Manosear al Rey

A las muchas crisis que conllevamos se ha sumado la que puede petarlo todo: cuestionar la monarquía parlamentaria

Hemos podido comprobar que la afirmación de que todo es susceptible de empeorar es cierta.

A las muchas crisis que conllevamos como resignación cristiana –Covid, un gobierno central deshilachado, una oposición sin rumbo, la reconversión del estado autonómico en un reino de taifas, una economía en caída libre, la peor casta política desde que tenemos democracia, etc.–, se le ha sumado la que puede petarlo todo: cuestionar la monarquía parlamentaria.

Es decir, el propio núcleo indisociable del entramado institucional que nos dimos en 1979. Vamos de mal a peor con la ayuda de todo dios.

A su majestad Felipe VI se le prohibió literalmente por el gobierno de Pedro Sánchez desplazarse a Barcelona para presidir el acto de entrega de credenciales a los nuevos jueces formado en esta ciudad. Opacidad total respecto del porqué, más tarde despejada por “motivos de seguridad pública”.

En otras palabras, pueden más cuatro independentistas encapuchados incendiando contenedores que todo un Estado. Cesión de Sánchez, el engreído, a sus socios de mal gobierno, los de Podemos, favorables a un referéndum secesionista, aunque lo prohíba nuestra ley primera. Increíble.

Después, metedura de pata del monarca al llamar a Carlos Lesmes para decirle que sentía mucho no haber podido estar en el acto en cuestión. El presidente en funciones del CGPJ, saltándose el mínimo decoro y la mínima lealtad al jefe del Estado, lo contó cual portera. Contaminación total que llega al Congreso de los Diputados por vía espúrea.

Gran espectáculo circense al que sólo le faltó sortearse a trozos la camisa de don Felipe. Magistral actuación del diputado Gabriel Rufián (ERC) haciendo honor a su apellido y demostrando que no se limpia la boca con jabón antes de tomar la palabra. El Rey yació en el hemiciclo cual toro en la plaza de Las Ventas. De eso, todos fueron culpables.

Es impresentable que las dos primeras bofetadas que reciba el Rey por su llamada a Lesmes provengan del Gobierno de España

Conclusiones: La primera, los cinco magníficos de la Casa del Rey deberían ser remodelados de sus puestos. Si por ahora es la última metedura de pata de Felipe VI, no es la primera. Va demasiado encorsetado y lo tienen aislado. Es Grecia y no Borbón. Deberían saberlo; luego, le falta empatía. Secuestrarlo no es la mejor opción.

Si le sugirieron la llamada a Lesmes, mal; si se la permitieron, peor. La Casa del Rey huele a rancio mesetario. El Rey debe airearse y ser él. Puede, pero entre el Gobierno y los burócratas de Palacio, de signo político opuesto al primero, no le dejan. Deben irse a su casa.

La segunda conclusión: Es absolutamente impresentable que las dos primeras bofetadas que reciba Felipe VI por su llamada a Lesmes provengan del mismísimo Gobierno de España.

El “coletas” y sus adláteres no son de fiar. Dicen respetar la Constitución, pero en cuanto pueden sitúan a la Monarquía como centro de la diana y disparan con auténtico placer. Disfrutan. Y el presidente Sánchez ni los desautoriza. Desea durar y durar en su propia mediocridad. Para ello necesita a Pablo Iglesias y al “todo es nada”, los que le dieron la investidura por razones distintas y hasta opuestas.

Y la tercera de las conclusiones: el PP, Vox y Ciudadanos, aún llevando razón, no deben dar más patadas en el culo de Sánchez en su defensa de la ;onarquía, porque tal como lo hacen –de hecho, mal hacen– quien se lleva el consiguiente dolor y hasta escarnio es Felipe VI.

El horno no está para bollos faltos de buena masa y sobrados de prisas para venderlos. Hay que pensar y trabajar más. Se lo dicen con vocabulario estadístico las dos últimas encuestas del CIS, del CEO catalán y las de Gad3. Se pasan el balón entre ellos, pero no “rascan” en terreno ajeno. No hay alternativa, dicen los ciudadanos.