¿Qué se habían pensado?

«El que cree que en el mundo los diablos nunca andan sin cuernos y los locos sin cascabeles, serán siempre víctima o juguete de ellos»

Artur Schopenhauer

Me sorprende, aunque no tanto, escuchar la reacción en apariencia ingenua (para mí hay un punto de ingenuidad calculada e interesada) de los representantes de Convergència Democràtica de Catalunya ante el acoso y derribo que están padeciendo estos días por parte de la Fiscalía Anticorrupción.

Por cierto, no tiene mucho sentido criticar a la Guardia Civil, que tan sólo ejecuta las órdenes que recibe, igual que lo harían los Mossos d’Esquadra si recibieran esas mismas órdenes. Sobre las formas y la teatralización de la actuación, cada cuerpo policial tiene su estilo propio (recordemos la humillante detención de Rodrigo Rato por parte de agentes de la Agencia Tributaria…).

Me sorprende que, al margen de las presuntas irregularidades o delitos que se hayan cometido (en relación a la financiación de los partidos ya sabemos todos que no hay nadie libre de pecado), ninguno de los estrategas de CDC (formación ahora conocida como «els convergents») hubiera previsto que, ante un reto al Estado de la magnitud del que están planteando (ni más ni menos que una secesión unilateral), los poderes de ese mismo Estado no se iban a quedar con los brazos cruzados observando los movimientos de las fuerzas independentistas. ¡Por supuesto que es una guerra abierta con todas las armas de que disponen! ¿Qué se pensaban?

El problema no es la forma de actuar del Estado, sino el fondo, si hay algo que ocultar o no. Si hay empresarios que han declarado que pagaban comisiones al partido por recibir adjudicaciones de obra pública, si esas comisiones llegaban a través de la Fundación de CDC, Catdem, si hay pruebas de dichas conductas…

En realidad, el proceso soberanista en sí ya está bastante tocado. Entre otras cosas porque convocaron un plebiscito y no lo ganaron (los referéndums no los ganan unos u otros, los gana o los pierde quien los convoca, y lo que cuenta son los votos a favor, el resto no sabemos lo que quieren, pero sabemos que no han votado a favor…), y se encontraron con unas elecciones parlamentarias (que sí ganaron) cuyo resultado ahora no saben cómo gestionar para conseguir que el número cuatro de la lista ganadora sea investido presidente.

Por cierto, ¿alguien duda de lo que habría ocurrido si las fuerzas soberanistas hubieran superado el 50% de los votos emitidos? ¿Habrían aceptado que alguien les discutiera la legitimidad de su victoria? ¿Y por qué si el resultado no ha sido el que esperaban, mantienen su hoja de ruta como si nada hubiera pasado? Más parece una trampa que una manera coherente de actuar: «ganamos siempre: si superamos el 50% no hay discusión, y si no, miramos para otro lado y seguimos como si no pasara nada…»

Así de duro, y así de claro: Convergencia ha ido perdiendo apoyos como partido en las sucesivas elecciones que se han ido convocando en los últimos años de manera anticipada, y en vez de rectificar su estrategia (sin duda la de «La casa común del catalanismo» era la más acertada y la que le permitió derrotar cómodamente al tripartito), apostó primero por el «derecho a decidir» perdiendo 12 diputados en el trayecto.

Algo etéreo concretado después en una pregunta concreta y una fecha concreta que ya sabían de antemano que el Estado no aceptaría negociar (con un presidente del Gobierno al frente que no se ha caracterizado precisamente por apagar los fuegos sino por dejarlos que se vayan extinguiendo por sí solos). Y tras el sucedáneo del 9N, un «sí pero no» que no contentó a nadie, deciden seguir adelante y plantear directamente la independencia unilateral como única vía de negociación con el Estado. Con el resultado conocido y con la necesidad de pactar con una formación en las antípodas de lo que ha representado CiU durante los años que ha gobernado.    

No sé cómo acabarán las negociaciones para intentar investir a Artur Mas como president de la Generalitat. Para los dirigentes de Junts pel Sí, el resultado de las elecciones al Parlament se ha convertido en una pesadilla de la que querrían despertar cuanto antes.

Durante la campaña se cansaron de repetir que cualquier voto que no fuera a su candidatura sería un voto contado a favor del no a la independencia. Al margen de la CUP, claro. Y ahora se encuentran con que no han ganado el plebiscito y de poco les sirve haber ganado las elecciones si no son capaces de investir presidente y formar gobierno y pactar con los que se suponía que estaban de su lado.

Y mientras tanto, seguirán pasando cosas cada día, para sorpresa (¿o no?) de los dirigentes de CDC