Ofensas y desafíos a la española
En 1890 Eusebio Yñiguez recopiló, a modo de tratado, las leyes que rigen en el duelo. Una síntesis de los mejores textos sobre el arte del duelo «los combatientes serán llevados a sus plazas por los testigos que designen», » si la distancia acordada es menor de treinta y cinco pasos, tirará primero el que la suerte designe», » si uno de los combatientes es herido ilegalmente…
Este se dará por terminado aunque éste fuera pactado á autrance, y se hará constar en el acta lo ocurrido y el deshonor del adversario prevaricador, que lleve en sí la condena de no poderse batir jamás con ningún caballero». El libro lleva por título Ofensas y desafíos.
La política española de pactos empieza a tener el aroma de los duelos con capa, espesa bruma y mucho honor manchado. Tiene el tono crepuscular de los hidalgos a los que sólo les queda el honor por lo que luchar, por lo que merece ver la luz de un nuevo día.
La política española es la de los duelos con testigo, los electores. La ofensa de Pablo Iglesias a Felipe González y la respuesta de éste apelando al odio de Iglesias ha acabado en un duelo en los medios de comunicación con declaraciones a espada.
Las espadas de afilada hoja entre Podemos y el PSOE, enfrentadas durante varias elecciones, europeas, municipales y generales; la ofensa de Pedro Sánchez a Mariano Rajoy en el debate electoral «usted no es decente»; la de Rivera a Rajoy pidiendo que dé un paso a un lado por los casos de corrupción, nos muestran hasta qué punto la política de pactos está minada por pequeñas explosiones declarativas a modo de duelo a pistola. No es de extrañar que todas las partes tengan ganas de encontrar algún modo para ignorar tanta ofensa y tantos desafíos.
Pero la diferencia entre los duelos proclamados por Yñiguez y los de la política española estriba en que los primeros se basan en unas normas, en el bon ton, y en los segundos tiene mucho de navaja de afeitar. La pericia y solemnidad de los duelos clásicos que Joseph Conrad describió en los Duelistas contrasta con la urgencia y el vértigo por desacreditar el adversario.
En los duelos clásicos a espada, a pistola a pie firme, a pistola marchando, a revolver, a fusil, tienen reglas que uno debe aceptar para no perder el honor en la contienda. Los de la política española buscan las bajezas morales del contrario que, a modo de espejo, reflejan las suyas.
Llegados a este punto, podemos constatar que uno de los factores más decisivos para alcanzar algún acuerdo no se encuentra en las diferencias de programas o en las distancias insalvables de las ideologías, sino en olvidar las declaraciones de unos contra otros.
Debemos recordar a los políticos que la causa más recurrente que ha motivado las guerras, desde la antigua Grecia, no ha sido tanto por tierras, miedo, riquezas o gloria sino por orgullo. Esta constante de la gran Historia también rige en la pequeña. Y, como advertía G Green, lo que acaba convirtiéndonos en traidores o héroes es el factor humano. Un factor humano clave para restablecer vías de acuerdo. Un factor humano que más que la realpolitk determinará la gobernabilidad de España.