El miedo a identificar la política con el poder  

“La mayoría (de personas) saben que la función de un partido y la razón de su existencia no es otra que lograr el poder y mantenerse en él”

Hay partidos políticos que se enorgullecen afirmando que su impulso vital está determinado a partir de sus convicciones. También encontramos a fuerzas políticas, en el bloque de los partidos que se identifican como de la “verdadera izquierda”, que se consideran fuerzas de choque para limitar los excesos del capitalismo. Hay formaciones políticas que basan su capacidad política en evitar que las cosas cambien.

Las tres formas de actuación política tienen el común el hecho de sentir un fuerte rechazo por el significado simbólico del poder, al mismo tiempo que se sienten atraídos y fascinados por él. El miedo a identificar la política con el poder solo se explica por el pudor, la vergüenza y la incomodidad que siente la sociedad hacia el poder, al considerar que corrompe al hombre.

Pocas son las personas ven a un partido político como una maquinaria preparada, afinada y creada para alcanzar el poder; la mayoría lo entiende como un colectivo que lucha por unos ideales; sin embargo, saben que la función de un partido y la razón de su existencia no es otra que lograr el poder y mantenerse en él.

Pocas son las personas ven a un partido político como una maquinaria preparada, afinada y creada para alcanzar el poder

Para los políticos y los partidos políticos, el poder es tan importante como para un pez el agua; pero mientras que un pez pasa toda su vida sin tener conciencia de que no puede vivir sin agua, incluso cuando se encuentra fuera de ella sin poder respirar, los partidos políticos nacen, crecen y mueren sabiendo que su hábitat es el poder, ejercerlo o estar lo más cerca de él.

Si a un príncipe se le ofrece la corona que simboliza el poder y la rechaza, es probable que pierda antes su cabeza que su reino. Cuando un partido político renuncia al poder, teniendo la opción de optar a él, aunque no disponga de suficientes apoyos políticos, está cimentando las bases para desaparecer como fuerza política, incluso argumentando que lo hace en defensa de sus convicciones.  

El presidente del Gobierno en funciones y líder socialista, Pedro Sánchez. EFE/ Juan Carlos Hidalgo

Si el poder, el impulso hacia el poder, es lo que determina la razón de la existencia de los partidos políticos, no es de rigor exigir a Pedro Sánchez que rechace ser investido, porque lo pretenderá obtener incluso a costa de sacrificar sus convicciones. Tampoco renunciará Alberto Núñez Feijóo a pactar acuerdos entre el PP y Vox, a pesar de que ello implique que el centro-derecha español se incline hacia el populismo para lograr gobernar y acceder al poder.

Solo deberíamos tener miedo del poder cuando en el caso de que los mecanismos de control estuvieran ciegos ante los actos de aquellos que lo ostentan

Tanto Sánchez como Feijóo actúan respetando la razón por la que lideran sus partidos, que no es otra que llevar a sus miembros, simpatizantes y votantes a la máxima gestión de cuotas de poder. Dicho de otro modo, solo deberíamos tener miedo del poder cuando en el caso de que los mecanismos de control estuvieran ciegos ante los actos de aquellos que lo ostentan.

Las constantes críticas hacia las maniobras políticas que realiza al PSOE para obtener el poder, pactando con Bildu, ERC, Junts, PNV y Sumar, deberían centrarse en exigir que el poder que obtenga gracias a los acuerdos no puede estar solo focalizado en el objetivo de obtenerlo.

Como indicó el filósofo Bertrand Rusell en su ensayo El Poder: “el amor al poder, si ha de ser beneficioso, debe estar inspirado en otro objetivo que en el del poder. No quiero decir que no deba amor al poder por sí mismo, pues es seguro que ese motivo aparecerá en el curso de una carrera activa; quiero decir que el deseo de algún otro fin debe ser tan fuerte que el poder no satisfaga a menos que conduzca a ese otro fin”.