Post partido

 

Aún a riesgo de parecer pesado o, peor aún, falto de cualquier atisbo de originalidad, me van a permitir que vierta sobre estas líneas algunas reflexiones acerca de los resultados de la convocatoria de huelga general del pasado 29 de marzo, pensando más en los nuevos escenarios que se abren a partir de las posibles consecuencias de esa jornada.

En primer lugar, la pregunta a hacernos es si realmente las movilizaciones que se produjeron el jueves pasado han podido modificar la correlación de fuerzas entre los diferentes agentes sociales. A fecha de hoy no lo parece. El gobierno, al menos, que al día siguiente copaba el arranque de todos los medios de comunicación con su proyecto de presupuestos para este año y la asistencia al Ecofin de Copenhague, no ofrece visos de haber sido golpeado y mantiene su estrategia reformista sin que podamos apreciar la más mínima concesión a sus oponentes.

El Ejecutivo que preside Rajoy defiende su posición por activa y por pasiva. En el primer caso, por puro convencimiento, porque dispone de una holgada mayoría parlamentaria que le permite aplicar su determinación de llevar a cabo profundos cambios en las estructuras que han sustentado la vida económica y laboral de este país desde hacia varias décadas. También, quizás, porque los análisis de opinión de que presumiblemente dispone no le dan malas noticias acerca del coste que pudiera tener entre su electorado las medidas que está adoptando.

Por pasiva, porque así le empujan la crisis y la Unión Europea, preocupada ahora no ya por el calado de las decisiones a implementar sino por el ritmo con que se pongan en marcha. El mensaje de Bruselas ahora ya no es para que el gobierno actúe, sino para que lo haga rápido, porque creen que cada día que pasa la factura a pagar será mayor. Tras el órdago de Rajoy renegociando la cifra de déficit para este año, los euroburócratas han pasado cuentas y han optado por dar la batalla de la velocidad. De alguna manera deben hacerse notar.

En el campo contrario, los sindicatos que han quemado a apenas 100 días del nuevo gobierno uno de sus más potentes cartuchos, ¿han ganado o perdido, están ahora más fuertes que antes de la convocatoria o menos, han aumentado o perdido capacidad de influencia social? Seguramente es aún demasiado pronto para hacer un balance riguroso con el que responder a esas cuestiones, pero una primera impresión no les es favorable.

Tienen los sindicatos un problema de agotamiento de modelo de negocio. A las alturas en las que estamos en el siglo XXI, cuando Facebook tiene 800 millones de usuarios y vale 100.000 millones de dólares, con el nacimiento de una nueva organización social basada en unas relaciones personales, políticas y laborales nuevas, distintas a lo conocido hasta ahora, el esquema de representación social en el que se apoyan ha perdido vigencia y de eso se resienten sus propuestas políticas. Nadie les puede negar ni su papel de vanguardia en la lucha contra la dictadura ni la voluntad en la defensa de los derechos de los trabajadores, pero… rentabilidades pasadas no garantizan rendimientos futuros.

Deberíamos hacer un análisis en profundidad sobre las similitudes y las diferencias entre este último 29 M y las del 15 M de los “indignados”. No deja de ser significativo que los sindicatos estuvieran bastante al margen de uno de los movimientos más impactantes que ha habido en la política española en los últimos años.

Por tanto, ¿todo seguirá igual? No necesariamente. Aunque pienso que los relativos fracasos, sí respecto a sus expectativas pero no por el resultado mismo, de Andalucía y Asturias no han tenido nada que ver con las duras reformas aprobadas por Rajoy y su equipo de gobierno, su crédito no será eterno.

El gobierno ha estado bien en la poda, pero le falta por demostrar habilidades en la creación del fruto. Me parece valiente y necesaria la reforma laboral, pero ahora hay que crear empleo. Tampoco está claro para los sindicatos que su situación quede más o menos igual y no sólo por lo apuntado en el párrafo anterior. Mucho me temo que las dudas sobre el éxito de su convocatoria les pueda pasar factura y el PP decida pasar a la acción imponiendo un nuevo modelo de relaciones laboral. Algo de eso ya ha habido en la reforma laboral, pero no acabará ahí.