Las Caderechas: cerezos, duendes y un bosque encantado en el valle más mágico de Burgos
Un bucólico valle de cerezos y manzanos al norte de la provincia de Burgos ofrece sugerentes rutas entre duendes y árboles disfrazados y un buen puñado de pueblos con encanto

Cerezos en flor y mucho más en Las Caderechas. Foto: Silvia Gilarte.
Lo han bautizado como ‘el Jerte de Burgos’, una comparación que debe a los miles de cerezos que estos días tiñen el valle con un espeso manto blanco. Más allá de las innecesarias comparaciones, el Valle de Las Caderechas, que se oculta en rincón del norte de la provincia de Burgos, es un destino encantador repleto de pueblos medievales que esconde, además de frutales, rutas de duendes y hasta un bosque encantado.
Al abrigo del Mazo
A medio camino entre el austero paisaje de La Lora y el fértil Valle de Valdivielso, en la comarca de La Bureba burgalesa, Las Caderechas se extiende por un territorio de unos 100 km2 dominado por frutales, especialmente cerezos, pero también manzanos (su manzana reineta es muy apreciada por su calidad), perales, almendros o ciruelos.
Las impresionantes cresterías que rodean el valle son las responsables del excepcional microclima del valle, ya que ejercen de barreras protectoras de los fríos vientos del norte, dando lugar a fértiles tierras de cultivo.
Especialmente en primavera y gracias al espectáculo natural que origina la floración de los árboles, el valle rezuma magia, luz y belleza. Solitarias carreteras y paisajes siempre verdes se unen a un buen puñado de pueblos con hermosa arquitectura medieval para hacer del este un lugar bucólico que toma como sobrenombre el Valle de las Sensaciones.
La Ruta de los Duendes
Un buen lugar para comenzar la ruta es Herrera, el pueblo situado más al norte y también el más alto del valle, por lo que nos sirve para obtener algunas de las mejores panorámicas desde sus miradores.
El pueblo aparece documentado por primera vez en el año 1011 y allá por el siglo XIX se decía que era morada de duendes y brujas, un hecho que dio nombre a una de las rutas de senderismo más populares de Las Caderechas: la Ruta de los Duendes.
No sabemos si duendes, pero desde luego buitres, águilas, corzos y jabalíes habitan los terrenos que rodean el sendero, que sale de Herrera y cruza la sierra para dirigirse al valle de Valdivielso y que era tradicionalmente empleado por los vecinos para llegar a este núcleo urbano.
Hoy la ruta es transitada por senderistas a los que sorprende el Bosque Encantado, un pinar cuyos árboles están adornados con croché, lana, hilo y otros tejidos en un hermoso ejemplo de land art, proyecto particular de una vecina de la zona.
Tras atravesar fincas de cerezos, hayedos, pinares y alcanzar cresterías en lo alto de la sierra que regalan impactantes vistas sobre los valles de las Caderechas y Valdivielso, la ruta regresa a Herrera en un recorrido circular de 9 km. Una variante permite ampliar el recorrido hasta los 16,5 km.
Los mejores miradores de Las Caderechas
Siguiendo hacia el oeste encontramos Madrid de las Caderechas, antes Madrid de los Trillos por la importancia de la industria dedicada a la confección de trillos. A continuación espera Huéspeda, un tranquilo pueblo situado a 859 metros de altura y rodeado por las imponentes murallas rocosas del Páramo de Masa que nos regala las que quizás sean las mejores panorámicas del valle.
Regresamos por Herrera para poner rumbo a Quintanaopio, al que llegamos tras cruzar un denso pinar que parece salido de algún cuento de hadas. A la sombra de la montaña de El Mazo, la localidad cuenta con un hermoso patrimonio, en el que destaca su iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, de portada gótica que esconde en su interior un interesante retablo renacentista.
En Ojeda también el patrimonio y la historia cobran protagonismo, con sus casas de elegantes entramados medievales, alguna de ellas de la familia del descubridor Alonso de Ojeda. Muy cerca, en un alto, los restos de la torre de los infanzones de Ojeda vigilan impertérritos el paso del tiempo.
Camino de Río Quintanilla, de nuevo el paisaje toma el protagonismo y se descubren algunos de los parajes más bellos de Las Caderechas. Dentro del pueblo, llama la atención la arquitectura local, con construcciones realizadas piedra de toba de reflejos dorados y recercas en las ventanas y las dovelas de las puertas.
En sus cercanías, sobre un altozano, se eleva uno de los monumentos más destacados del valle: la iglesia de los santos Emeterio y Celedonio, de estilo románico y con una peculiar espadaña sobre el arco triunfal. En su interior, dos tesoros: unas pinturas murales que representan la bóveda celestial estrellada, ejecutadas con el estilo propio del arte rural de transición entre el románico y el gótico, y una valiosa pila bautismal.
Portillo del Infierno
Continuamos hacia Rucandio acompañados de los imponentes verticales paredones del Portillo del Infierno, donde discurre un viejo camino por el que transitaban antiguamente los arrieros de Las Caderechas y que ahora resulta perfecto para practicar senderismo.
El pueblo mantiene todo el encanto de núcleo medieval, con una arquitectura popular caracterizada por el uso de piedra en las plantas bajas y entramados verticales de madera. Casi todas las construcciones son altas, con dos o tres plantas, por la necesidad desde antiguo de contar con amplios espacios para almacenar la abundante fruta que se viene produciendo en el valle desde hace siglos.
Hacia el sur, paramos en Hozabejas, una localidad rodeada de bosques y frutales a los pies de la Peña Cironte y a las puertas del desfiladero del que hereda su nombre, por la estrecha y profunda hoz que antecede al pueblo.
Su alargado perfil urbano aún conserva una llamativa arquitectura popular de entramados de madera, así como restos de un acueducto del siglo XVII, que servía para conducir las aguas del arroyo Hozabejas hasta las huertas y los campos de los alrededores. Desde la carretera que conduce al vecino Escóbados de Abajo se obtienen bunas perspectivas que ayudan a divisar el desfiladero e intuir algunos de sus tesoros, como el complejo de cuevas Las Narices.
Más adelante, Aguas Cándidas hace honor a su nombre con varios manantiales que nutren de aguas claras el arroyo Vadillo.
Un pueblo con nombre de dios romano
Otra parada curiosa nos espera en Cantabrana, que alterna viviendas con entramados de madera y casonas señoriales de amplios aleros con una iglesia del siglo XVII con un retablo mayor dedicado al Apóstol Santiago.
Aquí además existen varias bodegas subterráneas en las que se guardaba el chacolí procedente de las viñas de los alrededores.
La puerta de salida del valle y de esta ruta la encontramos Terminón, cuyo nombre derivaría de Terminus, dios romano de las fronteras, pues ésta fue tierra de frontera para de las legiones romanas, así como lugar de paso de algunas de las importantes calzadas del Imperio.