Rajoy maquina otra rociada de impuestos

Ya tenemos a la vista otra subida de impuestos. Bruselas ha acordado magnánimamente aligerar los plazos de la reducción del déficit impuesta a Mariano Rajoy. A cambio le exige que retoque el IVA y las pensiones. Dicho con otras palabras, el Gobierno central, y de rebote los autonómicos, tienen bula a partir de ahora para seguir dilapidando el peculio de los contribuyentes.

Como el dinero recaudado no cubre los pagos, sino que año tras año se genera un déficit colosal, el descuadre de las cuentas se volverá a cubrir mediante el expeditivo sistema de inflar la deuda del país. Patada hacia adelante y el que venga después, que se las componga como Dios le diere a entender.

Bruselas habla de “reformar” los impuestos indirectos, que es el eufemismo que suelen emplear los bien pagados eurócratas para enmascarar las vueltas de tuerca de la presión fiscal.

Rajoy asevera que no abriga la menor intención de atornillar aún más a los “sujetos pasivos”, nombre que la Agencia Tributaria da a los paganos. Mas son tantos y tan palmarios los incumplimientos del líder de la derecha, que la feligresía haría bien en poner sus barbas a remojar. La palabra de Rajoy va camino de alcanzar el mismo valor que la de su predecesor José Luis Rodríguez Zapatero. O sea, nulo.

Europa tiene puesto su punto de mira sobre el IVA reducido que grava una gran variedad de productos y servicios, entre ellos la alimentación y la hostelería, con tipos del 4% y el 10% según categorías. Los bruselianos quieren propinarles un brutal apretujón hasta el 21%.

También exigen que España afiance para finales de 2013 la “sostenibilidad” de las pensiones. Otro ocurrente rodeo que significa cercenar su importe y alargar la vida activa de los currantes. Todos los gobiernos han escurrido el bulto a la hora de abordar este asunto. Pero la cruda realidad muestra que cada vez trabaja menos gente, mientras crece sin cesar la recua de los perceptores del retiro.

La ecuación ha llegado ya a un punto de no retorno y la quiebra es inexorable, a menos que se modifique el sistema en línea con lo que propugna Bruselas. Así que tendremos que ir acostumbrándonos a trabajar más y devengar menos el día de la jubilación. Es aplicable a quienes se encuentran relativamente cerca de concluir su fase laboral. Los más jóvenes, los que todavía tienen por delante muchos años de trabajo, ya pueden hacerse a la idea que el día de mañana cobrarán calderilla.

Esto es así porque el tinglado de la previsión española no se basa en capitalizar los sucesivos aportes, sino en repartirlos. El dinero que se recauda hoy no se acumula en un fondo hasta el licenciamiento. Se emplea en sufragar las pensiones de los actuales retirados. Es lo que se ha dado en llamar “sistema piramidal”, idéntico al que perpetró Bernard Madoff, el tiburón de Wall Street, protagonista de una de las mayores estafas de la historia.

Derroches sin tasa

Los jerifaltes de la UE quieren que tales acciones se pongan en marcha ya, sin más demoras. En cambio, sobre el adelgazamiento de la elefantiásica Administración han cursado unas instrucciones vagas e imprecisas. De momento lo posponen hasta marzo de 2014, que es como decir hasta el día del juicio final. Y exhortan al Gobierno a que, a partir de esa fecha, analice cuáles son las mayores partidas de gasto. Después ya se irá viendo qué providencias se adoptan. O sea que, por ahora, nada de nada.

En resumidas cuentas, las eminencias grises de Bruselas escurren el bulto cuando se trata de yugular el dispendio despilfarrador de todas las Administraciones públicas y de cada una en particular. En vez de agarrar el toro por los cuernos, se limitan a machacar a los contribuyentes, como si las tragaderas de éstos fueran inmensas y su capacidad de resistencia, infinita.

Urge sin más demoras una tala draconiana de la frondosa constelación de entes, organismos y empresas de titularidad estatal o paraestatal. Así mismo, los ciudadanos piden a gritos una poda radical de las incontables subvenciones a sindicatos, patronales y organizaciones del más variado pelaje, que viven desde tiempo inmemorial de la sopa boba del Erario.

No se le pueden pedir esfuerzos sobrehumanos al paisanaje si antes, el gigantesco aparato de la burocracia sigue entregado a una prodigalidad rayana en el latrocinio. Mariano Rajoy lleva año y medio anunciando que se va a poner manos a la obra. Pero por ahora, apenas ha articulado pequeños retoques cosméticos. En Catalunya, Artur Mas no solo no ha suprimido una sola empresa u organismo parasitarios, sino que sigue engendrando sin desmayo más y más entes regados con la manguera del dinero de todos.

Como quiera que Bruselas concede más tiempo para acometer esta ineludible tarea, es de temer que el ansiado recorte del andamiaje estatal y autonómico se aplace sine die. Entre tanto, el conjunto del sector público sigue malbaratando recursos a manos llenas, el PIB encadena ya siete trimestres consecutivos de recesión y el paro supera con creces los seis millones de personas. Para cerrar este círculo diabólico, sólo faltaba el pregón de nuevas subidas impositivas. Es ésta una forma segura de encarrilar el país hacia la ruina colectiva.