Dentro y fuera de España, se están mirando con lupa los datos presentados por el Grupo BFA-Bankia a 31 de diciembre de 2011. Sobre la bocina y sin nadie que los haya querido auditar, la entidad presidida por Rodrigo Rato ha puesto sobre la mesa la situación en la que se encontraba el banco hace cuatro meses. Y no es de extrañar que Rato ande pidiendo a gritos ese ansiado banco malo cada vez que tiene ocasión, con el objetivo de desligar esos activos inmobiliarios más problemáticos del balance consolidado.
Sobre todo, los suelos. Cierto es que durante el pasado ejercicio el cómputo de los terrenos en el balance –tanto los que todavía están en manos de los promotores tras ser financiados para su compra como aquellos otros que han entrado tras operaciones de dación– se ha reducido, en términos brutos, un 8%. Pero también lo es que los casi 16.814 millones de euros apalancados en suelo siguen siendo un lastre a todos luces excesivo. Imposibles de digerir. En la mayoría de los casos, de desarrollo improbable, y en otros, a todas luces inviable.
Un análisis pormenorizado de los datos sirve para comprobar cómo el importe bruto del suelo adjudicado se ha incrementado un 13%, hasta 5.289 millones, pero, en cambio, se reduce un 17,45% en términos contables. La razón, los 2.800 millones que el grupo se ha visto obligado a provisionar ante la eventualidad de que, en el momento de su venta, se pierda un 53% sobre el precio inicial de tasación. Doce meses antes, ese porcentaje de cobertura por los terrenos adjudicados no llegaba al 36%, con lo que el esfuerzo realizado para el ajuste ha supuesto destinar 1.130 millones.
Suelos adjudicados que ya hoy, a la vista de los resultados presentados por alguna de las inmobiliarias cotizadas (como Quabit y Metrovacesa), al cierre del primer trimestre de 2012, estarían cerca de los 5.500 millones brutos, y que, de seguir la actual coyuntura del mercado, no parece descabellado pensar que rondarán los 6.000 millones a final de año. Incremento lógico si se tiene en cuenta que Bankia suele estar en primera fila a la hora de entrar en operaciones de dación debido a la alta exposición crediticia con finalidad inmobiliaria aportada por Caja Madrid o Bancaja.
Así, por ejemplo, los 311 millones de euros a los que se elevó Quabit su facturación entre enero y marzo procedieron de la venta de activos a sociedades vinculadas a entidades financieras, de acuerdo con lo establecido en el acuerdo de refinanciación alcanzado el pasado mes de enero. De ellos, 288,6 millones fueron terrenos, que acabaron en parte en el balance de Bankia al ser Caja Madrid una de las seis principales entidades financieras acreedoras del grupo presidido por Félix Abánades.
Suelos en el balance que se convierten, a pesar de sus dificultades para hacerlos líquidos, en objetivo prioritario de desinversión, a través de venta directa a una sociedad promotora, a cooperativas y comunidades de propietarios a través de una demanda estructurada o por medio de aportaciones y permutas. Cualquier fórmula con visos de salir adelante es tenida en cuenta.
Al margen de los suelos ya adjudicados, BFA-Bankia acumula 11.525 millones de euros brutos otorgados para financiar la compra de terrenos por parte de promotores inmobiliarios. Son 1.934 millones menos que un año antes. Reducción debida en parte a esas operaciones de dación, con la entrada del activo en el balance.
Los 16.814 millones brutos en suelo (financiado o ya en balance) representan un tercio de los 51.468 millones de exposición inmobiliaria que soporta el Grupo BFA-Bankia. Un riesgo en el que se abre, como le sucede al resto del sector financiero, una nueva brecha cada vez más difícil de cerrar. La de las hipotecas minoristas. Esas que los particulares están dejando de pagar y cuyas garantías terminan siendo ejecutadas. Hasta un 34% vio aumentar el grupo de Rato los activos que entraron en el balance por esta vía. Contabilizan ya 2.780 millones tras haber aportado 714 millones de provisiones.