Rodés, Mas y la necesidad del liderazgo

Uno de los debates periódicos en el ámbito político se centra en las personas, en los dirigentes, en la necesidad de liderar un proyecto. Y siempre se genera la misma disyuntiva: ¿qué debe ser prioritario, el proyecto, o la persona?, ¿el cuerpo ideológico, con los pertinentes mensajes públicos, o el señor o la señora con carisma, capaz de arrastrar al grueso del electorado?

En España esa polémica es muy actual, porque, ¿qué problema tenía el PSOE –todavía no lo ha superado del todo, ni mucho menos– con Pedro Sánchez hace unos meses?, ¿la falta de consistencia del candidato o la falta de propuestas sólidas por parte de los socialistas?

La muerte trágica del empresario Leopoldo Rodés nos lleva a una reflexión todavía más oportuna. Rodés fue capaz de impulsar un proyecto empresarial, de protagonizar un cambio sustancial –se puede decir que revolucionario– en la ciudad de Barcelona. Desde su iniciativa con la agencia Tiempo, hasta su trabajo obsesivo para convencer a los miembros del COI de que Barcelona debía ser la sede de los Juegos de 1992, pasando por la puesta en marcha de la Fundación Macba, para que la capital catalana albergara un gran museo de arte contemporáneo. Lideró. Mandó. Proyectó en el futuro.

Y, aunque no se deben establecer comparaciones, con todo lo apuntado hay que pensar ahora en el President Artur Mas, quien se ha considerado a sí mismo como el dirigente que ha «acompañado» al movimiento soberanista. Hasta tal punto, que ahora no se atreve a asegurar si será o no candidato en las elecciones del 27 de septiembre, tras una habilidosa pregunta del socialista Miquel Iceta en el Parlament.

Mas quiso ser un líder. Lo intentó en la campaña electoral de 2012, con aquellos carteles en los que aparecía como el Moisés del pueblo catalán. Pero los resultados le invitaron a ser el «acompañante», porque, según los propios dirigentes de Convergència, los electores habían querido que el soberanismo estuviera en varias manos.

Pero ahoras las manos se antoja que son excesivas. Desde las entidades cívicas, como la ANC u Òmnium Cultural, hasta partidos que no contaban, como la CUP, y, por supuesto, Esquerra Republicana. Las negociaciones son reales, y el mundo independentista quiere llegar a un acuerdo, que podría pasar, –curiosidades de la vida– por la ausencia de Mas.

Sin embargo, pese a todo, y recuperando el inicio, un dirigente debe liderar, coger una bandera, y buscar el máximo consenso posible. Y Mas no ha podido o no ha querido, o no ha tenido el valor suficiente de hacerlo.

Descanse en paz Leopoldo Rodés.