Soberanistas de confesionario

Para los intelectuales de La Veu de Montserrat y sus legatarios, la verdadera catalanidad aflora del catolicismo

La salida a la luz de los casos de  pederastia en la abadía de Montserrat, y la humillación auto-infligida de Jordi Pujol,  representan el ocaso moral de una cierta manera de hacer y entender la política, solapando el poder civil y el religioso, mediante la asimilación cultural del nacionalismo y la fe católica.
 
La construcción nacional de Cataluña se ha caracterizado desde sus comienzos por lucir un halo redentor, trascendente, alumbrado por la búsqueda del santo grial ‘cuatribarrado’ que alberga las esencias catalanas, y cuya recuperación traería la salvación nacional, manifestada en la sagrada predestinada comunión del pueblo en la que se transmutaría lo esencial en existencial.

Montserrat sigue siendo hoy en día el centro espiritual del misticismo catalanista

Dicen las crónicas que el mismísimo Heinrich Himmler rastreó la presencia del santo grial en el monasterio de Montserrat en 1940, lo que demostraría quizás que tomarse a Richard Wagner y sus leyendas arturianas demasiado en serio produce efectos sorprendentes.

Aunque se desconocen los resultados de la investigación de campo de Himmler y su séquito de las SS, es indiscutible que la abadía de Montserrat era ya por aquel entonces, y siguió siendo, el centro espiritual del misticismo catalanista, aunque debamos precisar, en honor a la verdad, que es innegable que el Virolai goza allí de mayor popularidad que el Parsifal wagneriano.

A pesar de que Pujol, educado en el Colegio Alemán de Barcelona, fundase en 1974 Convergència Democràtica de Catalunya, precisamente en el propio monasterio de Montserrat, ya devenida Sion catalana.

El arraigo, la vitalidad y las motivaciones del proceso soberanista resultan ininteligibles si se dejan de lado las complicidades, a veces con tintes cuasi sincréticos, entre clérigos y políticos de todo tipo y pelaje, desde los regionalistas del siglo XIX hasta los eurocomunistas catalanes del tardofranquismo, en torno a Montserrat.

Publicaciones como ‘La Veu de Montserrat’ tuvieron una influencia fundamental en la concepción de las tesis del catalanismo

Así, podemos trazar una línea de continuidad entre publicaciones como La Veu de Montserrat de 1878 y Serra d’Or de 1959, que tuvieron una influencia fundamental en la concepción y desarrollo de las tesis del catalanismo político confesional, nacido en los albores del capitalismo y que ha alcanzado su punto apoteósico con la globalización, aunque siempre ha estado entrelazado con los esfuerzos de las clases dirigentes por movilizar grandes sectores sociales para proteger sus propios intereses.

Un ejemplo temprano de esta connivencia lo encontramos en los notables esfuerzos de personajes finiseculares como el integrista religioso de familia burguesa, y carlista notorio, Félix Sardà i Salvany, hoy convenientemente relegado al olvido, pero que en su día fue pionero en el uso de métodos de agitación popular destinados a ‘recristianizar’ a los sectores obreristas para frenar la ascendencia de socialistas y anarquistas.

‘La Veu de Montserrat’ encontró un suelo fecundo y bien nutrido de una audiencia católica y catalanista

Sin embargo, el fundamentalismo reaccionario de Sardà i Salvany, autor de tremenda popularidad entre el clero, en una Cataluña caracterizada por un fuerte arraigo del integrismo, le llevó a oponerse frontalmente a las corrientes eclesiales catalanistas, que el clérigo de Sabadell percibía como excesivamente tibias, incluso de liberales.

Hicieron falta figuras como la de Jaume Collell para fundir el regionalismo conservador tradicionalista con la concienciación católica. El instrumento usado por Collell fue precisamente el ‘semanario popular de Cataluña’ llamado La Veu de Montserrat, que logró tal éxito de lectores e influencia, que acabó siendo el órgano oficial de la Lliga Regionalista.  

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La piedad catalana

Torras i Bages redactó un ambioso programa político perfilado con el hilo conductor de una militancia religiosa

La Veu de Montserrat encontró un suelo fecundo y bien nutrido de una audiencia católica y catalanista, con la que supieron sintonizar eclesiásticos de la Escuela de Vich como Verdaguer, Urquinaona o Torras i Bages, algo que nunca consiguió la intelectualidad carlista catalana que representaba Sardá i Salvany.

Allí donde no llegaba el estecismo romántico y simbolista del poeta Verdaguer, la prosa pragmática de Torras i Bages, recogida en su opúsculo ‘la piedad catalana’, proyectaba un marco ideológico cuyo lema bien pudo haber sido ‘Cataluña será cristiana o no será’. 

Articulaba un ambicioso programa político perfilado con el hilo conductor de una militancia religiosa, que abarcaba la reivindicación de una pastoral catalana estrictamente catalana, la instauración del catecismo catalanizado, el proyecto de una ortografía catalana, o el llamamiento a dar amparo nacional al derecho civil catalán.

Para los intelectuales de La Veu de Montserrat y sus legatarios, la verdadera catalanidad aflora del catolicismo, la doctrina que insufló y afirmó la unidad nacional catalana.

Estos principios fundamentales se fueron adaptando a los tiempos pero perduraron durante generaciones, calando profundamente en el conjunto de la sociedad civil catalana a través de políticos clave en Cataluña durante la transición, como Josep Benet y Alfonso Carlos Comín.  

Nueva savia en la clerecía catalanista

En fecha tan reciente como 1985, los obispos catalanes hicieron pública una actualización de estos principios en la carta pastoral ‘Raíces cristianas de Cataluña’, en la que se pedía a los católicos recuperar la buena tradición eclesiástica de fidelidad a Cataluña, el médium en el que los catalanes se identifican y reafirman, y que en el momento de la publicación de la carta pastoral, se materializaba en el culto a la personalidad del president Pujol. 25 años después, los obispos publicaron Al servicio del pueblo de Cataluña.  

Inevitablemente, el mínimo común denominador de ambas pastorales es la tradicional defensa del ‘derecho de nuestro pueblo a su identidad nacional’ acoplado a la exigencia de “una adecuada estructura jurídico-política”.

Los años pasan, pero la clerecía catalanista, más que morir, se planta, facilitando que circule nueva savia, como la del párroco Cinto Busquet, alma máter de Cristianos por la soberanía, el grupo sacerdotal que sacó un manifiesto a favor de que «fueran escuchadas las legítimas aspiraciones del pueblo catalán» a dos semanas del 1-O. 

Busquet, plenamente consciente del peso específico que Montserrat tiene en el imaginario de la causa catalanista, calificó en marzo de 2019 de “juego” las denuncias de los abusos a una de las víctimas sexuales de los monjes montserratinos.

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