¿Nos tomamos de una vez en serio el empleo en España?

Otra vez volvemos a salir muy mal entre los países que no saben –o quizá no quieren– resolver el problema del paro en la Unión Europea. Tanto los que llevan más de un año buscando empleo como los que ya llevan más de tres, España tiene un problema de muy difícil justificación económica y política.

Tres millones y medio de personas llevan más de un año buscando empleo. Es decir, un 62% de los seis millones de parados. Pero, además, uno de cada cinco desempleados llevan en esta situación más de tres años, según las estadísticas oficiales. Me parece inaceptable. Es un problema enquistado que supera de largo el sufrido en nuestro país con motivo de la Reconversión Industrial en 1987.

Gracias al estudio de las investigadoras Sara de la Rica y Brindusa Anghel, publicado por la Fundación Alternativas, sabemos que los parados de larga duración menores de 25 años tienen un bajo nivel educativo y falta de capacitación profesional.

Por otra parte, los mayores de 45 años, que llevan más de tres años en paro, o incluso más, lo están precisamente porque desde el desempleo existen más dificultades para volver a trabajar. En otras palabras, un paro de larga duración tiene muchas más posibilidades de convertirse en un paro de «muy larga duración» con tendencia a que estos parados queden ya fuera de la vida laboral.

No es extraño, entonces, que tanto la Comisión Europea como el Banco Central Europeo hayan dado un aviso serio al gobierno español para que incorpore medidas efectivas en políticas activas de empleo y mejore todo el funcionamiento del sistema. La EPA pone en evidencia que los Servicios Públicos de Empleo son ineficaces. Dice que, solamente, un 2% de los asalariados obtuvo su trabajo por mediación de estos servicios. Tampoco las ETTs son más eficientes; sólo colocan al 2,9% de los que obtuvieron un empleo.

Con estos resultados resulta evidente y urgente diseñar de nuevo los servicios de colocación de parados y hacerlo teniendo en cuenta que los primeros meses de paro son cruciales. El parado típico español es mayoritariamente mujer, mayor de 45 años, con estudios primarios y proviene de la construcción (en términos generales). Y los que tienen más posibilidad, desde el paro, de encontrar trabajo son varones, con educación secundaria…… y no acostumbran a cobrar ningún subsidio, según el estudio citado más arriba. Con esta fotografía no es difícil diseñar políticas activas eficientes.

Por supuesto los menores de 25 años deberían volver a la formación especialmente a la «nueva» Formación Profesional, la llamada formación dual, a la alemana, con la colaboración de la empresa privada, ofreciendo incentivos fuertes. Lo fundamental es que los parados jóvenes tengan algún tipo de cualificación que el mercado demande, se acostumbren a la disciplina de una empresa y no se «amolden» a cobrar un subsidio.

El estudio de las investigadoras citado sugiere, de forma suave, que nuestro sistema de «seguro de paro» es desincentivador para la búsqueda y aceptación de ofertas. Como parece que la evidencia empírica les da la razón, sería necesario reformarlo rápidamente. Para los mayores de 45 años el problema es más difícil. Por un lado los servicios de empleo (reformados) deberían seguir individualmente todos los casos implicándose, más intensamente, en la búsqueda de soluciones. Introducir competencia privada, muy medida, podría resultar útil, a pesar de que a los sindicatos no les guste.

Y, sobre todo, se debería tratar de romper el círculo vicioso de los parados de larga duración: a la empresa no le gusta este tipo de parado, porque los empleadores creen que ha perdido el hábito, la disciplina y que si no ha encontrado trabajo es que tiene una formación obsoleta y poca disposición al trabajo. Casi nadie cree que es el sistema el que favorece la no búsqueda y aceptación de trabajo, porque, el nuevo puesto de trabajo, si lo hubiera, es peor en retribución y en condiciones que lo que obtiene del seguro de desempleo.

Es cierto que el mercado de trabajo en España no es el adecuado para crear empleo. La maraña de tipos de contrato, la dualidad, el favorecer los contratos temporales, para adecuarlos al modelo económico –que también van en contra del empresario y de la productividad–, la excesiva rotación, el miedo al contrato fijo etc, junto a la ineficacia de las oficinas de empleo, configuran un panorama desolador.

Pero, independientemente del modelo de mercado de trabajo, que por supuesto es una losa muy sería, España parte de un base que es muy difícil cambiar a corto plazo. Mientras Alemania tiene el 42% de su población con niveles educativos intermedios en España sólo es de un 23%. En nuestro país solo están cursando Formación Profesional 2.100 jóvenes, que luego no tienen casi ninguna dificultad en encontrar empleo.

¿Por qué no se implanta decididamente el modelo dual? Y por qué no, también, se incentivan, con subsidios, a las empresas. O por qué no se les hace ver a las familias que es la mejor opción para sus hijos en lugar del «modelo social universitario» al lado del domicilio de residencia.

Además, el despilfarro en términos sociales del sistema actual es enorme. La política para los mayores de 45 años debería estar muy enfocada en las circunstancias del parado concreto, buscando soluciones ad hoc, quizá con contratos a tiempo parcial, primero en pymes, para que no pierdan el feeling de la empresa y no se deprecie su capacidad profesional, su salud y bienestar. Y con formación continúa. Para los menores de 25 años se debería resucitar y dignificar la figura del aprendiz, que históricamente ha dado, al menos en Catalunya, tan buenos resultados.

En las dramáticas circunstancias actuales de paro es muy importante salvaguardar la mayor cantidad de trabajo posible y no pretender, además, exigir precios mínimos, porque la realidad nos dice que el que sale del mercado laboral es posible, que a medio plazo, ya no pueda volver a entrar.