Un encantador de serpientes en Fergo Aisa
La inmobiliaria barcelonesa Fergo Aisa vuelve al primer plano de la actualidad, muy a su pesar. El pasado diciembre, el juzgado mercantil que instruye su quiebra ordenó la liquidación de la sociedad y propinó a los miembros del consejo de administración una rociada de embargos que suman la menudencia de 116 millones de euros. Se trata de decomisos provisionales, dado que la jueza todavía no ha podido situar el momento exacto en que Fergo Aisa cayó en la insolvencia.
A más de uno de los ex consejeros no le llega la camisa al cuerpo, pues según la fecha que se fije, podría acabar pechando a título particular con el formidable desfase patrimonial que arroja el balance de la entidad.
Con más moral que el Alcoyano, el presidente de la compañía Carlos Fernández Gómez se opone frontalmente al cierre. Asevera que aquella no está en absoluto paralizada, pese a la evidencia que no ha realizado venta alguna desde 2009. También sostiene que su cartera alberga varias promociones de elevada cuantía. Es la misma cantinela que viene soltando desde que tomó el mando de la empresa en julio de 2009.
Se refiere a una serie de contratos firmados para edificar viviendas y locales en Oriente Medio, África y China. Uno de los acuerdos lo suscribió con United Atra Company, de Iraq. Otro, con Salah Khidher, de Arabia Saudí. En este país también ha anudado lazos con Middle East Development, una de las constructoras más importantes de la zona, presidida por Tarek Bin Laden, pariente del terrorista más famoso de todos los tiempos. Así mismo tiene pactos similares con la china CRCC y con otra corporación que planea levantar viviendas en Gabón y Camerún.
Es verdadero que todos estos conciertos se convinieron y rubricaron, tal como han podido comprobar los administradores concursales. Pero de momento son sólo eso, papeles y más papeles que no se han materializado en hecho tangible alguno.
En medio de los incesantes avatares de Fergo Aisa, Carlos Fernández se ha visto envuelto en un turbio asunto. Acontece que el grupo hotelero Carema, del municipio menorquín de Fornells, lo ha denunciado por un supuesto delito de administración desleal.
En 2011, Carema sufría tensiones de tesorería. Su propietario Miguel Garriga Roselló contactó entonces con la consultora barcelonesa GD&A Brokers Inmobiliarios, capitaneada por Gerardo Duelo y Enrique Pairó, para que le buscara posibles soluciones. GD&A Brokers intentó vender los hoteles. No lo consiguió. Pero se le ocurrió una idea genial. Propuso a su cliente un trasiego pomposamente titulado desinversión financiera alternativa. Éste consistía en la transmisión de todo su patrimonio hotelero a Fergo Aisa, a cambio de un lote de acciones de nueva emisión de la propia Aisa. A la sazón, ésta ya navegaba a la deriva. Su cotización se había hundido hasta el infierno, sufría pérdidas escalofriantes y los acreedores se agolpaban a las puertas del juzgado.
A cada colada, más puerco
El caso es que, increíblemente, Garriga se echó en manos de Carlos Fernández. Mientras maduraban el trasvase, surgió un problemilla: Caixa Catalunya instó el concurso necesario de Aisa. Ni corto ni perezoso, Fernández pidió una ayuda urgente a Garriga y éste le prestó 2,25 millones de euros para que pudiera cancelar la deuda contraída con la caja.
Pasado el susto, se formalizó el traspaso de los hoteles de Carema a Aisa. Entre las estipulaciones suscritas a la sazón, se señalaba que una vez Aisa tomase posesión de los hoteles, procedería de inmediato a liquidar las hipotecas que los gravaban y haría frente a otros compromisos y avales privados del grupo menorquín.
Pero según la denuncia, lo primero que hizo Fernández fue vender varias fincas de Carema por más de 10 millones de euros e ingresar el dinero en las arcas de Aisa. La defensa de Garriga, a cargo de la abogada Romina Budasoff, del despacho Oriola, arguye que Carlos Fernández incumplió todos los puntos del arreglo y ni siquiera llegó a emitir las acciones de Aisa que Carema debía recibir en pago de sus bienes.
Nueve meses después de cerrar el trato, ambas partes decidieron deshacerlo. Carlos Fernández se obligó a devolver a Carema sus activos y le extendió una batería de pagarés para cubrir los abundantes débitos generados durante el corto periodo que gestionó los hoteles. Llegado el vencimiento, las libranzas fueron devueltas una tras otra por falta de fondos. Ni una sola resultó atendida.
Los menorquines cifran en más de 18 millones de euros el quebranto sufrido como consecuencia de la incursión de Fernández y le tachan de “experto en estrategias de engaño”. Otras personas que conocen de cerca al caballero aseveran que es un encantador de serpientes capaz de vender frigoríficos a los esquimales. Su controvertida gestión al frente de Aisa deja una larga estela de damnificados y arruinados. La justicia determinará ahora si, durante su pésima gestión, ha incurrido en figuras delictivas.