Señores del PP, no se olviden de que Albert Rivera es catalán

Cuidado, no se dejen llevar por el título del artículo. Pero no lo desprecien. Albert Rivera es catalán, es decir, conoce la política catalana, y se ha movido como pez en el agua en el Parlament de Cataluña. Y eso implica que domina algunas características que se desconocen en los círculos políticos y económicos de Madrid.

La política catalana es tortuosa. Lo es de forma especial desde que los distintos partidos políticos se enzarzaron en la lucha por el testigo del poder, al final del pujolismo. De hecho, todos los actores principales del tablero catalán siguen jugando en el terreno que marcó el ex President, aunque aseguren que lo han superado. Hay quien sí lo sabe: un académico muy madrileño constató en las jornadas económicas del Círculo de Economía en Sitges que en Cataluña «el matiz es el Rey».

Y quien aprendió, como alumno aventajado, es Albert Rivera, que tiene dibujada en su cabeza una estrategia a medio y largo plazo, porque, precisamente, ha sabido moverse en la política catalana, rica en matices, en medias verdades, en renuncias a una parte, en embrollos que acaban en nada, pero que generan un ensordecedor ruido.

No busquen, por tanto, interpretaciones erróneas. Este medio está muy lejos de las afirmaciones del delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz, que descalificó en la campaña de las elecciones andaluzas a Albert Rivera por ser catalán, por llamarse «Albert».

La cuestión es que la dirección del PP considera que Ciudadanos podía y debía ser, ya que ha crecido en toda España, un complemento para lograr mayorías de gobierno en las comunidades y en los ayuntamientos. Y las empresas del Ibex han aplaudido las medidas de regeneración política y el programa económico de Rivera, hartas del secuestro del Gobierno del PP por parte de los funcionarios del Estado, que han acabado pensando sólo en ellos, despreciando a la España más dinámica y liberal.

Rivera, en cambio, tiene claro que llegará a acuerdos con aquellos partidos que estén dispuestos a afrontar reformas de Estado, a cambios de verdad, y no le importa –aunque es un riesgo, y el precedente es el CDS de Adolfo Suárez– lograr pactos de forma indistinta con el PP o el PSOE. El líder de Ciudadanos juega a medio plazo, quiere llegar a la Moncloa, cuando le toque. Y analiza la segunda y la tercera jugada, como llevan haciendo los partidos catalanes desde que Pujol –y también antes– dejó la primera línea de la política catalana.

Señores del PP, Rivera es catalán.