Repsol salva los muebles con un acuerdo de mínimos

El pleito por el robo de YPF a Repsol toca a su fin. A ambas orillas del Atlántico se ha vitoreado el gran pacto que parece zanjar las diferencias existentes. Durante el último fin de semana, los más altos dignatarios de España, México y Argentina sentaron las bases de la avenencia mediante conversaciones telefónicas. Y a las pocas horas, en la mañana del pasado lunes, los “técnicos”, es decir, los directivos de Repsol, YPF y Petróleos Mexicanos (Pemex), congregados en la sede de YPF en Buenos Aires, dieron forma a la transacción por medio de un preacuerdo que en los próximos días ha de desembocar en la firma definitiva.

Todos los participantes se proclaman ganadores. Por un lado, Argentina, porque sólo abonará 5.000 millones de dólares. Esta suma equivale, más o menos, a la mitad del valor que Repsol atribuye a su incautado 51% de YPF.

Por otro, la petrolera mexicana Pemex, accionista de referencia de Repsol, porque a partir de ahora ve expedito el camino para explotar sin interferencias el yacimiento argentino de Vaca Muerta.

Y por último, la española Repsol, satisfecha porque se ahorra un larguísimo pleito internacional de incierto desenlace. Una vez consumado el atraco expropiatorio, a la petrolera madrileña sólo le quedaban dos salidas: regatear un resarcimiento, o echar por la calle de en medio y demandar a los usurpadores ante el tribunal de arbitrajes internacional. Argentina conoce esa instancia hasta el hartazgo. En ella dirime varios viejos contenciosos. Incluso si la sentencia por lo de Repsol le fuese adversa, es poco seguro que Argentina llegara a abonar la factura.

Aunque Repsol es una empresa 100% privada, ha contado con la ayuda inestimable del presidente del Gobierno Mariano Rajoy, espoleado a su vez por su homólogo mejicano, deseoso de que Pemex entrara a saco en Vaca Muerta.

También merece subrayarse la actuación en este embrollo de Isidro Fainé, gran timonel de La Caixa, socia relevante de Repsol. Siempre partidario de la concordia, Fainé cruzó el charco varias veces en los últimos meses para reunirse con la señora de Kirchner. El financiero catalán puso en juego sus innatas dotes apaciguadoras y logró desatascar el entuerto. Por fin, logró arrancar a la dignataria argentina los compromisos que han cuajado en los pactos de esta semana.

De lo acontecido se pueden extraer varias enseñanzas. La primera es lo complicado que resulta hacer negocios en Argentina. El país está regido desde hace decenios por una banda de peronistas cleptómanos y toda empresa que invierta allí corre el riesgo de salir trasquilada.

La segunda, que en situaciones similares, más vale un mal acuerdo que un buen pleito. El trato suscrito estos días es perjudicial para Repsol y sus accionistas, porque recuperan sólo en parte el valor de los bienes sustraídos y para mayor Inri se les resarcirá en bonos argentinos de largo vencimiento. Es de subrayar que la deuda soberana de ese país está cercana al “bono basura” y encierra una alta probabilidad de impago. Para quien quiera consolarse se puede añadir que las agencias calificadoras otorgan a los bonos rioplatenses una nota levemente superior a la deuda catalana.

En todo caso, como diría un castizo, Repsol ha salvado los muebles, lo que no es poco dadas las circunstancias.