Regresa el catalanismo moderado

El catalanismo moderado se viene gestando desde hace años, con ánimo de cortar amarras respecto del pasado inmediato

En medio del desbarajuste total del caduco gobierno catalán, del infantil anuncio de Quim Torra de que ya tiene fecha para las venideras elecciones al Parlament sin hacerla pública y de los continuos despropósitos del fugitivo Carles Puigdemont, se han producido dos novedades juntas.

Por un lado, el nacimiento de una nueva opción política catalana, el Partido Nacionalista de Catalunya; y, por otro, el primer congreso celebrado telemáticamente (en todo el mundo) de una organización de ciudadanos que comparten la misma ideología y el mismo conjunto de valores para ser alternativa de gobierno. Quiérase o no, esto es noticia, ni que lo fuera por el ahorro de costes logrado.

La dinámica de la degradación de las instituciones de autogobierno es imparable mientras se constata que Cataluña entera ha perdido fuelle en todos los frentes, incluida su cohesión social. Ya no es, como fue antaño, ejemplo de nada ni para nadie. El destrozo llevado a cabo por los independentistas unilaterales ha sido total.

En consecuencia, tiene razón el escritor Jordi Amat cuando concluye su análisis de situación afirmando que “el problema no era ni es anhelar la independencia; el problema es y ha sido la esterilidad de la gobernanza”. Han estado vegetando, cobrando del erario público, escudándose en un imaginario Madrid “que nos roba”. Una soez sinvergüenzada.

El regreso del catalanismo moderado se viene gestando desde hace años. Varias han sido las plataformas y las asociaciones creadas en Barcelona para promoverlo y dotarlo de contenido acorde con la realidad y no con los sueños.

Unas se han quedado en puros clubes de opinión que no trasciende y otras han cristalizado en partidos políticos que no se han atrevido a presentarse como alternativa necesaria al desgobierno. Únicamente los socialcristianos de Units per Avançar han obtenido escaño yendo con el PSC en una coyuntura política excepcional.

El nazi Goebbels se queda como un aprendiz ante el tándem Torra-Clotet

Sin embargo, la denominada “tercera vía”, a la que mi compañero y autor Carles Castro le da un abanico de hipotéticos votos que oscilan entre los 250.000 y los 300.000, acaba de nacer, sujeto a los resultados electorales venideros.

Regresa el catalanismo moderado de la mano del Partido Nacionalista de Catalunya con ánimo de cortar amarras respecto del pasado inmediato, pujolismo, masismo y puigdemontismo incluidos, rehacer puentes con España después de comprobarse que Cataluña sola ni tan siquiera es una vértebra en una Unión Europea que no la reconoce como sujeto político, y romper con la política de bloques incapaces de dialogar entre sí.

Además de relanzar la economía como motor de progreso social, asumir como referencias al PNV –cuyo presidente intervino en el congreso fundacional– y al escocés SNP, y, sobre todo, emerger sin querer ser “ni una rama ni una hoja de ningún proyecto pasado” ni menos “ser muleta de nadie, ni tan siquiera una cuota”, sino con voluntad de ser “un partido de referencia para aquellos que quieren una Cataluña mejor”, según su lideresa, Marta Pascal.

Toda una declaración de principios.

Que va a pisar callos endurecidos por el poder, lo demuestra la reacción inmediata del vicario de Puigdemont en Cataluña, el tal Torra. Éste tuiteó (¿o lo hizo por él su director de comunicación, Jaume Clotet, que desea expiar su pecado de haber pertenecido al madrileño ABC?) que el PNC había proclamado su “lealtad a España”, dicho y repetido hasta la saciedad por Catalunya Radio y TV3, cuando lo que se halla escrito en la ponencia política es “lealtad entre Cataluña y España” al objeto de “recuperar los grandes consensos políticos que el catalanismo ha demostrado que es posible de conseguir”. 

El nazi Goebbels se queda como un aprendiz ante el tándem Torra-Clotet y el seguidismo de los medios públicos que pagamos todos los catalanes. Ladran, luego cabalgamos, se habrán dicho con razón los neocatalanistas moderados. Han entrado en liza. Veremos cómo se desenvuelve en la resbaladiza pista de la política.

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