Tirano esteladas

La posición deAsociación Española de Banca (AEB) y la Confederación Española de Cajas de Ahorro (CECA), alertando sobre los riesgos que conllevaría la independencia de Cataluña y la posible «exclusión financiera» de los bancos catalanes en caso de secesión, han marcado las declaraciones del inicio de esta segunda semana de campaña.

No ha sido nada sorprendente la beligerante respuesta de las candidaturas separatistas, pero si su virulencia. Quizás sea por la influencia de Bildu (compañeros de manifestación e inicio de campaña de Junts pel Sí) o por tanto abrazo con el procesismo-revolucionario de la CUP. Parece que entre roce y abrazo han contagiado a los candidatos de Junts pel Sí su kaleborrokismo.

Karmele Marchante, nuevo icono político del separatismo, escribió en su cuenta de twitter: «El Banco de Sabadell y La Caixa hacen boicot a la independencia. Que se vayan y las quemen!!!!!». El candidato de la CUP, Antonio Baños, aseguró que su partido está encantado de que la banca abandone una hipotética República Catalana y les recomendó que si desean marchar «que vayan haciendo las maletas«.

Raül Romeva, aún no recuperado de los zascas de la UE, ha acusado a las patronales bancarias de ser «las responsables de la crisis más grave que hemos vivido en los últimos años«, reprochándoles que no hubieran «dicho nunca ni una sola palabra en contra de los desahucios» tras haber «activado todas y cada una de las herramientas para que la gente sufriera y día tras otro«. Para acabar les recomendaba que «Bon vent i banca nova!»

Pero fueron las declaraciones de Artur Mas las más llamativas. Asumiendo el discurso de revolucionario institucional, acusó al Estado de estar «movilizando poderes» como la banca o la diplomacia para «presionar» en contra del proceso independentista: «Han movido tierra, mar y cielo para conseguir pronunciamientos de líderes mundiales y hoy tocaba al poder financiero, para que diga que nos quedaremos sin dinero y que sufriremos todo tipo de calamidades«. «Pero el pueblo de Catalunya, ante todas estas presiones de los poderes que se van alineando para tratar de abortar el proceso hacia la libertad, dispone de una gran oportunidad, que es demostrar que su voz vale mucho más que todos estos poderes que moviliza Madrid«. «Esto no lo pueden parar, solo depende de nosotros, les demostraremos que la decisión del pueblo catalán pasa por encima de ellos«.

Fantasear con la purificación por el fuego de los bancos como Karmele Marchante propone no parece una respuesta muy pacífica, festiva y democrática. Invitar a hacer las maletas como les indica el representante de la CUP, algo similar a lo que tuvieron que hacer miles de ciudadanos y empresarios vascos, solo señala que son alumnos aventajados de la metodología abertzale que «limpió» el País Vasco de enemigos de la patria.

Que Romeva acuse a los bancos y «olvide» que su candidatura es una marca blanca de Convergència y de su líder para ocultar su responsabilidad en una gestión política y económica de la Generalitat que la ha llevado a la quiebra; que «olvide» que el número cuatro de su candidatura pero futuro presidenciable, es el responsable de los recortes más brutales en la educación, la salud y el bienestar de toda España; y que «olvide» que el partido que conforma el 60% de su lista está acusado de saquear las arcas públicas a través de un corrupto sistema mafioso, solo evidencia su complicidad y su memoria selectiva.

Pero sin duda lo más sorprendente fueron las palabras de Artur Mas y su discurso. El que hace cinco años se presentaba como «business friendly» es ahora, tras la conversión masiánica y la pérdida progresiva del apoyo de importantes sectores, el azote de los «poderosos». Como si ocultarse en el número cuatro de la UTE separatista, quitarse la americana y la corbata sirviera para ocultar todo su pasado y el de su formación. Que alguien que forma parte del establishment que ha controlado durante décadas todos los resortes políticos, económicos y financieros de Cataluña se presente ahora como una mezcla de Varoufakis con estilo de tirano tropical, agitando a las masas desde el discurso populista de enemigo de los poderosos, es simplemente delirante y un ejercicio de cinismo monumental.

La mentira solo prospera en el silencio. Y a los separatistas no hay nada que les moleste más que la palabra. Si callas, eres bueno. Si hablas y les das la razón, eres un patriota. Pero ¡ay¡ si decides hablar y cuestionas sus mentiras y falsedades. Entonces empieza el anatema y el linchamiento colectivo.

Está muy bien que haya muchos conversos a la fe «procesista» que crean en un Nuevo País en el cual manará leche y miel; que seguirá en la UE y el euro, donde seremos todos más ricos, cobraremos más pensión, reduciremos el desempleo al 6%, no tendremos deuda pública, no habrá barracones escolares, no habrá listas de espera, el castellano será lengua oficial, podremos seguir siendo españoles y europeos, el Barça seguirá jugando la Liga de futbol….y en el que comeremos helado cada día.

Pero es lógico que muchos alerten que pensar que se puede saltar desde un precipicio creyendo que se puede desobedecer la ley de la gravedad, es un disparate y un riesgo para la salud. Un riesgo que ,en el caso de ser una opción personal, sería una forma como otra de suicidarse, pero en este caso es un suicidio colectivo inducido. Porque en estas elecciones las formaciones separatistas están pidiendo a los catalanes que salten con ellos al vacío.

Difícilmente la burda argumentación que el separatismo impone desde la complejidad de los hechos pueda ser neutralizada por la información. Sin embargo, alguien tiene que asumir el discurso de la responsabilidad y explicar las consecuencias políticas, económicas, sociales y personales del triunfo del separatismo, aunque solo sea para que nadie pueda decir que las ignoraba.

Es muy difícil combatir con argumentos lógicos los teológicos. Pero hay que intentarlo. Las setenta y dos huríes pueden esperar.