¿Se ha abierto la veda para fugarse de Cataluña?
Unos quieren desconectar de España. Otros desconectan de Cataluña.
«Estimado amigo, el fondo inglés que asesoro no va a invertir en Cataluña hasta que la situación política se normalice. Es decir cuando exista un gobierno estable, pro-europeo, solvente, serio y no rupturista». Más claro imposible. Me ha ocurrido esta semana: hablábamos de una inversión de unos 150M€, y no me parece que sea un caso aislado.
Después de la declaración secesionista es lógico pensar que las nuevas inversiones extranjeras van a paralizarse. Van a esperar. Las van a poner durante una temporada en stand-by y si esta temporada se alarga van a ir a otro país. Para confirmarlo, Fitch, la última agencia de calificación que faltaba, decidió finalmente colocar la deuda en grado de «no inversión, BB». Es decir bono basura, como fruto de la deriva secesionista y el empeoramiento de sus relaciones financieras con el Estado.
A los inversores institucionales no les preocupa tanto el nivel de deuda pública catalana, que es enorme, como su deriva política. Los casi 67.000 millones que adeudaba Catalunya a mitad de 2015 estaban prácticamente al 60% estaba en manos del Estado. La deuda se puede ir disolviendo en el tiempo, aunque sin inflación tardará más. Se la podría considerar como una especie de moratoria nuclear, o como unos costes de transición a la competencia, que se han llevado a largo plazo.
Lo que no entienden es que una región económica europea quiera independizarse en un mundo cada vez más interrelacionado. Incluso Financial Times considera igual (que Escocia) de indeseable la ruptura de España.
Los criterios con que funciona el mundo económico-empresarial internacional no son muy sofisticados, y sí muy claros. No les gusta la inestabilidad política, ni la inseguridad («no se van a cumplir las leyes»), ni los casos particulares que tengan que explicar a sus órganos de control. El caso catalán es particularmente difícil de entender y no fácil de argumentar, incluso ante empresarios ‘de Madrid’.
Sin embargo, en el caso que nos ocupa, hay dos elementos en que casi todos coinciden: el primero es en la actitud del presidente español, que con su negativa gestión de la crisis ha conseguido incrementar el número de los que se consideran independentistas. El otro es que el presidente de una Comunidad Autónoma no puede suscribir una declaración secesionista como si estuviéramos en una lucha de la metrópoli contra una de sus colonias.
Lo primero es torpeza política, lo segundo es perder el norte. Pero si este conflicto se circunscribiera en el campo del debate político podría no ser tan devastador. Los políticos, ya se sabe. Pero no es el caso. Ahora ya afecta a la gente, e irá a más. Afecta a la gente porque se paralizan inversiones en Cataluña. Se empieza a traspasar la delgada línea roja que separa los territorios seguros, conocidos, de los que no lo son. Para un país como Cataluña es particularmente importante darse cuenta de lo cerca que está de irse al ‘lado oscuro’. Porque lo relevante es entender que cuando se ha traspasado el umbral ya no hay vuelta atrás hasta después de mucho tiempo y mucho esfuerzo. Esto por lo que hace a las inversiones, absolutamente necesarias.
Pero hay que preguntarse también por las inversiones actuales extranjeras o españolas. Hasta ahora el cambio de sede social o de domicilio fiscal se justificaba por la mayor presión fiscal en Catalunya. Pero el diferencial, que existe, no era suficiente para un cambio tan radical. Pues parece que también esta línea roja, la de las sedes fiscal y corporativa, se está cruzando. Suez Environnement España (SEE), gran multinacional francesa matriz del grupo catalán Agbar ha decidido trasladar la sede social de Barcelona a Madrid. Y Jordi Clos, presidente de los hoteleros de Barcelona ha hecho lo mismo, aparentemente por motivos fiscales. ¿Se ha abierto la veda?
En este escenario sorprende, sobre todo, la poca sensibilidad que muestran los políticos sobre la creación de empresas, el empleo, la competitividad (si quieren material) de todo un tejido empresarial, frente a las disputas de poder. Y sorprenden, todavía más, los sindicatos, que deberían estar muy sensibilizados por el desempleo y no dicen esta boca es mía ante la deriva empresarial de este país.
Hay que rectificar cuanto antes. Los estudios de opinión ya empiezan a reflejar el clima en Catalunya; según la encuesta de Metroscopia (El País, 21 noviembre), el 60% de los catalanes rechaza el plan para desconectar de España y el 58% estima que hay que convocar nuevas elecciones.