Solapamientos políticos

El independentismo busca una salida que haga posible compatibilizar el 1-O con su rectificación y mantener vivos los votos para las próximas elecciones

El septiembre catalán permite observar un gran número de solapamientos políticos que consolidan el camino de un independentismo que ya no pretende llegar a la ruptura con España.

El presidente de la Generalitat quiere investir a Carles Puigdemont como president; el presidente del Parlament impulsa un gobierno de concentración tras el veredicto de las sentencias; el consejero de Educación Josep Bargalló propone una moción de confianza al gobierno; el consejero de Economía Pere Aragonés parece no querer aprobar los presupuestos como estrategia para precipitar unas nuevas elecciones.

El Pdecat entra en la fase de decidir si se disuelven en la lógica de Junts per Catalunya. Lo mismo ocurre con la Crida de Puigdemont. Entidades, partidos y plataformas favorables a la tercera vía, que marca el catalanismo integrador o moderado, van en la dirección de constituir un nuevo partido capaz de derrotar en las urnas al independentismo más radical.

Societat Civil pide la reconciliación y los post convergentes parece ser que también. La investidura de Pedro Sánchez impulsa a miembros destacados del Pdecat a votarlo como mal menor y desde Bruselas se considera que Mariano Rajoy y Pedro Sánchez son la misma cosa con siglas políticas diferentes.

Todos estos solapamientos ocultan total o parcialmente una realidad que no es otra que el inicio de una nueva fase del proceso que permita ver más allá del 1 de octubre y de la resolución de las sentencias.

La enorme dispersión y variedad de estrategias buscan definir un estado de la cuestión donde el independentismo pueda encontrar una salida que haga posible compatibilizar el 1 de octubre con su rectificación y poder mantener vivo el espíritu pero, ante todo y sobre todo, los votos para las próximas elecciones autonómicas.

Las elecciones autonómicas obligarán a unos y otros a decidir cómo aterrizar

La fase en la que entramos exigirá a todos los actores no dejar de perder de vista el objetivo final: poder hacer aterrizar el avión que despegó un vuelo político desde Barcelona el 11 de septiembre del 2012 y que ahora se encuentra sin combustible y sin piloto o, para ser más exacto, con demasiados pilotos que no aciertan a imponer un adecuado plan de vuelo.

La decisión está tomada, por mucho contorsionismo político que se dé. Las fuerzas flaquean. Las consecuencias políticas y sociales de las sentencias están abiertas y no preestablecidas por el independentismo.

Se prevé una recesión económica que necesitará un gobierno de la Generalitat más comprometido con el día a día. Todo ello, ante la posible repetición de elecciones, puede dejar sin espacio mediático, y sin foco, a las reivindicaciones políticas tras las sentencias.

La lectura que debemos hacer de tantos movimientos políticos en Cataluña es que son el preludio de un cambio que llevará a unas elecciones autonómicas que obligará a unos y otros a decidir cómo aterrizar.

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