Una moción de censura perversa y una Generalitat cada vez más privada

La actualidad política española y catalana está llena de giros que hablan de unos líderes con poco sentido de Estado

No soy un experto constitucionalista, pero estoy convencido de que cuando los “padres” de la Carta Magna elaboraron los preceptos que la componen pensaban en una moción de censura muy diferente de la que vamos a vivir estos días.

La moción de censura debería llegar al Congreso con la casi seguridad de su aprobación. De hecho, un puro de trámite.

Una moción de censura debe llegar absolutamente cocinada y con la nueva mayoría ya construida

En unas circunstancias determinadas, la mayoría parlamentaria que sostiene al Gobierno se resquebraja y uno de los partidos de la oposición construye una mayoría alternativa.

Esa nueva mayoría presenta al pleno del congreso su programa, destituye al anterior y asume la gobernabilidad del país.

La moción de Sánchez

La discusión del programa alternativo es una condición sine qua non no hacia los diputados sino al conjunto de la nación para que conozcan los nuevos objetivos políticos.

Una moción de censura, pues, debe llegar absolutamente cocinada. Con la nueva mayoría ya construida. De esta manera, la moción de censura sencillamente constata, y ejecuta, que hay una nueva mayoría capaz de tomar las riendas de la gobernabilidad del Estado.

Lo contrario son fuegos artificiales. No está concebida, o no debería estarlo, la moción de censura para experimentos, para desgastar al gobierno de turno, ni para conceder horas de televisión a un determinado líder. Para ello hay otras figuras y momentos en la vida política.

La moción, como está siendo utilizada últimamente, es apenas una añagaza, se esconda ésta bajo nombres tan rimbombantes como respuesta a una emergencia democrática o cosas por un estilo.

La Generalitat, con sus agendas casi clandestinas, es propiedad de unos pocos catalanes

Ciertamente, puede proporcionar suculentos réditos al que la presente, pero dudo mucho que sea así para la política con mayúsculas.

Lean, en otro orden de cosas, el magnífico artículo de Iván Vila: Quim Torra se vuelve a citar con Carles Puigdemont tras el revés del TSJC.

Verán descrita una acción de gobierno, es un decir, con agendas casi clandestinas, contenidos de reuniones oficiales sellados por el más absoluto secretismo… Teníamos la sensación hasta ahora de que en los últimos años la Generalitat era cosa como mucho del 50% de los catalanes. Exagerábamos. Ni siquiera eso. Es de unos pocos y cada vez menos.