Puigdemont y Llarena son de Shakira

Gracias a la polémica musical no hemos tenido un exceso de verborrea sobre el auto de Llarena porque hacía tiempo que no descubrían tantas opiniones de analistas políticos posicionándose por el contenido de una canción

Los medios de comunicación podemos ser repetitivos. Cuando nos encandila un tema de actualidad, vamos a por él. Ni es malo, ni es bueno. Es lo que es. La información tiene mucho de serial; de capítulo de una larga temporada de una buena o mala serie de la que quieres saber más y más. Y, claro, llega un día que deja de interesar hasta que un giro en la trama te devuelve a su atención.

Esta ha sido una de esas semanas en que lo repetitivo no se ha hecho aburrido, aunque sí algo cansino. Dos temas han destacado: el nuevo auto del juez Llarena sobre la desaparición de la sedición y la canción de Shakira. Los dos temas son completamente diferentes, pero son morbosos, atraen porque afectan directamente a diferentes individuos y a sus relaciones entre sí. Son los que ahora calificamos como “socialite”, antes calificábamos de “celebreties” y que Fundeu recomienda denominar como famosos o celebridades.

Dudo que sean grandes celebridades para todos. Seguro que no hay unanimidad. Va por familias. En lo suyo, la opinión será sesgada. En todo caso, Shakira es una gran cantante, genuina y personal; Piqué ha sido un gran central y parece que empresario imaginativo; Llarena ha tenido que lidiar marrones importantes y, como Piqué con sus pifias defensivas, tiene una carrera muy seria; y Puigdemont supo movilizar, con falsedades y fugas, a una parte de la sociedad catalana, aunque fuera para mal.

Desde mi punto de vista, naturalmente, el tema importante es el que afecta a Llarena y Puigdemont, pero su primacía informativa ha sido compensada con el contenido de la canción de la cantante y su despecho hacia el futbolista que ha sido analizado desde puntos de vista bien distintos: el de mujer herida, el de mala madre, el de nuera vengativa, el de producto musical recaudador de ingresos o el de chica que factura aprovechando una ruptura sentimental. Todos ellos son puntos de vista que hemos podido leer estos días en la prensa, cada uno con sus argumentos.

La política es más o menos lo mismo. El problema es cuando la opinión se convierte en maximalista, como ha ocurrido con Shakira y Piqué. El campo del ángulo se reduce y así andan los burros. Gracias a la polémica musical no hemos tenido un exceso de verborrea sobre el auto de Llarena porque hacía tiempo que no descubrían tantas opiniones de analistas políticos posicionándose por el contenido de una canción.

El auto de Llarena refleja lo que es un juez. Le guste o no le apetezca, si el legislador elimina la sedición del código penal, pues el poder judicial acata. Después puede argumentar otras cuestiones con matices, pero las reglas democráticas son las que son. Y así, y esto es lo más importante, se percibe cierta preocupación en el independentismo. Malestar profundo y que supondrá un cambio de estrategias que todavía hasta ellos mismos desconocen.

La posibilidad del retorno de Marta Rovira, secretaria general de ERC, picando a la puerta del Supremo para decir “estoy aquí” y la de Clara Ponsentí, aunque se espera espectáculo sin sentido porque ya ha avisado que no reconoce la potestad de un Tribunal al que hace caso volviendo, sitúan la tensión del “procés” en un nivel muy bajo.

Fue un error del ministro Félix Bolaños decir que el “procés” se había acabado. Eso escuece y hace saltar a algunos. Pero no hay duda de que todo se desinfla sin desaparecer, con la ayuda de Shakira y Piqué. ¡Quién se lo iba a decir!

Suscríbase a nuestro canal de Telegram para estar informado con las últimas noticias sobre política en Cataluña