Una campaña perversa
«Nada parece tan verdadero que no pueda parecer falso»
Montaigne
Ya sabíamos que esta sería una campaña peculiar en el contexto de unas elecciones diferentes a todas las anteriores. Nadie imaginaba a priori un debate entre el ministro de Asuntos Exteriores español y el presidente de ERC, y sin embargo ha sido uno de los momentos estelares de la campaña. Un debate civilizado entre dos personas cultas a las que resulta muy estimulante escuchar. Un debate en el que ni siquiera hace falta un moderador, como muy bien supo intuir en seguida el gran Josep Cuní. Un debate que enterró definitivamente las dudas sobre el carácter plebiscitario de estas elecciones.
Cuando un ministro del gobierno español acepta el «marco» de discusión y entra a debatir sobre las ventajas e inconvenientes de una Cataluña independiente es que las fuerzas que defienden la secesión han ganado su primera batalla, aunque no la guerra.
En algún momento de la campaña alguien se dio cuenta de que había que movilizar a los votantes tradicionalmente abstencionistas en este tipo de comicios y, animados por unos sondeos que indican que es muy poco probable que los partidos independentistas consigan la mayoría de votos, decidieron tirarse a la piscina y entrar en la arena a pecho descubierto.
El error aparente es haberlo hecho con amenazas y catástrofes de todo tipo para despertar al votante contrario a la independencia, hasta hace poco aletargado. Para mi gusto, han faltado propuestas en positivo para ilusionar a los indecisos. Pero es probable que si la participación es elevada, esa estrategia acabe por tener éxito. Margallo jugó esa carta contra Junqueras: Para Cataluña sería un desastre independizarse de España («ergo» aceptamos la posibilidad de que eso ocurra), la «galleta» sería monumental, pero acabó con el «better together» unionista. «No os vayáis que os queremos mucho», se le oyó susurrar al final. Junqueras, brillante orador, un tipo capaz de discutir de cualquier cosa, reforzó el sentimiento de los convencidos, pero dudó de que haya conseguido ni un voto más de los que ya tenía antes del debate.
En cualquier caso, la campaña es perversa porque la composición de la lista de Junts pel Sí ha hecho imposible, con esa excepción, escuchar a Junqueras y desde luego a Artur Mas, en un debate o en una entrevista en televisión. Romeva, el número 1, se ha llevado todo el protagonismo. Al actual presidente de la Generalitat, que aspira a la reelección, esa ausencia le ha permitido librarse de defender la parte más dura de su obra de gobierno, que la izquierda ha criticado con aspereza en los últimos meses. Pero lo ha dejado escondido para una mayor parte de los votantes, los que no siguen el día a día de la política catalana, que probablemente no entienden nada de lo que está sucediendo.
Hace unos días, un familiar cercano, profesional de la publicidad, con carrera universitaria y menos de 50 años, me llamaba para preguntarme qué es exactamente lo que votamos el próximo domingo…
Sea como fuere, ya nadie duda de que nos jugamos algo muy importante el día 27. Esto va en serio. Y una vez hayamos ejercido nuestro derecho, ya no hay vuelta atrás.