Los gurús de la bolsa fallan más que una escopeta de feria
El año 2013 toca a su fin y es hora de ir haciendo balance. Aún quedan por delante seis jornadas de bolsa y las cotizaciones pueden experimentar algún que otro cambio. Pero hasta el viernes pasado el parqué se situaba en los 9.670 puntos, que significan un alza del 18% desde primero de enero. El año anterior el índice cayó un 4,6% y tuvo el dudoso honor de ser el único de Europa que cerró con números rojos.
En noviembre de 2007, cuando crisis de las hipotecas basura daba sus primeros coletazos y amenazaba con llevarse por delante a todo el sistema financiero, el Ibex culminó su marca histórica de los 16.000 puntos. De inmediato sobrevino el derrumbe. El mercado siguió languideciendo hasta que cinco años después, en julio de 2012, el Ibex se hundió en la sima de los 5.900 puntos. A partir de ahí comenzó una lenta recuperación. En el presente ejercicio, pese a las alzas registradas, los ahorradores todavía sufren un descenso de casi el 40% desde los máximos.
En una fecha tan cercana como el pasado mes de noviembre, una firma de valores madrileña se lanzó a la piscina y en un arrebato de optimismo anunció urbi et orbi que en el tramo final del año la bolsa se dispararía hasta los 10.200 puntos. Erró lastimosamente.
Por las mismas fechas, otros colegas del ramo dieron en lanzar al aire sus pronósticos sobre lo que nos va a deparar el año nuevo. La nota común a todos ellos es una euforia incontenible. Los más modestos calculan que la bolsa española subirá en conjunto un 5%. Los más osados elevan la cifra hasta el 25%. Dentro de doce meses se verá el grado de acierto de semejantes augurios. Pero a juzgar por los precedentes, yo no me jugaría un céntimo siguiendo las hablillas de estos supuestos sabios.
A las pruebas me remito. Hace un año, los cronistas del parqué parecían sumidos en una depresión de caballo. Aventuraban que el Ibex acabaría el presente ejercicio en una cota situada entre los 7.400 y los 8.500 puntos. Pese darse tan ancho margen, se quedaron a una distancia de casi 1.200 puntos en el mejor de los casos y de 2.270 puntos en el peor.
Si de las profecías genéricas descendemos a las concretas, el resultado es dispar, por decirlo suavemente. Algunos apostaban por un descenso generalizado de los cambios. Se equivocaron de medio a medio. Otros, muy pocos, vaticinaron alzas moderadas. Se quedaron cortos.
Sí hubo consenso en un selecto grupo de valores. Un diario asalmonado consultó a los analistas bursátiles más renombrados sobre sus respectivas previsiones. Por citar tres ejemplos, a la ingeniería andaluza Abengoa le daban un “potencial de revalorización” del 50%; a Caixabank, del 10%; y a la central de reservas Amadeus, del 3%. La realidad es que Abengoa no solamente no ha subido ni un mísero entero, sino que cae cerca de un 3%. En cuanto a Caixabank, los adivinos pecaron de flaqueza, pues de momento progresa un 45% y otro tanto ocurre con Amadeus, que sube un 55%.
Sobre las constructoras, el conjunto de los oráculos no veía nada clara su evolución. A Acciona, feudo de la acaudalada familia Entrecanales, le auguraban un año perdido, pues estimaban que se mantendría más o menos en los mismos cambios. Peor era la conjetura sobre la ACS de Florentino Pérez, para la que pregonaban una caída del 6%. Al final, mientras Acciona se despeña un 30%, ACS gana un 25%.
Tampoco eran favorables los vaticinios sobre Banco Santander, Bankinter y Bankia. Al primero se le presagiaba un recorte del 7%, al segundo del 10% y a la infausta Bankia, del 2,5%. Pues bien, el banco de Emilio Botín lleva embalsado un aumento del 9%, Bankinter escala nada menos que un 144% y Bankia se desploma un 77%. O sea, ni una en el clavo.
Podríamos seguir repasando una por una la lista de las empresas cotizadas y al final llegaríamos a la misma conclusión. Los “expertos” yerran casi siempre, por la potísima razón de que no han sido agraciados con el don de la omnisciencia ni poseen la bola de cristal. Nadie sabe lo que ocurrirá mañana y mucho menos qué cambios alcanzará una u otra compañía a un año vista. Esta verdad de Perogrullo parece que se olvida cada vez que un hechicero del parqué abre la boca.
Si un pequeño ahorrador quiere invertir su dinero en bolsa, lo mejor que puede hacer es seguir su propio instinto o sapiencia. Y sobre todo guiarse por el principio básico de la prudencia, que debe regir toda aventura bursátil. A buen seguro los frutos serán superiores a los que habría cosechado siguiendo a pies juntillas los consejos de los charlatanes del mercado continuo. Por fortuna, el pueblo llano suele poseer un peculiar sano criterio para separar la paja del trigo y discernir el bien del mal.