Crisis en profundidad

Hoy somos diez o doce puntos más pobres que los europeos con quienes teníamos la obligación, la oportunidad y la financiación adecuada para igualarnos

Afirma el más destacado de los capitanes de Feijóo que “esta crisis solo se puede solucionar con un cambio de gobierno”. Pues no, señor ‘número dos’. Por si no había caído en la cuenta o lo había olvidado, España no ha cesado de ‘desconverger’ con Europa en los últimos veinte años, mandara el PSOE o el PP.

Converger con Europa significa acercarse a la media de riqueza y bienestar, traducidos en renta disponible, a los países que nos precedieron en convertirse en los que ofrecían más calidad de vida a sus ciudadanos. Bueno, pues eso hizo España desde la transición hasta el cambio de milenio. ¿Y luego? Luego parón. Luego retroceso. Seguimos de bajada y marcha atrás. ¿Alguna reacción o propuesta de algún partido? ¿De alguna venerable institución?

Descenso que se acelera con el lastre primero de la pandemia, luego de la guerra de Ucrania, ahora el confinamiento de Shanghái, que puede ser el principio de otra pesadilla, aderezado el conjunto con las enormes dificultades de los países de la OPEP para incrementar una producción que ya está en sus máximos. Llueve sobre mojado y resbalamos mucho más de los que deberíamos porque vamos mal equipados y peor calzados. Desde luego eso no se arregla ni con un cambio de gobierno ni manteniendo el mismo gobierno.

En relación a la renta disponible por cabeza, hoy somos diez o doce puntos más pobres que los europeos con quienes teníamos la obligación, la oportunidad y la financiación adecuada para igualarnos. España, en vez de cumplir con los deberes, aprovechó la confianza de los financiadores de la modernización de su economía para que unos pocos y también unos muchos se aprovecharan de las dos siguientes maneras.

La primera, llenando el país de infraestructuras, autovías, aeropuertos, líneas férreas de alta velocidad, sin retorno económico previsto o previsible sino todo lo contrario, cargadas de exorbitantes costes de mantenimiento. Las infraestructuras o bien sirven para el desarrollo económico, como el tan reclamado y siempre retrasado corredor mediterráneo, o bien actúan de freno a dicho desarrollo.

Pero vayamos a por la segunda, tan escandalosa y tan irreversible como la primera. A fin de no ofender a nadie, y menos a los partidarios del mayor bienestar para cuantos más mejor, lo diremos en palabras de un anciano y sabio labriego extremeño que explicaba el lamentable atraso de la economía de su espléndida región a un amigo viajero: “El problema de Extremadura es que Felipe enseñó a los jóvenes a no trabajar”. O subsidiados o funcionarios o dejados de la mano providencial de la administración.

De los abusos, más que tolerados, incitados, facilitados y aplaudidos en el paro agrario y coadyuvantes a los escándalos que llevaron al desastre socialista en Andalucía. Corrupción inaudita y desmadrada sobre la cual, por cierto, pocos han destacado el gran número de beneficiarios. No unos pocos como en el resto de casos sino miles y decenas de miles que cobraban subsidios públicos sin haberlos merecido.

El voto cautivo salió por la culata judicial, pero en fin, el mal venía de lejos, estaba hecho y no tiene remedio sin un vuelco espectacular, que conlleva reformas estructurales en parte dolorosas, que ningún parido, ninguno, está dispuesto ni siquiera a plantear. ¿Industrializar de veras toda España? ¿incentivar el emprendimiento? ¿invertir en R+D? ¡Qué va! Mientras la competitividad siga bajando seguiremos desconvergiendo.

La deuda está en máximos, el trabajo mal remunerado en los sectores agrario y turístico no alcanza para rebajar el paro endémico hasta niveles aceptables, los responsables del euro ya han anunciado el cierre de las medidas extraordinarias de estímulo, final imprescindible para combatir la inflación.

Una inflación que dobla o más que dobla la de no pocos países de nuestro entorno. Lo cual demuestra a las claras que el daño a la economía y en definitiva al bienestar, con mayor precisión a la capacidad de compra de los ciudadanos, no es debido al cúmulo de aciagas circunstancias. No, es consecuencia de los errores de los gobernantes y del adormecimiento general de la sociedad civil, demasiado complaciente con ellos.

Es hora de reaccionar, como insiste una y otra vez este digital. Mejor dicho, ya pasó la hora de reaccionar, pero cuanto más se tarde peor, más distancia, menos riqueza, incremento del descontento social y mayor margen para falsos atajos, a la contra de la Europa cada vez más alejada en prosperidad, que no conducen a ninguna parte que no sea un despeñadero.