Este año he adelantado, mejor dicho, me han adelantado el libro de Sant Jordi. Digo esto ya que para mí lo importante es que te lo regalen, porque si nos los compramos nosotros mismos, no deja de ser lo mismo que hacemos la mayoría de mortales lectores el resto del año.
Pues ya hace una semana un amigo me regaló un libro que me ha gustado y que recomiendo leer, especialmente en el entorno periodístico al que yo misma pertenezco. Se titula «Contra los tertulianos», su autor es Carlos Taibo y está publicado por la editorial Catarata.
El autor es un profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Madrid y como buen docente hace una muy cuidada disección del fenómeno de las tertulias políticas, separándolas de las llamadas del corazón, pero no por ello las deja mejor paradas. Él escribe que las tertulias políticas son un fenómeno que aparece en los años 80, coincidiendo con los inicios de la democracia española. Primero en la radio y luego en la televisión, las tertulias fueron potenciadas por los propios periodistas que lllevaron en abierto lo que ya se hacían en privado. Esto les dio como resultado convertirse en verdaderos y eficaces grupos de presión.
El autor sabe diferenciar muy bien lo que eran y significaron las históricas tertulias de café y las actuales tertulias políticas. Cita textualmente el pensamiento de un gran filósofo como es el ensayista y escritor italiano Claudio Magris, que dice: «En las tertulias no se enseña nada pero se aprende la sociabilidad y el desencanto. Se puede charlar, contar, pero no es posible predicar, dar mítines ni clase. Entre esas mesas no es posible crear escuela, crear alienamiento, movilizar seguidores e imitadores, reclutar discípulos. En las tertulias ya se sabe cómo termina el espectáculo sin perder el gusto de asistir a él ni la indulgencia por las meteduras de pata de los actores, no hay sitio para los falsos maestros, que seducen con falsas promesas de redención a quien tiene ansiosa y vaga necesidad de redención fácil e inmediata «.
Si analizamos lo que son las tertulias actuales, desgraciadamente no tienen nada que ver con esta definición, todo lo contrario. Para Taibo el tertuliano es un todólogo y que se supone que sabe de todo por la frivolidad y superficialidad que demuestra a la hora de opinar.
Lo que por mi parte considero más significativo y a la vez más peligroso, es que las opiniones de los tertulianos están influyendo mucho más entre la población que las propias manifestaciones de los políticos. Ellos y ellas interpretan, manipulan y cambian lo que se dice o se quiso decir, en función de sus propios intereses, porque no hay que engañarse, el 90% de los tertulianos no son libres de decir lo que realmente ellos piensan. Siempre hay intereses para que un grupo de presión (lobby en inglés) intente representar a un colectivo determinado.
Otro de los aspectos que Taibo dice es que las diferentes tertulias que existen responden a modelos diferentes que explican razonablemente la existencia de grupos más o menos perfilados. En una palabra que están hechas a medida como un producto de consumo muy bien estudiado y conocen el target de consumidor al que va dirigido.
De hecho, las personas nacidas a partir de la mitad de los años 50 somos la primera generación que ha sustituido, en parte, el contacto directo con las personas y el entorno, por una vida muy influenciada por los medios de comunicación. La televisión ha sido muy importante en nuestras vidas porque ha sido una ventana al mundo, pero también ha servido para educar y yo diría domesticar como interesa.
Todo ello es muy complicado. Por eso libros como el que he comentado sirven para pensar y reflexionar, ejercicio absolutamente necesario para todos.
Buen Sant Jordi y comprad libros para pensar, más que por distracción, que para eso ya están la televisión y las tertulias.