Macron contra los antivacunas

Se trata de cálculo político a las puertas de las elecciones presidenciales en las que aspira a repetir. Un cálculo muy elaborado cuyas consecuencias inmediatas han sido dos. Grandes manifestaciones en su contra. Tendencia al alza en los sondeos que ya encabezaba a distancia de sus perseguidores

A la par que en Italia siguen aumentando las restricciones a los negacionistas y hasta empiezan a multarles, el presidente francés, Emmanuel Macron, en un solemne y contundente mensaje, anuncia que se dispone a emmerder a quienes sigan oponiendo resistencia.

Emmerder viene de merde y literalmente significa llenar de mierda, pero se usa en sentido figurado. Puede traducirse como fastidiar, jorobar o incluso cabrear y dicho por una autoridad perseguir. Pero tal vez en este contexto, y en general, lo más apropiado sería ‘joder’. ‘Voy a joder los que no se vacunen’.

¿Qué tal? No van a negar que en boca del presidente de la democracia más presidencialista del planeta, se trata de un vocablo por lo menos malsonante, en exceso coloquial, nada apropiado.

Aún teniendo en cuenta la gravedad de la situación que ha llevado a un encendido debate en la Cámara de Diputados sobre las restricciones a los antivacuna, y que la cifra de contagios diarios ha llegado a superar la escalofriante de los 200.000, Macron se ha pasado verbalmente de la raya. Incluso algún periódico de izquierdas, no sabiendo cómo atacarle, le acusa de populista.

No es que se le calentara la boca, se trata de cálculo político a las puertas de las elecciones presidenciales en las que aspira a repetir. Un cálculo muy elaborado cuyas consecuencias inmediatas han sido dos. Grandes manifestaciones en su contra. Tendencia al alza en los sondeos que ya encabezaba a distancia de sus perseguidores.

Tal vez no se ha comentado lo suficiente las posibles novedades a tener en cuenta ante las próximas elecciones presidenciales del mes de abril. Una, puede que la extrema derecha se vea descabalgada por la derecha homologable. Y dos, si no hay error compartido y de mucho bulto, la izquierda, moderada o radical, no tiene la menor opción de situar a un candidato en El Elíseo. Todos los candidatos de izquierda sumados arrojan una intención de voto del 26%, la misma que Macron.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron. (Francia, Niza) EFE/EPA/DANIEL COLE / POOL MAXPPP OUT

Lo de la izquierda en fuera de juego ya va siendo habitual en Francia, pero en cambio es muy significativo que la derecha nacionalista no tenga asegurado el pase a la segunda vuelta, en la que los electores deben decidir entre los dos primeros candidatos.

El fenómeno se debe al formidable tirón de la candidata de los republicanos, la moderada Valérie Pécresse. Si Pécresse consigue descabalgar a Marine Le Pen del segundo puesto, las opciones de Macon para renovar mandato quinquenal serán mucho menores que si se enfrenta a Le Pen.

Demos por lo tanto por supuesto, convencimiento reforzado por el cálculo subyacente a su famoso emmerder, que su principal objetivo de precampaña es neutralizar a la candidata emergente, el único obstáculo a la vista. Forzar a Pécresse a desmarcarse del exabrupto presidencial, desalojar el centro y dejarle solo desplazándola hacia la derecha.

Sin lugar a dudas lo ha conseguido. Estando como está Pécresse empatada en los sondeos con Le Pen y compartiendo como comparten un segmento de indecisos, lo único que acertó a responder es que un presidente debe unir a los franceses en lugar de dividirles.

Dividirles claro, pero no por la mitad, ya que el 75% están vacunados. El resto, los irritados que se manifiestan por decenas de millares y reciben severos varapalos policiales, no salen a la calle únicamente contra Macron sino contra la inmensa mayoría de sus conciudadanos, los vacunados, de quienes el presidente se ha quedado como único defensor y valedor.

Como en el Madrid de la campaña que aupó a Isabel Díaz Ayuso hacia la estratosfera de la derecha, el lema de los manifestantes consistía en una sola palabra, LIBERTAD. Pero a diferencia de otros contextos, en este caso la libertad de no vacunarse implica necesariamente, como argumentó Macron de forma interrogativa, un elevado número de muertos que seguirían vivos si ellos hubieran hecho un uso responsable de su libertad.

En España nos hemos ahorrado la confrontación política y social sobre la necesidad de vacunarse

Tengamos presente que en España, a diferencia de la gran mayoría de países europeos, nos hemos ahorrado la confrontación política y social sobre la necesidad de vacunarse. Aquí nadie con capacidad de arrastre masivo ha levantado la bandera de la no vacuna. Por ello, las discrepancias entre partido son menores, casi insignificantes por comparación.

Macron tiene toda la razón, pero no se trata solamente de reconocerlo sino de fijarse en cómo ha conseguido erigirse en centro del debate, y además centrado, y poner a la gran mayoría de franceses de su lado. Un presidente, y un candidato, osado y calculador, pero para nada comparable a los que ponen en peligro las democracias de más de medio mundo.