Estrella Salietti: «No sé el dinero que he ganado»

La diseñadora de interiores asegura que el día que se retire se chutará para "irse bien descansada"

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Como Coco Chanel, que jamás dejó de poner un alfiler, y con 71 años reabrió su casa de modas de París contra la opinión de todos. Así es Estrella Salietti, infatigable y apasionada como si acabara de empezar. Su nombre es ya un símbolo: de la Barcelona bien, del diseño de interiores y de vivir a tope sin mirar atrás. A sus 70 años, Salietti tiene que ponerse las gafas y repasar una hoja antes de contar sus nuevos proyectos. No para y no piensa hacerlo jamás. «El día que me retire me chutaré para irme bien descansada«, dice con ese descaro que la caracteriza.

Su carrera empezó en su cabeza desde niña. «Cada temporada redecoraba mi habitación y mamá se volvía loca», recuerda, «en la casa de campo de Bonmatí siempre estaba pensando en una casita y qué ponerle dentro, en decorar y decorar». Tardó un tiempo en cumplir su sueño, pero cuando lo logró, todos se encapricharon de sus ideas. Fue en Regine’s, discoteca inaugurada por Oriol Regás e Ignacio Ribó, dueños de la noche barcelonesa más elitista de los 80 y 90. Allí, Salietti puso toda su imaginación, lo que le valió encargos y más encargos.

Siguió el Oliver&Hardy y la Vaquería, dos proyectos que la convirtieron en la diseñadora más solicitada del momento. Llegaron pues las casas de la burguesía: no eras nadie si Estrella no había diseñado su hogar. Y sigue siendo así en muchos casos. Los grandes nombres de la ciudad apuestan por ella tanto en sus pisos de Barcelona, como en sus casas de campo.

Casa 1

Ahora está enfrascada en la remodelación de la joyería Rabat de la calle Valencia, en terminar el club Shiva del grupo Costa Este (Ramón Bordas) y en el proyecto de restaurante que Óscar Manresa planea abrir en el hotel Chic&Basic de Hugo Beltrán, hijo de Dolly Fontana.

«Y tengo cuatro casas particulares como mínimo, pero ya sabes que no puedo decir los nombres porque se enfadan», comenta. Cuando se trata de particulares, Salietti sufre lo suyo porque «cada detalle es un mundo, desde las cortinas a los cuadros, además, hay que meterse en la piel de quienes viven en la casa, y tener en cuenta las opiniones de todos, desde la dueña al marido, a la hija…». Divertida y provocadora, dice que a veces es difícil conjugar los muebles antiguos y valiosísimos de algunos de sus clientes con sus ideas modernas y rompedoras. «Alguna vez se terminan los contratos antes de tiempo», como le acaba de pasar con uno de los grandes nombres de la moda de la ciudad (shhhh), «pero la mayoría de las veces logramos entendernos y salen cosas fantásticas».

«En la casa de campo del ex dueño de Burberry –no pongas su nombre, con esos datos ya somos demasiado atrevidas-«, dice, «hemos conseguido integrar todos esos muebles antiguos y las pinturas y el arte de Mas Floris con un ambiente como de Agatha Christie que me encanta».

Uno de los mayores distintivos de la marca Estella Salietti era su casa, un garaje de la calle Bertrán reconvertido en hogar. Pero lo acaba de vender y está inmersa en la decoración de su nueva casa, en la calle Tavern. Mientras, tiene a sus ‘perrunos’ Dana, Lula y Maki en una residencia canina. «En tres semanas me mudo, estoy de los nervios». Y eso que la vida de esta mujer, que entró en sociedad por la puerta grande por su belleza y su ingenio, está plagada de cambios.

Con su primer marido, Antonio Aparicio, estuvo casada 10 años y tuvo dos hijos, Toni y Beto; con Ignacio Ribó, su segunda pareja –»nunca nos casamos, aunque lo intentamos varias veces»- estuvo 20 años y tuvieron dos hijos, Estrella y Guillermo; y con su tercera pareja, Miguel Navas, estuvo 10 años pero no tuvo hijos. Ha vivido en siete casas diferentes (nunca ha bajado de la Diagonal y sólo ha abandonado Barcelona para instalarse un tiempo en la Costa Brava) y a cada una le ha dado una personalidad propia.

Casa 2

«He trabajado mucho y lo sigo haciendo, pero no sé el dinero que he ganado, me dice Ramón (Bordas) que soy una bohemia. No he tenido que pedir ni un duro a ninguna de mis parejas y siempre he mantenido a mis hijos, pero tengo la impresión de que vivo mantenida: es la educación clásica, de antes, que todavía pervive en mi interior», se ríe. Hija de una familia bien (su padre estudió en los Jesuitas de Sarriá), apostilla: «El apego es algo antiguo, a mí me encanta el lujo, claro, y soy una gastona, pero se ríen porque dejo el bolso tirado en cualquier obra y llevo la Visa Oro dentro. ¡Bah! Si no fuera por mis maridos no hubiera ni inscrito a mis hijos en el registro, esas cosas son un aburrimiento«.

Lo que no es en absoluto aburrido es charlar con Estrella Salietti, un símbolo de la Barcelona más elitista, una mujer que cuenta historias (shhh) que darían para varios artículos, aunque a ella, lo que le importa, es seguir trabajando. Como Coco Chanel, ajena a las miradas de desaprobación, dispuesta a dar batalla a quien le chiste.

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