Sánchez e Iglesias se lían a codazos contra el coronavirus

Podemos impone al PSOE su parcela de gestión en la lucha contra la pandemia para exhibir su ideología en tiempos de crisis

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Se sabe que lavarse las manos es una práctica indispensable para impedir la propagación del coronavirus. No está tan claro que liarse a codazos también lo sea, pero Pablo Iglesias debe de pensar que sí, que hay que codear en el Gobierno para combatir la pandemia.

Así que el líder de Podemos, harto de que Pedro Sánchez lo margine de la gestión de la crisis, ha logrado hacerse con su propia parcela en el gabinete de emergencia al asumir la coordinación de los servicios sociales de todo el Estado. No tenía papel alguno porque todos correspondían a ministros del PSOE, pero ahora ya tiene algo que exhibir.

Iglesias —al que se suponía en cuarentena tras el positivo de su pareja, la ministra de Igualdad, Irene Montero, en Covid-19— rompió de nuevo este jueves el aislamiento preventivo porque no estaba dispuesto a desaprovechar la hora grave de España para demostrar las facultades (ideológicas) de Podemos ante el drama social. Esa va a ser, por lo que parece, su principal aportación al episodio de emergencia: una sobredosis de discurso izquierdista.

El vicepresidente segundo del Gobierno, reaparecido ante los micrófonos este jueves, trajo a coalición, aun sin venir a cuento, la crisis económica que estalló en 2008 para deplorar «el austericidio» de entonces y para abanderar conceptos como «escudo social» y reflexiones como que todo este trance «sí que distingue de clase social».

Las opciones de Sánchez

Sánchez tenía dos opciones: arrinconar como hasta ahora a sus socios de gobierno a riesgo de que las tensiones internas se descontrolaran o ceder. Y ha optado por ceder para estabilizar la coalición con Podemos.

El resultado es que Iglesias se siente ahora desencadenado para dar mítines políticos en plena emergencia sanitaria y económica. Sin obstáculos para despreciar la preocupación de la crisis de 2008 por el “déficit público” porque, por encima de esto, está “la salud”. “Ahora hay una manera opuesta para proteger a los trabajadores y a las familias”, se jactó, mientras los ERTE se amontonan y la infraestructura sanitaria se traslada a hoteles porque ya está superada por el aluvión de infectados.

Sánchez ha optado por dejar hacer, por mirar hacia otro lado y por que Iglesias convierta sus intervenciones de crisis en actos políticos. Al fin y al cabo, el vicepresidente segundo no busca humillarlo, puesto que su verdadera obsesión es la cuota de pantalla.

De Iglesias a Torra

La circunstancia es muy distinta con un dirigente bastante menos escrupuloso, el infectado presidente de la Generalitat, Quim Torra, recluido en la Casa dels Canonges de la Generalitat desde que dio positivo por coronavirus, cuya última hazaña ha sido conseguir unos minutos en la BBC para decir una cosa por otra: «Los expertos y científicos que nos aconsejan dicen que la mejor manera de frenar el coronavirus es con confinamiento domiciliario pero el gobierno español dice que no hace falta». Y eso a pesar de que el estado de alarma exige explícitamente a la población su confinamiento con las conocidas excepciones.

Torra no tuvo el menor reparo en falsear así las medidas del Gobierno, pero no recibió reproche alguno del jefe del Ejecutivo, sin ganas o sin energías de poner las cosas en su sitio.

La Generalitat ha puesto en cuestión al Gobierno desde que el coronavirus se desbocó en España. Esa es su aportación al tablero político. Pero del ajuste de cuentas solo se encarga, hasta ahora, el PSC. El Gobierno calla porque, como repite desde hace un par de días, «lo más duro está por llegar». 

 

 

 

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