TV3, Catalunya Ràdio… un paso adelante y tres para atrás

 

A simple vista podría parecer un absurdo o quizás una broma pesada, una de esas que aparecían antes en los medios allá el día de los Santos Inocentes, pero no. Este país se toma las cosas normalmente muy a pecho como para caer en frivolidades de ese tipo.

Y, sin embargo, no me digan que la cosa no tiene su qué: Eugeni Sallent, que gestionaba una radio, nuevo director de TV3, la televisión nacional de Catalunya; Félix Riera, que hasta ahora se había movido en ámbitos literarios y sin experiencia en el medio radio, nuevo director de Catalunya Ràdio, y el único hombre que había desarrollado toda su carrera en la radio, en la que había acreditado sobradamente su solvencia y que llevaba ¡2 años! en funciones dirigiendo la Corporación Catalana de RTV, Ramon Mateu, a un cargo desocupado desde hace 10 meses: director de estrategia y marca.

Tot plegat, no me dirán que no parece más una broma que el fruto de una estrategia meditada y una firme y decidida política sobre lo que deben ser los medios públicos de este país. Más de algún malpensado, de los que siempre hay, aún dirá que son nombramientos más encaminados a hundir TV3 y Catalunya Ràdio que a conducirlas a un futuro mejor que el presente. El tiempo dirá.

Eugeni Sallent lleva en su mochila éxitos y experiencia importantes en el terreno de la radio y ahora deberá demostrarlos en el campo de la televisión, que no es exactamente lo mismo. Y aunque su gestión al frente de RAC1, a la que ha conducido al liderazgo actual en Catalunya -algo ayudado en este camino, todo hay que decirlo, por algunos errores de peso que se han cometido en Catalunya Ràdio, entre los que destaca el nombramiento de Montserrat Minobis por Pasqual Maragall- ha sido brillante, no es lo mismo gestionar la emisora del grupo Godó que un monstruo del tamaño de TV3, ni guiar con el viento a favor una empresa del grupo Godó que tener que enfrentarse a una política de EREs y recortes de derechos adquiridos como la que tendrá que desarrollar en TV3.

De Félix Riera, miembro del comité de gobierno de Unió Democràtica, no podemos decir lo mismo. Riera deberá acreditarlo todo, pues no hay en su CV nada parecido al trabajo que ahora deberá acometer en Catalunya Ràdio.

Pero, más allá del juicio profesional que a priori podamos hacer sobre estos dos profesionales, lo que muestra sus nombramientos es el sectarismo y falta de miras que preside la política comunicativa de este gobierno, defectos que pueden ser aún más dañinos para este pequeño país que los errores de gestión que pudieran cometerse.

Porque lo que delatan los nombramientos de Sallent y Riera, especialmente del segundo, es quizás una renuncia ya definitiva a unos medios realmente públicos, no privados del poder de turno, consecuentemente neutrales y orientados a ofrecer una imagen del país tan plural y heterogénea como lo es el conjunto de su ciudadanía.

No es el primer caso, desgraciadamente. La elección de los miembros del CAC ya supuso en su momento un duro ejercicio de sectarismo, aunque en ese caso compartido por todos los partidos, que infringía de pe a pa el espíritu que ellos mismos había aprobado en las semanas previas en el Parlament de Catalunya.

Tal parece que los poderes públicos de Catalunya, sus diferentes gobiernos, trabajan siempre mejor a la defensiva y contra algo que a favor de una idea. Un país que aspira al más alto nivel de autogobierno posible debería ser capaz de poner sobre la mesa un modelo más ambicioso de gestión de su radio y televisión públicas. Pero si todo lo que la actual Generalitat propone en materia de comunicación está imbuido de la mediocridad con que ha llevado el cabo estos nombramientos… ¡apañados vamos! Y no hablo por obvio de la chapuza de la edición inglesa de la administración autonómica.

Hay países no muy lejanos, por ejemplo, donde los directores de los medios públicos deben participar en un concurso, de verdad no como los que se montan aquí, y proponer un modelo de radio o de televisión y su elección depende de la credibilidad que merezca ese proyecto unido a sus méritos personales.

Pero esta Catalunya que reivindica con firmeza su derecho a decidir no parece estar a la altura, ni siquiera a veces desearlo, de esas prácticas habituales en otras latitudes. Un país y un destino se construyen día a día sobre realidades de gobierno y no sobre proclamas y agravios. Los nombramientos de la CCRTV no van en la buena dirección. La política de comunicación tampoco. Y no es un problema sólo de comunicar mejor, no nos engañemos, es un problema de tener una política distinta que comunicar.