Las risas de Yolanda y Carles

Yolanda y Carles se lo pasan muy bien juntos. Ella es toda una vicepresidenta del Gobierno de España. Él, un procesado por la más alta malversación

Hola, vice. Hola, presi. Bienvenida a Bélgica. Muchas gracias. Tengo que felicitarte, porque ganarás allí donde Napoleón perdió. En Waterloo. Bueno, sin vuestra ayuda nada de esto habría sido posible. Muy majo el Asens este, por cierto. Nada equidistante, siempre al lado del separatismo. Es que lo vuestro, Carles, es de admirar.

En las últimas décadas, ningún comunista ha golpeado la democracia liberal como vosotros los separatistas catalanes. Y lo volveremos a hacer, que quede claro. La amnistía ayudará, pero yo también tengo que felicitarte, Yolanda. Vosotros, la izquierda española, estáis debilitando el Estado como nunca habría podido hacer el separatismo. Jajaja, cómo eres. Como tú. 

Futuro de España

Y es que Yolanda y Carles se lo pasan muy bien juntos. Ella es toda una vicepresidenta del Gobierno de España. Él, un procesado por la más alta malversación. Ella quiere premiarle por haberse fugado de la Justicia. Él dobla la apuesta. También exige la humillante derrota de los catalanes constitucionalistas. Ella se autopercibe de izquierdas, pero desprecia la igualdad entre españoles. Él es nacionalista catalán, pero odia a más de la mitad de los catalanes. Y ambos tienen el futuro de España en sus manos, porque así lo ha querido el PSOE.  

¿Te acuerdas de lo que decían los socialistas? El ministro Iceta gritando en el Congreso que no habría amnistía. Jajaja. La vicepresidenta Calvo asegurando que eso no cabe en un Estado democrático, porque sería suprimir el poder judicial. El ministro de Grande-Marlaska diciendo que no está reconocida en el ordenamiento jurídico. Y Pedro Sánchez reconociendo que eso no sería diálogo, sino imposición. Jajaja, sí, y míralos ahora. Son más procesistas que los Jordis.   

El miembro del Parlamento Europeo Carles Puigdemont (i) y la vicepresidenta de España y líder de Sumar, Yolanda Díaz. EFE/ Olivier Matthys

Por cierto, estos días estamos celebrando el golpe en el Parlament de 2017. Es verdad, Carles, qué bien lo hiciste expulsando a miles de empresas de Cataluña en tan poco tiempo. Gracias, Yolanda, pero no te olvides de la ruptura de la convivencia y del miedo que sintieron los catalanes que no nos apoyaban. Eso sí fue un gran logro del nacionalismo. También los del PSC estaban acongojados. Pues ahora te regalan sus votos para que te forres en el Congreso con un grupo parlamentario que las urnas no te dieron. Sí, jajaja. Son la monda. Igual acaban votando sí en el referéndum de independecia. Jojojo, no te extrañe. Ya defendieron la pantomima del derecho a decidir. 

«A Yolanda y a Carles no solo les une la alegría, también su siniestro objetivo«

Ay, Carles. Hacía tiempo que no lo pasaba tan bien. Nosotros, un catalán y una gallega, aquí en Bruselas hablando en español, y en el Congreso de los Diputados impondremos el pinganillo. ¿Escucharemos a Patxi López hablar en euskera? ¿Se lo exigimos? No te pases. Ya sabes que solo imponemos en el monolingüismo en las escuelas públicas. Ni siquiera un mísero 25% de español. Ya lo decía tu amiga Ada Colau: quien quiera aprender bien español que se lo pague del bolsillo. Los hijos de los consellers, escuelas trilingües. Trabajadores y familias humildes, inmersión. 

Y Yolanda Díaz rió y rió. Carles Puigdemont, prófugo de la Justicia y aniquilador de derechos, le hacía mucha gracia. El comunismo, una vez más, se olvida del sufrimiento de los trabajadores y se alía con las elites más corruptas. La sonrisa de Díaz era la sonrisa del cinismo, de la infamia. Cómo mueren las democracias se preguntan los politólogos en sus sesudos tratados.

Nadie pensó que sería entre risas, pero aquí están la izquierda española y el separatismo catalán para innovar. Ya lo escribió en el pasado siglo Elie Kedourie: “Al igual que el nacionalismo, el socialismo no ha producido ni felicidad ni realización espiritual, ni siquiera prosperidad material, sino, por el contrario, opresión y miseria sin parangón, para sucumbir finalmente bajo el peso de sus ideales disparatados”. A Yolanda y a Carles no solo les une la alegría, también su siniestro objetivo.