Secuencia pepera de éxito con dos dudas

De confirmar las urnas de Castilla las previsiones al alza de Vox, el glorioso ascenso entre rosas de Pablo Casado se convertiría en viacrucis de espinas

Mientras los sondeos insisten en otorgar y reforzar la mayoría absoluta de la derecha, Tezanos sigue insistiendo: el jefe del PSOE, del Gobierno y del CIS anda sobrado para repetir mandato. De no producirse una sorpresa inesperada a la portuguesa, donde el aplastante triunfo de los socialistas ha dado un revolcón a los sondeos que preveían empate, las próximas elecciones en Castilla y León dejarán en ridículo a Tezanos.

Dada su pertinaz obstinación en ser bastión de Pedro Sánchez, el numantino José Félix Tezanos se ha convertido por demérito propio en objetivo de las iras populares. No le importa. En España la ecuanimidad ha brillado siempre y sigue brillando por su ausencia, pero lo del CIS actual puede superar casi todas las cotas conocidas de impertérrito cinismo partidista. El resultado del próximo 13 de febrero en Castilla y León va a tener una enorme repercusión en muchos campos, entre ellos la credibilidad del CIS. O alternativamente y mucho menos probable, la de las empresas que trabajan para los medios de la derecha.

De Valladolid a La Moncloa pasando por Sevilla. La prevista victoria popular en la comunidad iniciaría un ciclo de éxito que así podríamos denominar. De no interrumpir la secuencia Ximo Puig, las fichas de dominó irían cayendo y empujando a Pablo Casado hasta la meta sin dejar huecos para que Isabel Díaz Ayuso se entrometa e intente de nuevo zancadillear a su rival o incluso hacerle morder el polvo cual heroína de western,

Casado se juego mucho más que Sánchez en estas elecciones. Recordemos que fue precisamente en Castilla y León donde José María Aznar inició el ciclo que devolvería el poder a la derecha tras los fracasos de Fraga. Perder ahora la comunidad donde todo empezó significaría algo muy duro y difícil de superar. Mucho más perdería Casado si Tezanos acierta de lo que ganaría si Alfonso Fernández Mañueco resulta reelegido.

El líder del Partido Popular, Pablo Casado. EFE

En un caso, la debacle o poco menos, un golpe de los que es difícil recuperarse. En el otro, solamente el inicio del camino optimista ya descrito. Sin embargo, en el segunda caso, la buena noticia podría verse empañada si se confirma el ascenso de Vox.

No es lo mismo para el PP gobernar con el apoyo de lo que Fèlix Riera  denomina con acierto «partido auxiliar» que, demasiado lejos de la mayoría absoluta, depender de la extrema derecha, tal vez no de modo excesivo a la práctica pero si alarmante para el electorado centrista que se inclina hacia el PP porque desaprueba la coalición con Podemos y le repugnan sus aliados periféricos.

No es lo mismo para el PP gobernar con el apoyo de lo que Fèlix Riera  denomina «partido auxiliar» que depender de la extrema derecha

De confirmar las urnas de Castilla las previsiones al alza de Vox, el glorioso ascenso entre rosas de Casado se convertiría en viacrucis de espinas. Duda que va ligada la primera duda, sobre las ventanas de oportunidades que se puedan abrir ante una Ayuso que va a estar siempre dispuesta, por poco claro que lo vea, a saltarle a la yugular. Suponiendo que no se fundan los plomos en Castilla, algo objetivamente poco probable, el problema de Casado no es tanto convertirse en oposición seria y alternativa creíble según del modelo de Aznar, sino el avance de Vox, lo único que daría alas a su rival Ayuso.

En contraste con la muy estridente y alborotadora ultraderecha europea, la táctica de Vox es en extremo sigilosa. Se andan con tiento, no se presentan como una enmienda a la totalidad sino como una tendencia poco menos que natural y consubstancial al ser de España. Pablo Iglesias pretendía asaltar el cielo, dar un vuelco radical, no por consenso sino substituyendo al PSOE como partido alfa de la izquierda. En cambio Santiago Abascal no cuestiona ni descalifica al PP, no afea su naturaleza o sus intenciones. Solamente tacha a los populares de poco osados y remolones ante los deberes patrióticos compartidos.

Este posicionamiento de Vox, empujar a los populares en la dirección en la que ellos  mismos pretenden ir, es algo diabólico y difícil de combatir. Si Casado se aleja un trecho más del centro ya casi es de Vox. Si se vuelve más centrista, empujará a sus votantes convencidos de que, incluso para el bien del PP, esta vez conviene reforzar a Vox. Si se queda quieto en el claroscuro donde está, Vox seguirá iluminándole un camino que le llevará a la perdición.

Secuencia exitosa pues, la que puede inaugurarse en Valladolid, pero con serias dudas. Dudas que no se pueden resolver a base de dubitativos equilibrios, valga la redundancia, sino de liderazgo, mejor de dicho de imagen de líder resuelto y determinado, capaz de exhibir además un proyecto propio. Y de eso, Pablo Casado anda consubstancialmente escaso.

Quod natura no dat, Salmantica non praestat. O sea: lo que la naturaleza no concede, Castilla no lo suministra.