Y ahora el Hermitage

Si tuvimos la confianza de que la presencia del PSC en el Ayuntamiento pudiera moderar la degradación de Barcelona, 'lasciate ogni speranza'

Posiblemente hay diversas facetas en las que a Ada Colau y su equipo se les ha visto el plumero populista desde el primer momento. Una de las más significativas es, a mi parecer, la referente a la cultura. Rememorar algún ejemplo de lo sucedido a lo largo de los casi cinco años que la mayoría podemita ha ocupado la alcaldía, ayudará a entender mi afirmación.

Primer ejemplo. Palacio Moxó. Dicho inmueble es (quizá debería utilizar el pasado) un muy buen ejemplo de la arquitectura civil barroca. Construido en 1770, situado en la esquina de la calle Bisbe Caçador, en la plaza Sant Just i Pastor, frente a la iglesia de igual nombre, forma parte de un conjunto muy destacable dentro de la Barcelona antigua. Hasta principios de este siglo la mansión fue utilizada como vivienda, más o menos habitual, por los descendientes de la familia Moxó, de tal manera que conservaba todo el mobiliario e interiores originales.

Hasta 2015 era una de las mansiones barcelonesas singulares, objeto de visitas o de alquiler de sus salones para eventos. En 2017 se vendió. Todo su contenido mobiliario se trasladó a Sevilla y, parece ser, que se ha subastado. Como acontecía que el referido palacio era un Bien Cultural de Interés Local, la ley obligaba a que se diera opción, ante todo, al Ayuntamiento de Barcelona como comprador. Cosa que se hizo. A partir de ahí las versiones difieren. Según unos, ni se respondió a la oferta; según otros, se rechazó.

En cualquier caso parece que el verdugo del palacio, por negación o desinterés, fue el en aquel momento brazo derecho de Colau, el señor Pisarello, quien ahora anda medrando por la Corte. Y digo bien verdugo, porque el palacio ha sido objeto de una intervención que, según muchos, ha significado desvirtuarlo para construir apartamentos de lujo. Sí señor, esos apartamentos contra los que la señora Colau ha despotricado repetidas veces. Y a unos 150 m de su despacho. Pregunta: ¿No habría motivo para que los ciudadanos de Barcelona exigiéramos que se nos resarciera de semejante atentado a nuestra historia y nuestro patrimonio?

Segundo ejemplo. Ocupémonos ahora de algo más actual, el culebrón del CAP de Ciutat Vella, el edificio del antiguo Dispensario Antituberculoso, y dos capillas, la “dels Àngels” y la de la “Misericòrdia”. El citado dispensario, situado en la calle Torres Amat, amortizada su función original, funcionaba como CAP del barrio, al parecer en condiciones de total degradación, lo cual no solo perjudicaba gravemente a los usuarios, sino que ponía en peligro una obra de aquel gran y breve movimiento arquitectónico que fue el GATCPAC.

Evidentemente había que buscar una solución para la deficiente asistencia que estaban recibiendo los vecinos. A primera vista parecería que la reforma de un edificio concebido para el ámbito sanitario era la mejor opción. Pero no sé por qué razón (no descarto la inducción) se empezó a generar en el barrio un movimiento a favor de que el CAP pasara a la capilla de la “Misericòrdia”. La propuesta sorprendía. ¿Tan fácil era transformar una capilla, que incluye elementos protegidos, en un centro de atención sanitaria? ¿Hubo en algún momento una valoración de por lo que se apostaba? Sospecho que en absoluto.

Pero Ada Colau, con la siempre entusiasta asistencia de Janet Sanz, se subió a la ola, echando suficiente gasolina al fuego para que al final la versión dominante fuera que a un grupito de exquisitos les importaba un comino la salud de los habitantes del barrio, frente a la posibilidad de ampliar un museo de arte. El pollo que se montó fue para que algún sociólogo realice un estudio.

La salomónica decisión tomada implica transformar la capilla en CAP (tengo una curiosidad morbosa por ver cómo se lleva a cabo la transformación), al edificio GATCPAC se le deja de lado y, para ampliar el MACBA, se opta por la chapuza de una nueva construcción, de anchura ridícula, que, además, tapará la fachada gótica de la otra capilla, la “dels Àngels”, cuyo diálogo  con el edificio de Richard Meier es lo que da singularidad a la plaza, singularidad que quedará definitivamente liquidada. Pero ¿qué es todo eso de cara a un buen puñado de votos para una futurible reelección si, como parece, el ministerio soñado queda ad calendas graecas?

Y ahora le toca al Hermitage. El edificio a él destinado, que estaba concebido para la bocana del puerto, diseñado por Toyo Ito, sería sin duda un enriquecimiento patrimonial para Barcelona, pero una serie de informes parecen haberle dado la puntilla al proyecto; el cultural, en particular, totalmente beligerante, y que destila gremialismo. La última solución propuesta es desplazarlo a la zona del Fòrum, que suena a pretexto para que los promotores lo rechacen, ya que es evidente que esa ubicación periférica influiría negativamente en el número de visitantes. Sería repetir el bodrio que fue desplazar las colecciones expositivas de ciencias naturales a la misma zona, por el simple hecho de que había un edificio que había costado una millonada y nadie sabía qué hacer con él.

Con todo lo precedente, creo que tenemos derecho a desconfiar de la supuesta ecuanimidad con que se juzga el proyecto.

Si en algún momento tuvimos la confianza de que la presencia del PSC en el cartapacio municipal pudiera moderar la degradación de la Ciudad, lasciate ogni speranza.

 

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