Los peores presupuestos posibles

Lo único que garantizan los Presupuestos de 2021, por tanto, es más déficit, más deuda y más impuestos; una receta condenada al fracaso

El proyecto de Presupuestos Generales del Estado es la ley más importante del año, y no sólo porque su contenido determina el ingente gasto público que maneja la Administración, sino porque, en gran medida, fija la política económica y fiscal del Gobierno.

Y si los Presupuestos ya son relevantes per se, aún mucho más en un contexto como el actual, donde España sufre la mayor recesión desde la Guerra Civil y acumula el mayor déficit y deuda pública de su historia reciente.

Las cuentas estatales de 2021 serán cruciales para el devenir de la economía española a corto y medio plazo y, sin embargo, no pueden ser peores. El Plan Presupuestario que el Gobierno remitió a la Comisión Europea el pasado jueves contiene tres errores muy graves, cuyas consecuencias recaerán, en mayor o menor medida, sobre los sufridos hombros de familias y empresas.

El primero tiene que ver con el cuadro de previsiones macroeconómicas, la base sobre la que se construye todo el edificio presupuestario. Parte del gasto y, sobre todo, de la recaudación depende directamente de la evolución del PIB y el empleo. Si esas estimaciones son irreales, el Presupuesto también.

Y eso es, precisamente, lo que ha presentado el Ejecutivo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Los mismos que al inicio de la pandemia decían que esta crisis apenas tendría efecto sobre el crecimiento, admiten ahora una recesión del 11,2% en 2020, que, posiblemente, se quedará corta.

El problema es que para 2021 calculan un repunte del 7,2% e incluso del 9,8% en caso de poder contar con los ansiados fondos europeos. Semejante previsión no deja de ser un mero deseo, una simple promesa cargada de un optimismo irracional, dado que los riesgos e incertidumbres de cara al próximo ejercicio siguen siendo muy altos.

El déficit corre el riesgo de superar el 7,7% que estima el Gobierno

Y es aquí de donde parte el segundo gran error. El Gobierno afirma que, gracias a ese fuerte repunte del PIB, la recaudación rondará los 493.000 millones de euros, unos 30.000 millones más que en 2020, hasta el punto de superar el récord de ingresos registrado en 2019.

Descontando la inyección extraordinaria de fondos por parte de la UE, resulta inconcebible pensar que Hacienda recuperará la recaudación de hace dos años tras la desaparición de decenas de miles de empresas y la destrucción de millones de empleos.

Y aún más si se tiene en cuenta que tanto el propio Gobierno como la mayoría de organismos estiman que España no recuperará el PIB previo a la crisis del coronavirus hasta, como mínimo, finales de 2023 ó 2024.

Y dado que el gasto, única partida sobre la que el Gobierno sí tiene control total, lejos de reducirse, aumentará hasta los 588.000 millones de euros, un nuevo récord histórico en términos nominales, cifra equivalente al 48% del PIB, el déficit corre el riesgo de superar el 7,7% que estima el citado plan.

Es decir, el agujero fiscal de 95.000 millones de euros previsto inicialmente podría quedarse corto, agrandando con ello la enorme losa de la deuda pública.

El tercer error consiste en disparar los impuestos. El Gobierno, a sabiendas de que la recaudación es incierta, aprobará nuevas subidas fiscales, desde IRPF, cotizaciones sociales e IVA hasta el impuesto al diésel, a las transacciones financieras o los servicios digitales.

La subida fiscal se acabará traduciendo en menor crecimiento y empleo

Un sablazo de unos 9.000 millones, equivalente a la primera subida fiscal del Gobierno de Mariano Rajoy. España es el único país rico que apuesta decididamente por elevar la carga fiscal en plena crisis en vez de reducirla.

Y esto, por desgracia, en ausencia de reformas estructurales para mejorar la productividad, se acabará traduciendo en menor crecimiento y empleo. Lo único que garantizan los Presupuestos de 2021, por tanto, es más déficit, más deuda y más impuestos; una receta condenada al fracaso.