Lecciones de management

A pesar de su brillante carrera, Montserrat Caballé nunca admitió renuncias personales

Montserrat Caballé nació dotada de una voz bella y rotunda. Los críticos destacaban su finura, nitidez y pureza. Estaban maravillados con la versatilidad de sus registros, pues Caballé estaba igual de cómoda interpretando a Strauss que a Puccini

Son incontables las horas que he pasado escuchándola, en momentos de mi vida en los que me sentía triste, agitada, exultante o en paz. Su voz siempre ha sido un bálsamo para mis emociones. 

En una sociedad en la que la mediocridad y la falta de ambición son la tónica dominante, su ejemplo debería ser admirado más allá de su talento musical, pues en mi opinión, Caballé es, por encima de todo, una gran profesional. 

Ambición 

Montserrat Caballé nació en un familia humilde, circunstancia que la obligó a trabajar siendo muy joven. Una beca del Conservatori de Liceu y la intervención de un mecenas, le permitieron perseguir su sueño y dedicarse profesionalmente al mundo de la lírica. 

Caballé fue una alumna extraordinariamente dotada, pero por encima de todo, fue una trabajadora incansable. 

Caballé tenía un carácter fuerte y sabía imponer su criterio, cualidades imprescindibles para construir una exitosa carrera

Son pocas las personas que tienen la fortuna de nacer con un don incontestable como su voz, pero son todavía menos las que no se conforman con vivir de su privilegio, si no que lo llevan a su máximo potencial, a base de una disciplina férrea y una voluntad obstinada. 

A Caballé no le bastó con su talento natural, quiso alcanzar la excelencia a base de esfuerzo, y así llevó su voz a su máximo esplendor.  

Carácter

La prudencia hubiera aconsejado una menor exposición a los medios generalistas, para mantener el misterio y la distancia que caracteriza a las divas, pero su espontaneidad y sus ganas de interactuar con la gente, la convirtieron en alguien aparentemente accesible. Su físico y su risa extemporánea ayudaron a esculpir el personaje, al margen de su profesión. 

Era, en efecto, cercana, pero también tenía un carácter fuerte y sabía imponer su criterio, cualidades imprescidibles para construir una carrera exitosa en el exigente circuito operístico internacional. 

Un alud de contratos, que llegaba de todos los rincones del planeta, la convirtió en una auténtica máquina de hacer dinero. Su trayectoria se extendió durante 50 años, a un ritmo frenético de actuaciones por todos los coliseos operísticos, en los que fue sistemáticamente idolatrada. 

Caballé fue disruptiva y se atrevió a explorar otros registros musicales, pero sus a veces poco afortunadas colaboraciones no provocaron menoscabo alguno en su impoluto prestigio. 

Desde el absoluto dominio de la profesión, y consciente de su poder, Caballé, tuvo el acierto de hacer lo que le dio realmente la gana. 

Barcelona

Caballé pasaba la mayor parte del tiempo viajando por el mundo, pero siempre que podía regresaba a Barcelona.

Requerida por todos los templos de la lírica, Caballé nunca faltó a su cita anual con el Liceu, en un eterno reencuentro con los barceloneses.

Como los Reyes Magos, Caballé aparecía cada año con el regalo de su presencia, que constituía, indefectiblemente, el momento álgido de cada temporada en el Liceu. 

Supo estar en lo bueno y en lo malo, porque así son el amor y la profesionalidad

Caballé se implicó en la ciudad: contribuyó a dar brillo al proyecto olímpico de 1992 con su voz extraordinaria, y también se involucró activamente en la reconstrucción del Liceu, tras el fatídico incendio de 1994. 

Entendió que un buen profesional no se limita a hacer bien su trabajo, si no que también está obligado a generar un impacto positivo en su entorno social. 

Supo estar en lo bueno y en lo malo, porque así es el amor. Y la profesionalidad. 

Sin renuncias 

La otra gran diva, María Callas, fue una soprano maravillosa que llegó a lo más alto de su profesión. Callas, fue además, una mujer bellísima que levantó pasiones legendarias, resultaba imposible no enamorarse de sus ojos rasgados y de su cuello de diosa. 

Amaba la música y conoció el éxito de una manera plena, pero pronto descubrió que ni la música ni el éxito son capaces de llenar una vida. Fuera del escenario, en su camerino repleto de rosas, María estaba absolutamente sola. 

Montserrat Caballé también entregó su vida a la música, pero al bajar del escenario, se supo rodear de un círculo de personas que la amaban. 

Mientras su carrera profesional corría a la velocidad de la luz, eligió un hombre inteligente, con el que vivió un gran amor y con el que construyó una familia. A pesar de su brillante carrera, Caballé no admitió renuncias personales, un logro poco común en una mujer que aspira a llegar a lo más alto profesionalmente. 

Eterna

Hay muy pocas mujeres que hayan disfrutado tanto de su profesión y que, a su vez, hayan hecho disfrutar a tanta gente.

Su ideología política y sus problemas con Hacienda no me interesan lo más mínimo. 

Le doy las gracias porque tiene el don de emocionarme cada vez que escucho su voz, pero por encima de todo, le agradezco que, con su actitud ante la vida, haya generado un excelente referente para todas las mujeres que venimos detrás, y que tampoco queremos renunciar a nada.