Donald Trump obtiene el perdón de los medios y opinadores a cambio de audiencia

Expertos y comunicadores analizan con Economía Digital las elecciones presidenciales en Estados Unidos con la idea de que Clinton no ha sabido doblegar todavía al candidato republicano

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Perdón por mentir, vulnerar la ley y pisotear derechos humanos a cambio de incrementar la audiencia para lograr votos. Es el paradigma electoral implícito de la campaña de Donald Trump, a pocas semanas del asalto final al Despacho Oval, en liza con Hillary Clinton, una dama de la política, que enamora a la intelectualidad mientras provoca la desconfianza de la América profunda.

Esta idea acompañó a todos los ponentes que participaron este jueves en un debate sobre las elecciones norteamericanas, organizado por Economía Digital en el marco del Instituto de Estudios Norteamericanos. Los periodistas LLuís Foix y Ramon Rovira y el director del departamento de Internacional de Foment del Treball, David Tornos, tomaron la palabra bajo el papel moderador de Manel Manchón, director de Economía Digital.

Vivimos en la época de la mentira en la que se permite a Donald Trump decir que Obama no es norteamericano y que fundó el ISIS. «Y no pasa nada, en un país como Estados Unidos, en el que Richard Nixón perdió la presidencia por mentir», dijo Lluís Foix, un conocedor muy cercano de la realidad americana, que ha cubierto como periodista siete elecciones presidenciales. Remarca los contrastes. «Trump influye, aunque no lo crean, en la xenofobia europea». Otro mal síntoma después décadas de colaboración, del fin de la Guerra Fría y de muchos acontecimientos posteriores por los que no nos «conviene que la Sexta Flota abandone el Mediterráneo».

 

La hora triste del brexit

La respuesta hizo sonreír a los asistentes, que llenaron el auditorio del IEN, con la presencia del cónsul de Estados Unidos en Barcelona, Marco Mandojana. También estuvo presente el economista Joan Corona, presidente del Patronato de la Fundación del IEN, y el también economista Antoni Serra Ramoneda.

El sistema democrático y el comercio internacional son el telón de fondo en la recta final a la Casa Blanca. Hillary Clinton, una política de alta escuela, se enfrenta a Donald Trump, xenófobo y rey de los bonos basura en los ochentas, fiestero en sus evasiones fiscales y paladín del peor de los populismos. Europa, caja de resonancia americana, vive la hora triste del Brexit, donde las alharacas de Trump amenazan a la cuna de la democracia y muestran la peor cara del proteccionismo a base de ataques al TTIP (tratado de Libre Comercio EEUU-Europa).

La América que envuelve a la cita de noviembre no es nada prometedora. Obama se va viendo como el Congreso le tumba el veto a la posibilidad de que se interpongan demandas contra Arabia Saudita, por su presunta implicación en los atentados de las Torres Gemelas.

Un producto para las audiencias

Y, de inmediato, miles de familias de damnificados en el 11-M preparan sus querellas contra Riad. Este nuevo escenario aumentará la tensión entre EEUU y Arabia Saudí con la guerra de Siria como telón de fondo, Y no puede olvidarse que el aliado estratégico del Golfo, fruto del pacto entre Roosevelt y el Rey Faisal en el lejano 1917 (el año del Armnisticio de Clemenceau), ha resultado troncal en el equilibrio de fuerzas en Oriente Medio. Hoy, Estados Unidos, un país en el que la mayoría republicana juega a modificar la correlación de la zona más caliente del planeta, está más próximo a Donald Trump de lo que creemos, según apuntaron los ponentes, como Rovira y Foix.

Por ello, Ramon Rovira insistió en que es necesario que se pongan de manifiesto «las mentiras y medias verdades que se vierten en una campaña en la que Trump se ha convertido, él mismo, en un producto que provoca grandes audiencias en televisión, y logra buenos beneficios económicos a las grandes cadenas audiovisuales»

El 26 de septiembre de 1960, curiosamente en el mismo mes y en el mismo día en que Hillary Clinton y Donald Trump celebraron este año su primer debate, John Fitzgerald Kennedy y Richard Nixon protagonizaron desde el primer gran debate televisado contemporáneo. Aquello se resolvió por 100.000 votos. Fue tan importante para el ganador su aspecto juvenil y bronceado en contraste con el desgastado Nixon, como el auxilio de Robert, el hermano de John, la salida de cárcel de Martin Luther King o la vicepresidencia, concedida al estoico Lyndon B. Johnson, que contribuyó con el votante de Texas.

¿Gana quien tiene menos experiencia?

Ahora, la senadora Hillary representa al establishment en un territorio amplísimo. Por otro lado, es obvio que la exprimera dama está mucho más preparada en todos los ámbitos por los que puede discurrir el debate, y tiene una fama acreditada de mantener el tipo en esta clase de eventos, tanto cuando disputó en 2008 la nominación demócrata a Barack Obama como este año frente al senador Bernie Sanders. Sin embargo, su superioridad intelectual está descontada y debe ir con cuidado para que no parezca arrogancia y levante más ampollas en ese sector del electorado al que calificó imprudentemente hace poco de cesta de deplorables.

Esa es la cuestión central que se debatió, y en la que incidió David Tornos, al margen de su defensa de unas relaciones comerciales más sólidas entre Estados Unidos y Europa. «Es justamente la idea de que Trump no tiene experiencia, de que no es alguien del establishment, aunque socialmente pertenezca a la élite, la que atrae, porque se comporta como un candidato próximo al que sufre, al que se queda descolgado, y eso puede igualar la contienda, por lo que no es posible ahora decidir quién ganará»

Los estados empiezan a ser denominados como rojos -si hay predominio republicano-, azules -si lo hay demócrata- o «swing». Esa fidelidad a los colores explica, al margen de la impopularidad que comparten Hillary Clinton y Donald Trump, por qué es prácticamente imposible que un candidato se imponga al otro por un gran margen; desde el año 2000, son muy pocos los estados que cambian de signo de un ciclo electoral al siguientes. Los distritos de la Cámara de Representantes están blindados demográficamente, como apuntó Tornos

El traje de los presidentes

Con esa posibilidad todavía viva, la de que Trump puede ganar las elecciones, de que se mantiene vivo en la campaña, pese a la derrota, según todos los medios y encuestas, frente a Clinton en el primer debate televisado, Manel Manchón preguntó a todos los ponentes sobre la capacidad real de que Trump pudiera ser, posteriormente, un buen presidente de Estados Unidos. «Es cierto que hay contrapesos, que el poder de las cámaras de representantes es grande, y que un presidente no podrá hacer lo que quiera, pero sus características no son las más adecuadas», contestó Tornos.

«A todos los presidentes le ponen un traje cuando salen elegidos, y a Trump también se lo pondrían», añadió Foix, con la idea de que la institución se acaba imponiendo. Y con la pregunta en el aire sobre cómo quiere seguir influyendo Estados Unidos en el mundo. Para Foix eso será lo determinante, un peso que ahora es imprescindible en el planeta, pero que «puede dejarlo de ser en poco tiempo».  

Pese a todas esas posibles garantías para que un presidente no se exceda, y, aunque Clinton no convence, Tornos, Foix y Rovira se inclinaron por una victoria de Hillary como algo necesario para el conjunto de la comunidad internacional. 

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