Messi despedido, el independentismo se queda sin altavoz

El independentismo no exigía muestras de adhesión a Messi porque gracias a él su proyecto era visible en medio mundo.

Una imagen de Messi en un partido de fútbol / EFE

En el año 2008 se celebraron los Juegos Olímpicos en Pekín. España jugo la final olímpica de baloncesto contra USA y entre el público muchos norteamericanos se preguntaban por qué los hermanos Gasol, hijos de Sant Boi de Llobregat y por aquel entonces All Star de la NBA no jugaban con la selección yankee sino con España.

A los independentistas catalanes les ha sucedido algo parecido con Messi. En la Cataluña en la que desde los ámbitos oficiales se impone el catalán para ejercer de médico o pasar de curso y la Plataforma por la Lengua espía a niños en el patio o escrachea a dependientes o cajeras de supermercado que no hablen catalán a Messi se le permitió todo y se le hizo uno de los suyos sin más, incluso se le concedió la Creu de Sant Jordi en una ceremonia que paso a la historia porque fue el único galardonado en no dar palmas al ritmo de in-inde-independència.

Messi fue un producto pujolista 100% puro por aquello de que “catalán es aquel que vive y trabaja en Cataluña”, hoy esta máxima ha sido enterrada por el independentismo que considera a todo aquel llegado a Cataluña desde cualquier lugar de España un “ñordo” y un “colono”.

Messi siempre fue la excepción, nunca fue silbado ni atacado por su monolingüismo en español, por su falta de apoyo al separatismo e incluso se le perdonó que su contrato incluyera una cláusula de rescisión en caso de que Cataluña fuera independiente. Marchena y el Tribunal Supremo consideraron que los hechos de octubre del ’17 eran una ensoñación pero en cambio los abogados del astro argentino y del FC Barcelona vieron la independencia como algo muy real y así lo plasmaron en un contrato.

El independentismo le permitía todo a Messi porque el FC Barcelona se convirtió en la plataforma propagandística más importante del separatismo. Que llegaba un 11-S, la ANC montaba una cadena humana que cruzaba el Camp Nou. Que se convocaba el Pacte Nacional pel Dret a Decidir, ahí estaba el FC Barcelona. Que jugaban un partido de Champions, una pancarta inmensa sobre falsos presos políticos aparecía en un recinto al que para entrar debes pasar 3 controles sin saber quien la había introducido en el Estadio.

Las victorias contra el Real Madrid, daba igual que fueran gracias a la maestría de españolazos como Iniesta, argentinos como Messi o brasileños como Neymar, se convertían a los ojos de los catalanes separatistas en la constatación de la superioridad catalana.

El independentismo no exigía muestras de adhesión a Messi porque gracias a él su proyecto era visible en medio mundo. De eso eran muy conscientes jugadores como Puyol o Xavi Hernández que tras vencer en el final de Mundial en Sudáfrica corrieron a fotografiarse con una senyera para no ser criticados desde TV3 y el entorno más pata negra del barcelonismo nacionalista.

La frase “més que un club” cobró su verdadero sentido durante los años del Procés, el FC Barcelona dejo de ser un club de fútbol para ser una plataforma política. Las finales de la Copa del Rey fueron el lugar perfecto para, amparándose en el anonimato de la masa, silbar al Rey, gritar Puta España y soñar por unos segundos que el resto de catalanes no separatistas y el conjunto de España era derrotable como si en la vida todo fuera como un partido de fútbol.

La conversión del Barça en un movimiento político deportivo contribuyó a que el independentismo catalán tuviera en los medios de medio mundo una visibilidad que jamás alcanzó el independentismo escocés, que siempre fio toda su imagen a Sean Connery.

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