Leopoldo Abadía, entre Dios y Zapatero

Hace días que quería hacer algún comentario sobre una de las últimas intervenciones del mediático Leopoldo Abadía. Fue con motivo de la gala anual que organiza la Unión Empresarial del Penedès y en la que se premia a aquellos empresarios que han mostrado capacidad de iniciativa y crecimiento.

Como ponente “de lujo”, que decían algunas crónicas, estuvo este economista del IESE que ha sido elevado a los cielos por algunos medios y una buena parte del empresariado de este país, lo que ha elevado casi en la misma proporción sus minutas como conferenciante. Nada que objetar. Le conozco personalmente y le tengo el máximo respeto. Entre otras virtudes, admiro su sencillez y sentido común, especies en riesgo de extinción, que no sé porque Greenpeace no las incorpora a su catálogo.

Y, sin embargo, esta última intervención suya –desconozco si ha habido otras con posterioridad- me ha desconcertado, al menos por lo que algunos periodistas han puesto en el papel que dijo.

Sostiene Abadía que esta crisis acabará cuando Dios quiera, y, claro, he pensado que para este viaje no sé si hacían falta tantas alforjas para meter todos los libros que ha vendido. Tampoco me alcanza el entendimiento a imaginarme como este hombre ha llegado a esta conclusión, si es que dispone de información confidencial a la que otros no llegamos o ha sido pura deducción suya tras horas y horas de estudio sobre la crisis que nos corroe.

Si sólo Dios sabe cuando va a acabar esto, ya me es más fácil comprender porque Abadía asegura que Zapatero no sabe qué hacer. Ni siquiera Leire Patín es capaz de atribuir a Zapatero habilidades suficientes como para adelantarse a los designios del Señor. Ignoro si habrá algún ser superior, entre los mortales -¿Florentino Pérez, al parecer de Butragueño?-, capaz de anticipar esa decisión divina.

Pero no nos paremos en minucias. A lo mejor todo es tan fácil como la propia recomendación que hizo Abadía en ese acto: no hable más de crisis, dejenme el tema a mí para que así pueda vender más libros. Y es que, como decíamos, este hombre tiene un sentido común aplastante.