¿Qué pasa en Cataluña?

El desafío catalán se encuentra en su momento más álgido e imprevisible, y muchos piensan que la violencia es un factor necesario

Manuel Chaves Nogales, en un artículo publicado el 26 de febrero de 1936 bajo el sugestivo título ¿Qué pasa en Cataluña?, escribía: “para saber más, para anticipar algo de lo que puede pasar en Cataluña, habrá que buscar, no a las masas que gritan entusiasmadas en un momento dado y vuelven luego a sus tareas de siempre, sino a los hombres representativos del pensamiento de Cataluña, porque éstos hombres, aunque en Castilla eso parezca inverosímil, a veces arrastran tras ellos a la multitud”.

Hoy sus palabras siguen resonando como ciertas. Hoy “las masas movilizadas” siguen definiendo una forma de estar con España que no se da en ningún otro territorio español. Es cierto que “las masas gritan entusiasmadas” y que luego la mayoría de los que forman parte de ella vuelven a sus trabajos, a su vida cotidiana.

Lo que ya no pudo profetizar Chaves Nogales en su magnífica crónica es que  esos “hombres representativos” pudieran llegar a perder el control de una multitud que ellos mismos habían puesto a caminar en la dirección de la independencia.

Cada noche, durante una semana, las calles de Barcelona mostraron que el gobierno de Cataluña no encontraba  la forma de detener la violencia y que el gobierno de España se vio superado por unas manifestaciones frente a las que solo puede responder pidiendo calma y enviando más efectivos policiales a Cataluña.

Tan solo unos días más tarde, el 8 de marzo de 1936, Chaves Nogales señaló en otro artículo: “el mayor obstáculo con el que pueblo catalán ha tropezado en el resto de España ha sido la incapacidad de los hombres representativos de Cataluña para expresar con claridad sus sentimientos, sus ideas y sus necesidades y para convencer a los demás de que tenían razón sus demandas”.

Cambio de paradigma

Lo que pasa en Cataluña es que, casi un siglo después, se ha perdido la capacidad, el interés y la motivación de sus líderes políticos, sociales e intelectuales de convencer al resto de España.

Ya no interesa defender demandas para el interés de todos los catalanes en torno al concierto económico, la fiscalidad, el estatuto de autonomía, el referéndum o la modificación de la Constitución. Ahora la prioridad de los líderes políticos en Cataluña se basa, una vez han puesto a caminar a la masa social que representan, en llevarla hacia un proyecto político basado en proclamar la independencia.

Para ello, es necesaria la ruptura con España. Poco importa a una parte de los líderes independentistas, ante una ciudadanía desbordada en sentimientos, emociones y demandas, buscar alguna forma de reconducir la actual escalada de manifestaciones para que no culminen con actos violentos.

Algunos, porque se sienten sobrepasados sin saber qué hacer y, sobre todo, qué decir para no acabar siendo señalados como “malos catalanes”. Otros, porque desean que la causa independentista se abra paso en Europa, incluso utilizando la violencia como herramienta. Si Europa no oye y no  atiende sus greuges, por lo menos oirá la ira emancipadora de “su pueblo”.

Esta  parece ser la nueva doctrina oculta de no pocos líderes sociales y políticos del independentismo. Mientras más de la mitad de los ciudadanos de Cataluña quieren una solución política al conflicto abierto entre el independentismo y el Estado español, la otra parte ha sido arrastrada a sacrificar la convivencia entre catalanes basada en el respeto entre todos los ciudadanos, en favor de proclamar la ansiada república catalana.

Un desafío en su punto álgido

El salto de escala es tan grande que la estrategia de tierra quemada promovida por el  independentismo más radical hoy domina ya la imaginación de una parte del propio gobierno de la Generalitat.

Las sentencias a los líderes independentistas que dieron cobertura al referéndum ilegal del 1 de octubre no es la gota que ha colmado el vaso sino el punto de partida de un cambio de estrategia del independentismo, que ahora busca transitar a la vez con movilizaciones reivindicativas pacíficas y con estallidos de violencia para llevar al Estado español  a decidir si prefiere para el futuro de España una Cataluña que arda sin control o  una que negocie un referéndum legal para votar la independencia.

La capacidad de análisis de Chaves Nogales es tan preclara que cuando habla y considera el factor soberanista lo hace lanzando esta advertencia: “Es una rara substancia que se utiliza en los laboratorios políticos de Madrid como reactivo del patriotismo, y en los de Cataluña como aglutinante de las clases conservadoras”.

El desafío catalán hoy se encuentra en su momento más álgido, más imprevisible. Lo que define el momento, incluso si llega la calma, es que muchos piensan que la violencia es necesaria para conseguir un clima capaz de generar las condiciones políticas para proclamar la independencia.

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