ni gloria. En otras circunstancias, hubiéramos contemplado unos enormes fuegos de artificio en un cielo repleto de medallas para Sánchez.

Como algunos, aún pocos, ya venimos advirtiendo desde el desembarco de Feijóo en Génova, no cuenten aquí con el gran acicate esgrimido en más de media Europa por el centro y la izquierda, que llama al voto útil contra la extrema derecha en sustitución del voto a favor de quienes lo solicitan. Eso, en España, está dejando de funcionar.

En Alemania, el cordón sanitario se mantiene firme. La derecha perdió a pesar de ello. Sin embargo, en Francia, Macron acaba de revalidar presidencia, si bien bastante a la baja en porcentaje, gracias al llamado voto barrera que antepone cortar el paso a los de Le Pen al hastío de sufrir al presidente que rechazan durante un segundo quinquenio.

En España, la extrema derecha no se presenta, todavía, como una amenaza seria. Apoya gobiernos del PP e incluso está dentro del recién formado en Castilla y León. Así es, pero la marimorena que en tal caso se hubiera levantado en otras latitudes no ha pasado en el solar hispano de modesta algarabía. Nada blanquea mas la coalición con Vox que el acercamiento de Sánchez a Feijóo en el minuto político siguiente.

El presidente de Andalucía, Juanma Moreno.

Mucho se habla de la posibilidad de que el Moreno pueda renovar presidencia sin necesidad recibir el voto de los de Abascal, y por lo tanto sin tener que conceder nada a cambio de entrada.

Merece la pena intentarlo. A Moreno puede no importarle demasiado, ya que de todos modos, una vez investido con Feijóo y sin la extrema derecha en el carro triunfal, no tendrá otra alternativa que pactar con Vox, en sus manos sin alternativa, si pretende gobernar con un mínimo de tranquilidad. A Moreno puede no importarle, se reafirmarán, pero a Feijóo sí.

Sí por lo que significa de contundencia en la victoria pero no por lo que muchos se piensan, o sea la mala imagen que dan al PP los lazos con Vox. Por eso, contra argumentarán los que se aferran al clavo ardiente del voto útil contra la extrema derecha, se abstuvo el líder popular de asistir a la investidura de Mañueco. Pero no fue para no dar pábulo, por las formas, no por el fondo, ya que la coalición castellanoleonesa con la extrema derecha cuanta con su absoluta y completa bendición.

Desengáñense pues quienes desde el centroizquierda o la izquierda, en vez de hacer lo posible para ganarse la confianza de sus potenciales votantes, cuentan con el llamamiento a frenar a Vox como salvavidas que les permita volver a ganar. El efecto primarias de la elecciones andaluzas promete ser contundente. Y ni el tiempo ni el miedo son factores capaces de revertirlo.