Okupar, un negocio político y económico

La proliferación de la okupación es un síntoma de la degradación de unas instituciones

Más de 90.000 viviendas parecen estar okupadas en España. Sobre el papel, que ya se sabe que lo aguanta todo, con la Ley de enjuiciamiento civil en mano, un desalojo puede llevarse a cabo en menos de tres semanas. Pero eso es lo que dice otra de las muchas leyes que no se aplican quizás porque tenemos demasiadas, más de 100.000, de las cuales 67.000 son de rango autonómico.

Pero, ¿qué ocurre en nuestro país para que multinacionales de alarmas promocionen su producto alegando que así se evita la ocupación? No deja de ser singular que esos anuncios en ocasiones se emitan justo antes o después de los del Gobierno de Pedro Sánchez. ¿Por qué la Ministra de Defensa, exsecretaria de estado de Justicia y ex miembro del CGPJ, sale en defensa de la ley y quitando hierro al asunto de la okupación?

España ha creado un ambiente social y mediático que equipara el derecho a la vivienda, que ampara el artículo 47 de la Constitución, con el derecho a la ocupación. Es más, se ha llegado a un punto en el que se contrapone el artículo 33, que consagra la propiedad privada, al 47.

España ha creado un ambiente social y mediático que equipara el derecho a la vivienda con el de la okupación

Desde la perspectiva de lo políticamente correcto el derecho a la okupación está por encima de la defensa de la propiedad privada. Es más en el pensamiento mágico se ha llevado a cabo un enmienda imaginaria a la Constitución y se ha establecido una graduación en el derecho a la propiedad. Si una propiedad es de un individuo a título personal tiene un cierto nivel de protección — tampoco gran cosa— , pero si esa propiedad es de lo que se llama un gran tenedor, aquel que tiene 10 propiedades o más, entonces la protección de la propiedad está cercana o cero.

En más de una ocasión hemos visto debates en los medios de comunicación que enfrentan a un okupa a un propietario, gran tenedor, como si ambas cosas fueran lo mismo. Ese debate, en sí mismo, ya pone de manifiesto el extremo al que hemos llegado, equiparando a un delincuente — el okupa—  con un inversor, generador de empleo y riqueza.

Desokupa es una empresa de éxito, y detrás de ella han aparecido infinidad de empresas especializadas

Hace unas semanas fue okupada por segunda vez en los últimos meses una vivienda en mi calle. La policía siempre actúa igual: se acerca al inmueble, aconseja a los vecinos que no polemicen con los okupas y nada más. A los pocos días una agencia de fincas había dejado en el buzón de la vivienda okupada un mensaje para su morador: “Llámeme, acuerdo amistoso”. O no le llamó o no hubo acuerdo, porque el okupa sigue ahí.

Esta semana supimos que un juez imputaba a una persona que, aprovechando que un okupa se había ido de vacaciones a Ibiza, había contraokupado su propia vivienda. Se han hecho virales las imágenes de una abogada intentando negociar con su compañera de profesión, representante de unos okupas. La abogada de la propiedad hablaba desde la calle y la del okupa desde dentro del inmueble amparada por unos barrotes. Fue célebre el caso de una señora que localizo en Airbnb su inmueble okupado y se registro en el mismo para luego hacer como Chanquete y no moverse de dentro.

Desokupa es una empresa de éxito, y detrás de ella han aparecido infinidad de empresas especializadas en “soluciones extrajudiciales”, Desokupamos, Gestokupa, etc…. Solo si uno se hace anarquista, prescinde del poder de la administración y actúa por su cuenta restablece la justicia. Cuando esa idea cuaja y se lleva a la práctica significa que la crisis es mucho más que coyuntural por culpa del coronavirus, es estructural.

La proliferación de la okupación es un síntoma de la degradación de unas instituciones

Leyes ineficaces, cuerpos uniformados que toleran la ocupación, ayuntamientos y colectivos sociales no solo cómplices sino impulsores de un ambiente social propicio a la inseguridad jurídica tienen un objetivo concreto, que no todos aquellos que comparten esas ideas son conscientes de ello.

Dijo Milton Friedman que la propiedad no es solo fuente de libertad económica sino también de libertad política. Por lo tanto ya sabemos que quieren aquellos que promueven, amparan y enaltecen la okupación. No dejo de preguntarme cual hubiera sido la reacción de pablo Iglesias si durante sus vacaciones en Asturias hubieran okupado su chalet en Galapagar, aunque vista la actitud que ha tomado frente a los que se manifiestan a la puerta de su casa es de suponer que no hubiera sido de condescendencia con los okupas.

La proliferación de la okupación es un síntoma, uno más, de la degradación de unas instituciones que no solo no son útiles para proteger a los individuos y el más principal de sus derechos, a poseer lo que ha obtenido como fruto de su esfuerzo, sino que no tiene interés alguno en frenar un proceso que genera inseguridad ciudadana y degradación.