Normas de urbanidad desfilística para patriotos explosivos

Los insultos al Presidente del Gobierno en el Día de la Hispanidad, aparte de una falta de respeto, solo sirven para concentrar más apoyos entre los votantes moderados

Cuando somos pequeños nuestros padres y madres nos adiestran en lo que está bien y lo que está mal, en lo que se debe hacer y en lo que no. Nuestra supervivencia depende de ello.

Así aprendemos que soltar un voluptuoso regüeldo en el ascensor, a pesar de que en nuestra más tierna infancia hubiera sido un evento altamente celebrado por papi y mami (¡Mira qué provechito se ha tirado el nene!), al crecer uno devenía en una horrorosa falta de educación.

Así aprendemos también a ceder el asiento a las personas mayores en los transporte público, a esperar el turno en la charcutería sin colarnos, a hablar cuando nos dan la palabra en clase e incluso a no gritar obscenidades en el cine ni siquiera en el cuando atravesamos el epicentro de nuestra adolescencia.

Nada de esto es obligatorio o inconstitucional, de hecho si alguna vez se ha tirado usted un cuesco sonoro y oloroso en un ascensor habrá percibido que nunca aparece un policía para detenerle de igual forma que la guardia civil ni le amonestará ni le llevará al cuartelillo esposado si pasa usted dos meses sin ducharse. Son solo normas de urbanidad, convenciones sociales, leyes de cortesía cuyo incumplimiento nunca puede ser reclamado ante los tribunales, pero que de no observarlas le acarrearán a usted y a los suyos la horrenda condena del extrañamiento social.

A no ser, claro, que se las salte para insultar al presidente del gobierno el día de la hispanidad.

En ese caso, las normas de cortesía desaparecen y a pesar de que el acto esté presidido por SM El Rey, que la bandera española esté colocada en el mástil más alto y que decenas de engalanados militares hagan el saludo reglamentario, usted puede gritar, hacer pedorretas, bailar como un orco de Mordor, insultar e incluso escupir al presidente del gobierno.

El rey Felipe VI preside el desfile militar del 12 de octubre junto al Presidente Pedro Sánchez y a la reina Letizia. EFE/Chema Moya

De hecho, si además en su biografía de Twitter aparece “viva España”, “patriota” o “monárquico” le está explícitamente permitido insultar en lenguas muertas al presidente del gobierno, dar dos collejas (suaves) al Rey, hacer 5 gozosos pareados con el apellido de cualquier presidente autonómico y tirarse un pedo ante la cabra de la legión. Todo incluido.

Y si alguien se atreve a llamarle la atención por su comportamiento, recuérdele usted las pitadas al Rey en el fútbol, las declaraciones de algún independentista iracundo y de barretina a rosca sobre España o la última barbaridad de Pablo Iglesias. Cualquier cosa antes de reconocer que es usted tan grosero, maleducado y tan poco patriota como todos ellos, porque solo un anti-español de tomo y lomo sería capaz de empañar a base de insultos e improperios la celebración del Día de la Hispanidad, el día de todos nosotros, nuestra fiesta nacional y de reclamar para sí mismo como un niño malcriado la atención que solo debería estar en el desfile y en nuestro ejército.

Y además es tan poco inteligente que no se da cuenta de que con ese tipo de actitudes cavernarias lo único que consiguen es que el presidente del gobierno concite más apoyos entre los votantes más moderados, esos millones de españoles que pasan el día de la hispanidad con sus familias.

Y mire, no me hable usted de libertad de expresión, a pesar de que el insulto al político de turno esté recogido dentro de la misma, es un derecho que ha costado demasiada sangre como para que usted lo mencione siquiera como excusa.