Por qué esta tercera ola de Covid-19 podría superar a la primera

Tal y como ha sucedido con todas y cada una de las previsiones de Fernando Simón, lo peor todavía no ha llegado

El director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, durante una rueda de prensa en Madrid | EFE/Archivo

Algunos no aprenden. A pesar de que España es uno de los países con mayor número de muertos por Covid-19 a nivel mundial, tomando como referencia los datos reales y no la burda manipulación estadística del Gobierno, los máximos responsables del país, empezando por el propio Pedro Sánchez, no solo no han aprendido nada, sino que están dispuestos a repetir, uno por uno, los nefastos errores cometidos al inicio de la pandemia. Los resultados, por tanto, serán similares.

Los sanitarios llevan días dando la voz de alarma sobre la complicada situación que experimentan los hospitales ante la avalancha de casos que requieren de ingreso sin que, por el momento, el Gobierno haga nada para frenar esta nueva oleada de contagios.

El incompetente Fernando Simón, uno de los mayores responsables de la desastrosa gestión que ha padecido España, llama a la calma al señalar que el pico de contagios está próximo, pero, tal y como ha sucedido con todas y cada una de sus previsiones, lo peor todavía no ha llegado.

No es la Navidad lo que explica el fuerte incremento que han registrado los contagios en enero, sino la llegada y la rápida expansión de la cepa británica, la misma que Simón despreciaba hace apenas dos semanas.

Las reuniones familiares de las pasadas fiestas han contribuido, sin duda, al repunte, pero el origen del actual descontrol es la mutación del coronavirus. El virus más peligroso no es el que más mata, sino que el más contagia.

El brote de SARS que tuvo lugar en Asia en el año 2003 era más mortal, ya que su tasa de letalidad rondaba el 10% frente al 1% de la Covid-19, pero el volumen total de muertos que ha causado esta última no tiene punto de comparación.

Más contagios son, sí o sí, más muertes

La diferencia radica en su transmisibilidad. Y el gran peligro de la cepa británica es que es entre un 50% y un 70% más contagiosa, siendo, además, hasta un 30% más mortal, según acaban de alertar las autoridades de Reino Unido.

Desde que se detectó su presencia en las islas, los contagios se multiplicaron por cuatro durante diciembre, y más contagios significa, simple y llanamente, más muertos. Tanto es así que Reino Unido ha registrado un nuevo récord de fallecimientos diarios, superando las trágicas cifras de la primera ola.

Los hospitales llevan semanas colapsados y la situación es tan grave que el Ejecutivo de Boris Johnson decretó un nuevo confinamiento estricto a principios de enero. Francia y otros países europeos barajan hacer lo mismo debido a la virulencia de esta tercera ola.

España no es inmune, puesto que el virus no entiende de fronteras, pero aquí puede ser aún peor. Para empezar, porque los contagios no crecen formando una curva, sino un muro vertical, y el ritmo alcanzado en la actualidad es similar al de Reino Unido.

Y más contagios son, sí o sí, más muertes. Apenas dista un mes de diferencia entre lo acontecido en las islas británicas y la situación en España.

Por el momento, el impacto ya es superior al de la segunda ola y el problema es que si no se frena a tiempo seguirá avanzando sin control. Es aquí donde la pésima gestión del Gobierno jugará un papel clave.

Por un lado, porque el ritmo de vacunación sigue siendo muy insuficiente para contener eficazmente la embestida y, por otro, porque, al igual que sucedió con el 8M, cuya celebración primó a nivel político, retrasando con ello la adopción de medidas, el Gobierno no está dispuesto a endurecer las restricciones ni a decretar un nuevo cierre que ponga en riesgo las elecciones catalanas. Costará miles de vidas.