Una nueva legislatura para un nuevo tiempo necesario

La campaña electoral, al parecer tan deseada, ya se ha puesto en marcha. Si los diferentes sondeos publicados hasta hoy no han ido desencaminados, el parlamento que salga de las urnas el próximo 20 de diciembre se va a parecer muy poco al actual y reflejará un pluralismo político, una segmentación de la representación popular, más acorde con la realidad, pero sobre todo con el desgaste de los dos grandes partidos que han venido gobernado el país casi desde prácticamente el inicio de la transición.

En definitiva, un nuevo hemiciclo, con caras nuevas y a priori con políticas nuevas. La principal incógnita de la próxima legislatura estará pues, no en los nombres de los diputados que sustituyan a los actuales, ni siquiera en el color de sus banderas, sino si en ese nuevo parlamento habrá una conciencia mayoritaria de que España necesita un cambio profundo y de que éste debe construirse a partir del consenso y las propuestas más constructivas.

Sólo bajo esta premisa podremos confiar en que la legislatura que se abre con el nuevo año no seguirá instalada en una pendiente de desgaste y pérdida continua de credibilidad que lastra, y de qué manera, cualquier proyecto serio de renovación política. O dejamos de convertir las cámaras representativas en un sucedáneo encorbatado de Sálvame o será difícil que este país recobre una cierta senda de progreso y concordia nacional productiva.

Necesitamos –es urgente– una legislatura para un cambio político; resulte ganador el PP, el PSOE, Ciudadanos o cualquiera de las posibles combinaciones que puedan darse. Un cambio que renueve nuestras instituciones y, en consecuencia, nuestro funcionamiento democrático, que devuelva a los ciudadanos la confianza en sus políticos y en que más allá de los colores de cada uno es posible construir mayorías sólidas. Que así sea.