Los riesgos de Sánchez con sus reformas exprés

Ninguno de los dos partidos mayoritarios está a la altura. Cierto es que uno es Gobierno y el otro no. Los riesgos los toma más el que tiene que perder; el Gobierno, en este caso

El PSOE de Pedro Sánchez, eso que en el Madrid político llaman el “sanchismo”, está tomando demasiados riesgos electorales. Cuando se habita en el poder se pierde la cercanía con las cosas pequeñas y se toma el riesgo de no percibir que lo que te cuentan los cercanos y aduladores no es exactamente el sentir general.

Las reformas de los últimos días han activado el peor estilo de hacer política basado en el continuo improperio. Expresiones como “golpe de Estado” deberían estar prohibidas entre partidos democráticos cuando la realidad es otra. Preocupante, pero otra.

Resumamos las consecuencias de esas tres reformas de los últimos días o los porqués de las tres. La más sencilla es la del delito de sedición. Cierto que llega en un momento que parece construida para beneficiar a los que dieron el golpe a la legalidad de 2017 en el Parlament de Catalunya, pero también es cierto que su antigüedad ha complicado la extradición de los políticos que se fugaron a Bélgica. Un meneo del artículo del código penal era necesario y el PP también lo sabía. El problema radicó en la forma de hacerlo, con una escenificación interesada a la que Núñez Feijóo no podía jugar.

La otra fue la reforma del delito de malversación. Si hace solamente diez años alguien hubiera propuesto que robar dinero público, eso es malversar, debería tener una pena diferente si el enriquecimiento es personal o para un tercero, por ejemplo, una organización, todas las fuerzas políticas habrían saltado del estupor. Sin embargo, esta reforma, en la que el PP no podía participar, se fue haciendo un hueco entre el denominado “sanchismo”. Que se traslade el dinero público a una cuenta nominal o colectiva tiene la misma mala praxis. Así van las cosas en la política del convencer al otro. Un sinsentido abrupto.

Por último, la reforma en la elección de los vocales del CGPJ y del Constitucional. Está motivada por el PSOE con la razón de peso de que el PP tiene bloqueados los diferentes tribunales desde hace demasiado tiempo. Tantos como cuatro años. Miembros caducados, se repite una y otra vez.

Cada uno con sus razones sin razón, en este espectáculo patético de la semana pasada, donde el histerismo campó por el Congreso, y solo en el Congreso, mientras la sociedad, en otras cosas, asistía, si estaba interesada en ver un telediario, escuchar un informativo radiofónico o leer un diario de papel o digital, a un espectáculo patético y ridículo de reproches.

La decisión del Gobierno de cambiar las mayorías en la elección de los magistrados es un error de párvulos. Mejor un delegado de clase de Primaria elegido por tres quintas partes de los chavales que por la mitad ¿No? Mejor ir a los ejemplos burdos y sencillos que a un relato de la jerga declarativa política donde el futuro elector puede perderse.

Y ahí es donde está tomando riesgos Pedro Sánchez, envuelto por una camarilla que le apoyan en sus despropósitos. En cada uno de los tres casos, también por razones diferentes, el socialismo del territorio, aquel que milita con criterios profundos y de sentido ideológico, no acaba de sentirse a gusto con este combate de boxeo inútil.

Y ya no les digo aquel votante que, según circunstancias, está dispuesto a votar al PSOE o al PP y que son los ciudadanos que ofrecen las mayorías absolutas, que ha habido alguna. Ninguno de los dos partidos mayoritarios está a la altura. Cierto es que uno es Gobierno y el otro no. Los riesgos los toma más el que tiene que perder; el Gobierno, en este caso.

Las encuestas de las últimas semanas castigan al PSOE. Sánchez está convencido de que con los presupuestos aprobados y la presidencia europea del próximo año serán los ingredientes perfectos para la reelección de su partido para seguir gobernando. A Sánchez siempre le gustó el riesgo político.