Barcelona y los activistas del brunch
Mientras sus gobernantes se dedican a la política de gestos y a la diplomacia de salón, los barceloneses de a pie, vemos cómo nuestra ciudad se degrada
La hipocresía de la izquierda la sufren, sobre todo, las familias más humildes y la clase media. Es difícil encontrar excepciones a esta regla. Su falsa superioridad moral nunca ha sido barata. La única ventaja, para sus promotores, es que la pagábamos y la pagamos otros.
En este sentido, Barcelona es el epítome de la política de estos revolucionarios de Instagram. Bajo la apariencia de la corrección política y el progresismo de escaparate, el gobierno municipal ha convertido la ciudad en un laboratorio de eslóganes y gestos que poco o nada tienen que ver con los problemas reales de los barceloneses. Aquí, entre la imagen y la retórica, las calles siguen sin barrer.
Les expongo un ejemplo cercano. El pasado viernes el gobierno municipal presentaba en el pleno del ayuntamiento la Estrategia internacional de Barcelona 2025-2029. Se trata de un documento repleto de buenas intenciones y palabras bonitas, pero escaso en propuestas concretas y falto de ambición real.
Carece de un presupuesto específico por áreas, lo que dificulta su implementación, y tampoco dispone de mecanismos de evaluación que permitan un seguimiento riguroso. En lugar de abordar cuestiones clave como el comercio internacional, el turismo o la seguridad, la estrategia se limita a presumir de liderazgo en ámbitos donde, en realidad, las políticas locales han fracasado y han perjudicado a los más vulnerables.
Es la izquierda caviar de toda la vida reconvertida en activismo del brunch. Es esa doblez ideológica que tan bien representa Jaume Collboni y en la que del dicho al hecho hay un trecho sideral. Esta izquierda, tan preocupada por su imagen global, desprecia cualquier respuesta eficaz a las crisis de seguridad y vivienda que sufren, como comprobaremos hoy con la publicación del Baròmetre municipal, la mayoría de los barceloneses.
Sobre la inseguridad la Estrategia nada tiene que decir. Sin embargo, este es el problema que más ha afectado a nuestra ciudad en los últimos años. La inseguridad genera pérdidas directas en los comercios locales por la sustracción de productos, pero también genera enormes pérdidas por el daño reputacional que inflige a la ciudad.
En materia de vivienda, la hipocresía es dolorosamente evidente. Las políticas estrella de la izquierda, como la reserva del 30% para vivienda protegida o el derroche en compras arbitrarias como la de la Casa Orsola, han resultado ser un absoluto fracaso. Barcelona ostenta hoy el dudoso honor de tener el alquiler más caro de España, expulsando a la clase media y a los jóvenes fuera de la ciudad.
Los precios suben más rápido que los salarios, y la oferta de vivienda asequible se reduce a golpe de decretazo populista. La receta de la izquierda ha sido más regulación, más trabas y más intervencionismo, con el resultado de desplomar la construcción de vivienda nueva y cronificar el problema. Eso sí, como destaca la Estrategia internacional, Collboni lidera Mayors for Housing.
Defienden los derechos de los homosexuales en el Danubio, pero callan en otros contextos
Hay más. Este fin de semana el alcalde, y una amplia delegación de estos militantes del postureo, han ido a Budapest a manifestarse en contra del gobierno húngaro. Podría ser una iniciativa loable si no fuera por su esperpéntica incoherencia.
Defienden los derechos de los homosexuales en el Danubio, pero callan en otros contextos. Recordemos que el Ayuntamiento eligió a Casablanca como ciudad invitada en la fiesta de la Mercè del año pasado, mientras en Marruecos se persigue a las personas por su orientación sexual y se vulneran derechos fundamentales. Todo en nombre del diálogo y la diversidad, aunque luego se ignore la realidad de los derechos humanos.
Además, estos socialistas de moqueta no han dudado en alinearse con los sectores más radicales en el conflicto de Oriente Medio, hurtando a Barcelona la posibilidad de ser parte de la solución, para buscar el aplauso de uno de los culpables del problema, Hamás, organización no precisamente conocida por su respeto al feminismo y a los derechos LGTBIQ+.
Mientras sus gobernantes se dedican a la política de gestos y a la diplomacia de salón, los barceloneses de a pie, vemos cómo nuestra ciudad se degrada, cómo la inseguridad y la falta de vivienda asequible expulsa a miles de vecinos de sus barrios. Y es que la izquierda barcelonesa ha perdido el contacto con la realidad, atrapada en su burbuja ideológica y en su permanente campaña de marketing.
Barcelona necesita menos hipocresía y más soluciones. Problemas como la inseguridad o la falta de vivienda asequible exigen que Collboni y sus concejales se bajen ya del pedestal y empiecen a trabajar por la ciudad.