¿Quién ganó: Mas o Junqueras?

La política catalana se ha convertido, lamentablemente, en puro espectáculo. El envoltorio supera con creces al contenido y la más pura nada se presenta con frecuencia como un acuerdo político de dimensiones estratosféricas. Después, casi siempre, poca cosa. Así, la seudo consulta del 9N o, más cerca, las conversaciones entre Mas, Junqueras, Forcadell, Casals y Vila d’Abadal que desembocaron en un acuerdo exhibido este jueves como un pacto trascendental para el futuro de Cataluña, pero del que más allá de las altisonantes palabras poco se puede rascar.

No ganó Mas. Es cierto que el presidente de la Generalitat evitó el órdago de la convocatoria inmediata de elecciones, pero su camino es corto. No tendrá en marzo una cita electoral en la que podrían desvelarse sus vergüenzas, pero tiene unas municipales en mayo de las que podría salir muy disminuido. Y, entonces, veremos con qué fuerza continua. Tampoco consiguió Mas la lista única que tanto anhelaba, entre otras cosas porque Junqueras, como la mayoría de la gente, es aún poco proclive al suicidio, aunque sea político.

Sólo desde la ceguera que produce el fanatismo puede obviarse el vacío gubernamental en Cataluña

Ni ganó Junqueras. Es más: el presidente de Esquerra Republicana da la sensación de haberse desfondado, de empezar a estar superado por los retos que él mismo ha azuzado. Su apuesta más firme era el decreto urgente de adelanto electoral y tenía armas para lograrlo, le bastaba con retirar su apoyo parlamentario a Mas, pero le ha dado miedo. Junqueras siente que la Assemblea Nacional de Catalunya y Òmnium Cultural, entidades donde ERC marcaba el paso, se le van alejando a favor del conservador Mas y ha tenido vértigo.

Ni siquiera parece que puedan ponerse las medallas que acreditan a los vencedores Carme Forcadell o Muriel Casals. Su objetivo era ir a las urnas porque ambas tienen un problema, sobre todo la primera. Lideran un movimiento que ha llegado a movilizar cientos de miles de personas, tienen un protagonismo inédito en la actual democracia, pero necesitan seguir pedaleando sin parar para que el circo continúe funcionando. Como han podido comprobar esta semana pasada, con el fracaso de las caceroladas como muestra más evidente, si levantan el pie del acelerador, el «proceso» se gripa.

Parece más fácil saber quién ha perdido. Una vez más, esa sociedad catalana cuyo nombre tan fácilmente se invoca en proclamas, acuerdos soft o performances de diferente alcance. Y es que resulta difícil no dar la razón en esta ocasión a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, cuando argumenta que tres convocatorias electorales en apenas cinco años son un excesivo castigo y una señal clara de incapacidad para gobernar.

Si nada lo remedia, los catalanes podrían ser convocados cuatro veces en el plazo de un año a las urnas: la falsa consulta del 9N, las municipales del mayo, las autonómicas adelantadas de septiembre y las generales que deben celebrarse a finales de año. Las convocatorias de autonómicas de 2010, 2012 y las de 2015 costarían 43 millones de euros, las subvenciones a los partidos por las tres citas, 30 millones, los gastos de la seudo consulta unos ocho…

Se habla de crear «estructuras de estado» cuando aún no tenemos presupuestos para 2015

Demasiado para nada, o casi nada. Sólo desde la ceguera que produce el fanatismo puede obviarse el vacío de la acción gubernamental en Cataluña en los últimos años. Sólo desde el hooliganismo puede frivolizarse sobre el coste económico, político, social, de valores democráticos… que está teniendo el «proceso». Se habla de crear «estructuras de estado» cuando aún no tenemos presupuestos para 2015 e ignoramos, por tanto, mientras se llega a esa Icaria, qué política se va a hacer en este país bastante castigado, por citar sólo un ejemplo y no el más hiriente.

Cuando se enfrenta toda esa palabrería altisonante con la realidad, el escenario cruje y de qué manera. Se reclaman estructuras de estado para poder ser y el Parlament ha iniciado esta semana los trabajos de la comisión de investigación sobre el colapso de Spanair que quebró… ¡hace dos años! Se habla de una nueva administración electoral, pero han sido incapaces de elaborar una ley propia que regule las elecciones catalanas porque no han sabido construir una mayoría de consenso. Y sin conseguirlo en este tema, ¿lo van a lograr para proclamar la independencia?

Entonces, ¿qué hay realmente de nuevo tras la famosa cumbre de CiU, ERC y las organizaciones mayoritarias del soberanismo? Poca cosa más que cansancio bien disimulado.