La mesa de diálogo finalizará dentro de tres meses

Los negociadores asumen en privado su desconfianza mutua: el PSOE solo tiene interés en los presupuestos mientras que JxCat y ERC solo piensan en elecciones

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Es difícil hallar precedentes de una mesa de diálogo sin posibilidades reales de dialogar. Gobierno y Generalitat pusieron en marcha esta semana la famosa mesa diseñada para hallar una salida al llamado «conflicto catalán» sin que las partes confíen, en realidad, en punto de encuentro alguno.

Lo asumen las partes en privado con insultante naturalidad: el calendario de 2020 imposibilita la negociación y, por tanto, las conversaciones tienen fecha de caducidad. Algunos incluso se atreven a lanzar un pronóstico: «Va a ser muy difícil alargarla a mayo porque la campaña catalana ya estará en marcha».

Las elecciones en Cataluña sobrevuelan el escenario político desde que, el pasado 29 de enero, Quim Torra anunció su voluntad de concretar la llamada a las urnas una vez se aprueben los presupuestos de la Generalitat en el Parlament. La votación de los presupuestos está prevista para el 18 de marzo, aunque la luz verde final podría retrasarse un mes si algún grupo los impugna ante el Consejo de Garantias Estaturias (un órgano jurídico-asesor).

Así que Torra podría demorar su anuncio electoral, a mucho estirar, hasta mediados de abril. A partir de ahí, se abre un interrogante: ¿elecciones en junio o en octubre? Esos son los dos meses que monopolizan los cálculos de los soberanistas. 

El episodio de La Plaza de esta semana analiza los resultados -si es que los hay- de la mesa de diálogo

Una fuente consultada advierte que, en estos momentos, Torra, el presidente con la fama ganada de subordinado de Carles Puigdemont, está más fuera de control que nunca.

Hace unas semanas, desoyó por primera vez una orden del líder huido. Lo hizo al ignorar las presiones de Elsa Artadi  —la emisaria por excelencia de Puigdemont— para expulsar a ERC del Govern después de que Torra fuera despojado de su escaño en el Parlament a manos del republicano Roger Torrent, el presidente de la Cámara catalana. La misma fuente añade, no obstante, con ironía: «Si Torra no hace caso con la fecha de las elecciones lo tiran por el balcón».

Así que la pregunta es qué piensa Puigdemont del calendario y, por otra parte, qué tiempos maneja el Gobierno. Porque las cartas, en realidad, están sobre la mesa. A Junts per Catalunya y ERC solo les obsesiona su particular pugna electoral por alzarse con la victoria en las elecciones catalanas; y al PSOE solo le importa tener apoyos para aprobar los Presupuestos en el Congreso. Y en medio de estas dos prioridades hay una mesa de diálogo.

El calendario de Pedro Sánchez

El consejo de ministros confía en presentar el proyecto de Presupuestos a finales de marzo. Esto significa que el debate a totalidad en el Congreso —que sirve para iniciar o tumbar la tramitación parlamentaria del proyecto— podría producirse en torno a mediados de mayo. De cumplirse estas previsiones, las cuentas podrían estar listas al filo del verano.

Y ahí llegan todas las complicaciones porque, de una forma u otra, se va a cruzar el calendario electoral catalán, sea porque habrá una votación inminente en Cataluña (junio) o sea porque la campaña ya habrá cogido velocidad de crucero en su camino a unas elecciones en octubre (una fecha, la del 4 de octubre, coincidiendo prácticamente con el tercer aniversario del 1-O, está en estudio).

Así las cosas, la mesa de diálogo tiene un único sentido: servir al marketing político de sus promotores (PSOE y ERC), a riesgo de que la oposición logre triturar la jugada de Sánchez y de los independentistas.

Auguró el presidente del Gobierno que la mesa de diálogo sería larga, difícil y compleja. Y, probablemente, acabe siento lo contrario: una mesa corta y muy sencilla que ni tiene orden del día ni apenas contenidos más allá de la tertulia política. 

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