Parques de producción y formación simbiótica

En el marco de la 080 Barcelona Fashion, tuvo lugar una jornada sobre formación y colaboración entre la empresa y el mundo formativo por parte de una organización empresarial. En las diversas ponencias quedó claro la importancia que unos y otros dan a la formación como elemento capital para acceder al mercado laboral y progresar profesionalmente. Así como la necesidad, por parte de las empresas, de tener un mejor capital humano para lograr altos niveles de productividad y competitividad.

Desgraciadamente, las coincidencias en la importancia de la formación y la necesidad de colaboración entre empresas e instituciones académicas se reduce a la formación continuada de los trabajadores en activo y a la formación profesional de los más jóvenes en su formación profesional.

La necesidad de actuaciones conjuntas dirigidas a los parados de larga duración, muchos de ellos con una baja o muy baja dotación de capital intelectual, fue la grande ausente. Una ausencia explícita, puesto que a la pregunta sobre qué alternativas existeb para potenciar la dotación en conocimientos de los centenares de miles de parados con menos de 40 años no se dio ninguna propuesta especifica.

Y, a la vez, las intervenciones se desarrollaron con un trasfondo en el que merodeaba la imposibilidad de formar adecuadamente a este colectivo. La falta de propuestas en la formación de los parados, con baja formación, es frustrante puesto que no es aceptable excluir a nadie del mercado laboral.

La no respuesta, que no quiero interpretar como una carencia de compromiso, es, en mi opinión, un hecho preocupante puesto que una parte significativa de los parados tienen y tendrán enormes dificultades para poderse acceder nuevamente al mercado de trabajo dada su baja calificación a menos que se pongan en marcha actuaciones especificas dirigidas a incrementar notoriamente su formación.

La carencia de valorización y de reconocimiento colectivo por la formación es suficientemente conocida. España es uno de los países de la UE que menos invierte en la formación de sus ciudadanos y no es por la crisis ni el endeudamiento.

En 2005, mucho antes de iniciarse la crisis actual, en el ecuador del periodo de 10 años que se estableció para desarrollar los objetivos de la Agenda de Lisboa, España se situaba a la cola del gasto en formación, muy alejada de Dinamarca, Irlanda y Francia, los tres países que más invierten en este campo.

Con este escenario no es de extrañar que el «patrimonio capital humano» por persona en España –calculado por el profesor Peer Ederer de la Zepellin University de Alemania justo antes del inicio de la crisis–, se situara en 78.000 euros. Se trata de un importe superior al de Irlanda, de 77.000 euros, y al de Portugal, de 69.000 euros, pero muy lejos de Suecia que llegaba a los 175.000 euros.

Las tasas de paro, los nuevos paradigmas en cuanto a producción, la destrucción de ciertos sectores intensivos en mano de obra no cualificada, tendrían que ser suficientes argumentos para justificar actuaciones innovadoras y decididas para mejorar la inversión en la formación de capital humano para salir de la crisis. Actuaciones que se tienen que encuadrar necesariamente en un contexto internacional altamente competitivo, y también en las exigencias de la sociedad del conocimiento y las herramientas y los métodos disponibles, con especial atención en el e-learning. La formación de los parados con baja dotación de capital intelectual no sólo es imprescindible. Es obligatorio y posible. No es ni éticamente ni económicamente admisible excluir a ningún colectivo del mercado laboral.

Ahora bien, para hacerlo posible, hace falta la colaboración decidida de las empresas y de sus profesionales, asistidos por especialistas del mundo académico. Una formación que tiene que considerar a la vez el perfil de los parados, tanto su estado de ánimo, como la pérdida de la disciplina y metodología de estudio. Un hecho que comporta la necesidad de que el proceso de adquisición de conocimiento se efectúe simultáneamente con la aplicación de los nuevos conocimientos. Es decir: trabajar y estudiar.

En el contexto anterior, una posible actuación puede pasar por la creación de «parques de producción y formación simbiótica». Áreas en las que se efectúe simbióticamente la producción industrial y la formación en periodos de tres años que otorguen la titulación de técnico superior (Ciclo formativo de grado superior) con un esfuerzo anual de 1.750 horas de esfuerzo, 500 horas de estudio en el aula y el resto para la aplicación de los conocimientos y experimentación en el proceso productivo en la empresa.

Una actividad de formación y trabajo, que tendría que ir acompañada de una retribución para el estudiante, cercana al salario mínimo interprofesional, a lo largo de todo el periodo formativo. La retribución del estudiante, al igual que el coste de la formación, tendría que ser asumido por las empresas en las que los alumnos trabajan y estudian. La administración facilitaría la actividad con la exención de todos los costes relativos a la SS y otros del ámbito laboral.

La creación de parques de producción y formación simbiótica es sólo una de las muchas iniciativas posibles, pero para hacerlo hace falta no renunciar a cambiar y a aceptar  que la clave del futuro es el patrimonio en cuanto a capital humano, recordando que sólo haciendo las cosas de otro modo cambiaremos los resultados y la situación a la que hemos llegado.