Legión de imbéciles

Quieren ser supervíctimas, pero son, como diría Umberto Eco, “una legión de imbéciles”

El nacionalismo catalán protagonizó numerosas jornadas de histórica ignominia en 2017. Sin embargo, hubo un día en el que consolidaron la ruptura de la sociedad catalana en dos bloques al ensanchar una falla que, superando lo partidista y lo ideológico, alcanzó lo moral.

El yihadismo había golpeado en Barcelona y Cambrils, y el consejero Joaquim Forn llegó a diferenciar entre víctimas de nacionalidad catalana y víctimas de nacionalidad española. Todo debía servir a la causa y el procés, como un show macabro, debía continuar, pero el momento exacto en el que se inició el camino de no retorno fue la manifestación en contra de los atentados yihadistas de aquel mes de agosto.

La ANC y su entonces brazo político, la Generalitat de Cataluña, actuaron con total deslealtad y alevosía al reconvertir aquel acto en otra de sus perfomances de odio y rencor. Ya entonces, como hoy, corearon contra los catalanes no independentistas aquello de “vosotros fascistas sois los terroristas”. En aquel momento el mundo nos miraba con estupefacción y la prensa internacional se hizo eco de la poca vergüenza y la mucha indignidad de un nacionalismo que no respetaba ni a los vivos ni a los muertos.

Cinco años después lo han vuelto a hacer. El nacionalismo boicoteó este miércoles el acto de homenaje a las víctimas del 17-A y rompió el minuto de silencio con bramidos conspiranoicos. El procesismo sigue instalado en el lúgubre sótano de la inmoralidad. No eran trumpistas, como algunos les han calificado; eran nacionalistas catalanes. Y no eran cuatro gatos que no representan a nadie; obtuvieron el agradecimiento y el aval de la presidenta de Junts per Catalunya, uno de los partidos que gobiernan la actual Generalitat.

Cualquier atisbo de concordia es kryptonita para su tóxica ideología.

Y es que Laura Borràs y su club de fans no soportan que víctimas reales les roben el protagonismo, ni siquiera por un mísero minuto. Nada ha cambiado. Tampoco los nacionalistas gubernamentales quisieron en 2017 que la solidaridad del resto de los españoles pusiera fin al ambiente preguerracivilista que ellos con tanto empeño habían creado durante años. Cualquier atisbo de concordia es kryptonita para su tóxica ideología. El enfrentamiento perpetuo es la mejor garantía de su modus vivendi.

En el opúsculo La imbecilidad es cosa seria, el filósofo neorrealista italiano Maurizio Ferraris ha dejado escrito que la maldad no es la hija de la ignorancia, como dijera Sócrates, sino el fruto de una imbecilidad demasiado extendida. Así es. “Yo soy víctima del terrorismo porque soy catalán”, eructó el portavoz de los alborotadores mientras cargaba con la guitarra con la que un día cantó acompañado de la omnipresente Pilar Rahola.

Por puro afán de protagonismo quieren ser más víctimas que las víctimas reales. Quieren ser supervíctimas, pero son, como diría Umberto Eco, “una legión de imbéciles”. No cabe otra calificación. Familiares de las víctimas habían llegado a Barcelona desde Australia, Alemania o los Países Bajos y tuvieron que aguantar los inmisericordes insultos del guitarrista fanático y compañía. La explosión de miseria fue tal que incluso algunos políticos nacionalistas han llegado, por primera vez, a sentir vergüenza.

Con todo, horas después y sin visos de arrepentimiento, la tropa de Borràs se desplazó ante la sede de la Unión Europea en Barcelona para seguir profiriendo calumnias e injurias contra del Estado. No son cuatro gatos, no. Esta gente obtuvo 570.000 votos y 32 escaños en las últimas elecciones al Parlament. Y no olvidemos que Borràs fue la elegida por todos los diputados nacionalistas para ser la presidenta de la institución. Es lógico que así fuera porque ella es la esencia del nacionalismo sin máscaras, del nacionalismo orgulloso de su cinismo, del que proclama su falso victimismo desde el coche oficial y con el sueldo de alto cargo.

No son cuatro gatos, no. Son muchos los que durante años se ha tragado las patrañas de medios afines al bulo como TV3 o Público. Son muchos los que siguen adorando a indecentes personajes como Carles Puigdemont o Lluís Llach. Son muchos los que siguen difundiendo la gran mentira en contra de todas las evidencias y en contra también de las recientes -aunque tardías- declaraciones del ex mayor de los Mossos d’Esquadra Josep Lluís Trapero alabando la leal colaboración del CNI. Son muchos y no solo están en JxCat. En Esquerra siguen sin romper con la tesis conspiranoica. Siguen coqueteando con la imbecilidad. Siguen gobernando con ella.

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