Luz, taquígrafos y médicos

Todos pagamos nuestros impuestos creyendo que van a sufragar servicios que luego pueden no estar disponibles. O no para todos.

Marea humana, política y médica en las calles de Madrid. Isabel Díaz Ayuso se enfrenta a su particular “no a la guerra”, donde sin duda la izquierda mueve ficha contra su presidencialismo voraz. Sin dejar por ello de cabalgar sobre graves insuficiencias muy sentidas del sistema público y concertado de salud. Faltan médicos, faltan centros, falta diligencia, faltan recursos.

No sólo en la Comunidad de Madrid, aunque ciertamente allí la cosa es sangrante, como ocurre también en Cataluña. Acaso sean las dos comunidades que sanitariamente más se parecen: densamente pobladas, con gran número de desplazados sanitarios, monstruosamente infrafinanciadas. Los recortes del procès. La corrupción histórica por no decir sistémica de décadas de ambos gobiernos, demasiado tiempo en manos de los mismos, y con una capacidad diabólica de expulsar a cualquier cuerpo político extraño que se les cuele por la escuadra.

Alberto Reyero, consejero de Ciudadanos en el primer gobierno Ayuso, tuvo que dimitir y salir corriendo espantado de la gestión de las residencias de mayores en la pandemia. No fue mucho mejor en Cataluña, con miles de muertos sin investigar. Cuando digo sin investigar, quiero decir que el partido de Salvador Illa, exministro socialista de Sanidad, se alió con Junts y con ERC, entonces todavía socios de Govern, para bloquear una comisión parlamentaria de investigación, contra la voluntad de toda la oposición, de los familiares de los muertos y de las entidades que mal que bien les representan.

«Eso es carísimo»

Tiene guasa ver a la izquierda tomar las calles en defensa de la Sanidad pública cuando sabes de buena tinta lo que costó torcerle el brazo al gobierno Sánchez para meter en la cartera de servicios de la Seguridad Social dos fármacos oncológicos, Trodelvy y Enhertu, de los que dependían y dependen años de vida de muchas pacientes de cáncer de mama metastásico. Se logró que la Generalitat empezara a pagar estas cosas poniendo al antiguo conseller de Salut, Josep Maria Argimon, entre la humanidad y la pared. Yo personalmente me dirigí a la ministra Darias en la presentación de un libro de Salvador Illa, y su cara era un poema que no presagiaba nada bueno. Como tampoco lo presagiaba este comentario que se le cayó a su jefa de gabinete: “Uy, es que eso es carísimo”.

Definitivamente la salud, más que un derecho universal, amenaza con convertirse en un lujo

Pues sí. La vida es cara. Las ciencias adelantan que es una barbaridad, alargan la vida, cronifican lo incurable, y eso eleva y abulta la factura sanitaria. Pero, ¿hay valor entonces de decirle a la gente la verdad, que no se pueden/quieren pagar ciertas cosas? ¿Se le explica bien al contribuyente el triaje administrativo al que se le va a someter? Todos pagamos nuestros impuestos creyendo que van a sufragar servicios que luego pueden no estar disponibles. O no para todos. Lo peor es que nadie te lo cuenta. Se oculta la información, se atomiza, se disgrega. Probablemente por miedo al estallido social que podría haber, este de verdad, no coreografiado por ningún sindicato ni partido político, si la cruda verdad se llega a saber globalmente.

Enfermos de ELA abandonados a su suerte, consumidos por el terror. Es el caso literal de Andrés, paciente que fue derivado del hospital madrileño de Fuenfría al Centro Alicia Koplowitz, donde el horario de visitas es retringido y donde no recibe adecuada atención por las noches, que vive temiendo ahogarse solo en la oscuridad en cualquier momento. La opción que le dan es redirigirle al Gregorio Marañón para sedarle, es decir, empujarle a una eutanasia que debería ser decisión suya y de su familia, no de un sistema que se desentiende. Hay demanda puesta y por ahora la Comunidad de Madrid ni siquiera la responde.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. EFE/ Borja Sánchez Trillo

Yolanda Delgado se pasó un domingo casi cinco horas en Sant Vicenç dels Horts, Cataluña, esperando una ambulancia para su marido Toni, también enfermo de ELA que se retorcia de dolor por una piedra en el riñón inoperable dadas sus circunstancias, o eso le dicen. Cuando Toni llegó por fin a Bellvitge ni el protocolo ELA le aplicaron. Yolanda tiene roto el tendón de un hombro y no le puede atender y la atención sociosanitaria que recibe en su domicilo es insultantemente insuficiente.

Incluso Jordi Sabaté, el Quijote de la ELA, capaz de sonreír a la desgracia como pocos, parece estos días a punto de tirar la toalla. Se ha quedado sin su enfermera de confianza, que se ha tenido que coger una baja. Da angustia ver sus incesantes tuits pidiendo ayuda para encontrar otra. Silencio.

Laura Escobar, la paciente de cáncer de mama metastásico que se ha hecho famosa porque su lucha y la de su marido, Juanra Martín, abrió la brecha para la “legalización” de los fármacos oncológicos, está ahora pendiente de otra lucha: la de qué pasó con su primer diagnóstico. No está nada claro que su metástasis no hubiera podido evitarse. Dicho por un alto responsable de la Sanidad catalana: “Se avecina una oleada de cáncer, fruto del infradiagnóstico durante el Covid”. Pelos de punta.

Mutuas privadas

Se nos anima, a los que podemos, a pagarnos mutuas privadas para descargar al sistema. Pero ni así. A menudo en esas mutuas privadas te encuentras con los mismos médicos de la pública haciendo doblete, que es otra de las causas para que falten profesionales. Ciertamente no hay dinero para pagar su trabajo, o no se quiere que lo haya. Hay que estar atento porque en la mutua te van a tratar antes y mejor (tampoco tanto, últimamente…), pero si tienes de verdad algo grave, algo caro, o dispones de los bolsillos de Amancio Ortega, o te rechutan a la pública. La letra pequeña de las pólizas es y será cada vez más una jungla hostil, con restricciones a los tratamientos más caros. Definitivamente la salud, más que un derecho universal, amenaza con convertirse en un lujo.

¿Cómo se entiende que el dentista no entre en la Seguridad Social, que la salud mental sea cosa de ricos, que la miríada de servicios pediátricos en los CAP y CUAP cerrados con la excusa de la Covid, ya no se hayan vuelto a abrir? ¿Cómo se come, en resumen, que el sistema te anime insistentemente a pagar más y vivir menos?

La mejor Sanidad del mundo, se solía decir que por aquí tenemos. También en la Cuba castrista presumían de tener muy buenos médicos, pero luego ibas al dentista y te sacaban las muelas sin anestesia, porque no había. ¿Llegaremos a ese punto mientras unos y otros se tiran las mareas blancas a la cabeza?