Podemos y el terrorismo
Una cosa es reconocer el origen político de ETA y otra ser condescendiente con el papel jugado por la banda. La afirmación, por parte de Pablo Iglesias Turrión, de que el terrorismo de ETA “tiene explicaciones políticas”, ha levantado una oleada de críticas de la derecha política y mediática contra el líder de Podemos, que se ha defendido ante los tribunales, hasta ahora sin éxito, y el silencio acomplejado de la izquierda, cuando en realidad aquél no hizo más que constatar una obviedad.
Como las Brigadas Rojas italianas, la Fracción del Ejército Rojo alemán, el IRA irlandés, los chechenos de Rusia, el Irgún judío o los terroristas anarquistas españoles e italianos de finales del XIX y principios del XX, también ETA nació por razones políticas.
La amnistía de octubre de 1977 que puso en la calle a los etarras presos y exoneró a quienes seguían huidos reconocía de forma explícita el origen político de sus actividades, por no hablar de las negociaciones entabladas por los gobiernos democráticos, de centro, derecha e izquierda, con la banda.
Aquella amnistía, que había sido reclamada en la calle a través de manifestaciones, algunas de ellas sangrientas, otorgaba el perdón a las acciones terroristas de ETA, MPAIC, FRAP y GRAPO porque se percibía en ellas el móvil de reivindicación de libertades públicas y autonomía de los pueblos de España.
Meses antes, el presidente Adolfo Suárez había recibido a cuatro representantes de la oposición: Antón Cañellas, de Unió Democràtica; Joaquín Satrústegui, monárquico liberal; Felipe González, del PSOE, y Julio de Jáuregui, del PNV, quienes reclamaron para antes de las elecciones de junio de aquel año una amnistía “de todos los hechos y delitos de intencionalidad política ocurridos entre el 18 de julio de 1936 [inicio de la guerra civil] y el 15 de diciembre de 1976 [referéndum sobre la ley de Reforma Política]».
Esa constatación histórica no significa que las motivaciones políticas del terrorismo sean racionales, positivas o justas con los intereses y el bienestar de la población ni que los terroristas no cometan crímenes execrables que deben pagar con la cárcel y ser combatidos por la población y las fuerzas policiales.
Los crímenes, los asesinatos, aunque tengan una base política, crímenes son. Y los demócratas españoles se equivocaron cuando creyeron que, en democracia, la banda se disolvería porque no tenía razón de ser. Su locura sanguinaria no terminó hasta que la actuación policial y judicial derrotó a ETA.
Pero volvamos a Iglesias Turrión. Mucho más discutible que aquella frase de la discordia es el contenido de su intervención en una Herriko Taberna de Navarra, en junio de 2013, donde, quizá impelido por una empatía exagerada con su público aberzale y, con toda seguridad, porque le venía bien para su estrategia rupturista con lo que él llama “régimen”, en la que le sirve tanto un roto como un descosido para la acumulación de fuerzas, destacó en tono elogioso la posición de la “izquierda vasca y ETA”, porque , dijo, fueron quienes “se dieron cuenta desde el principio” que la Constitución –“aquel papelito de 1978”—sólo representaba una metamorfosis del franquismo y establecía una legalidad que no permitía ejercer “determinados derechos”.
Es decir, que mientras centristas, comunistas y socialistas (los populares pintaban poco en los primeros años de la transición) bregaban por consolidad un régimen democrático y de libertades, los militantes de Herri Batasuna y los terroristas de ETA eran los únicos que no andaban equivocados porque habían comprendido desde el primer día que la transición era un engaño y había que boicotearla a cualquier precio. Según esta lógica, su estrategia y su lucha debían ser las correctas, ¿o no es eso lo que quería decir este político de moda?
Ante su público aberzale, ni una palabra de condena a la violencia etarra, aunque sí la ha habido en otros escenarios. En un debate en televisión con Esperanza Aguirre, y ante la reiterada exigencia de la presidenta del PP de Madrid de que repitiera con ella la frase “todos los etarras son asesinos”, Iglesias dijo de forma escueta: “Podemos condena la actividad de ETA. Fin de la cita”.
No menos significativos fueron sus elogios al diputado de Amaiur por Navarra, Sabino Cuadra, que le acompañaba en el acto de la Herriko Taberna de junio del 2013. Era , dijo, Iglesias, “un honor y un orgullo” participar junto a quien, para los españoles, es “más que un diputado vasco”, porque “es un diputado del pueblo; es quizá el que ha sido capaz de conectar de manera más contundente con las reivindicaciones y con el sentimiento de rabia e indignación de los de abajo en todo el Estado español”.
Las ganas de caer simpático, de adular al público, de ganar aliados potenciales conduce a menudo a ser injusto con terceros: en este caso con los esforzados diputados de Izquierda Unida e Iniciativa del Cataluña, que dan el callo como los que más para defender las reivindicaciones y representar “el sentimiento de rabia e indignación” de los de abajo.